¿Qué valor artístico tiene
esta foto? Ninguno. Sin embargo, es una de las grandes imágenes del movimiento
surrealista, y ningún buen libro ilustrado sobre el surrealismo puede
prescindir de ella.
Pero veámosle ahora este
antecedente:
Quien viaje a Lisboa, debe
visitar el Café Nicola, sito en el mismo centro de la ciudad, o sea en la Praça
do Rossio. En el pórtico, esculpido a un lado, y algo escondido por las columnas,
un vate seduce con versos a una muchacha, que lo escucha al otro extremo. El
mismo vate tiene una estatua dentro, pero lo que nos interesa es este cuadro
decimonónico, vulgar, en que el vate insulta a unos sórdidos frailes que pasan
por una calle de la Lisboa dieciochesca.
El vate es Manuel Maria Barbosa
du Bocage, poeta de formación neoclásica pero de los que anticiparon la gran
revuelta romántica. Era también un divertido bohemio y un sátiro, a quien se
deben muchas ocurrencias y una saludable poesía erótica, junto a otros muchos
poemas tan encorsetados como los que abundaban en aquella infeliz centuria
poética.
Bocage era, con Camoens, el único
poeta conocido por el pueblo portugués. Nació en Setúbal, puerto de mar al otro
lado del río Tajo, y allí tiene una estatua que nos mira desde muy alto y allí pude
yo fotografiar su efigie en una de esas viejas tabernas que tanto me gustaban.
A causa de unos versos subversivos, fue detenido en 1797, pasando un tiempo en
las mazmorras de la Inquisición. Se le culpó de delito contra el Estado, pero
logró cambiar la acusación por la de “error de religión”.
En el Café Nicola hay otro cuadro
de la misma “serie”, sino que aquí lo que se ilustra es una de sus geniales
salidas, en versos improvisados. Domina la ciudad el policía Pina Manique, y el
control nocturno es riguroso. Bocage sale de una de sus francachelas y le
preguntan los guardias que quién es, que de dónde viene y que a dónde va (hoy
basta con la conminatoria petición del llamado “carnet de identidad”). Legendaria
respuesta del poeta, en octosílabos que traduzco: “Es el poeta Bocage. / Viene
del Café Nicola, / Y va para el otro mundo / Si dispara la pistola”. Ese es el
momento que registra el simpático cuadro del Café Nicola, sito en la Praça do
Rossio de Lisboa desde 1929, aunque ya hoy, por supuesto, policialmente
“modernizado”: