lunes, 22 de abril de 2013

La imaginación insurgente de Antonio Ramírez

Desde 1997, la revista Salamandra esgrime como uno de sus lemas el de la “imaginación insurgente”. En realidad, toda verdadera imaginación es insurgente, pero hay que aclararlo, porque no muy lejos medra una seudoimaginación que se alimenta de una suerte de fantástico formal y edulcorado, como se ve de sobra en la literatura, en la pintura o en el cine.
Como expresión del grupo surrealista madrileño, surge ahora la revista Imaginación Insurgente, que se planta en el ruedo con estas intenciones:
“Esta publicación nace con la idea de explorar los poderes de lo imaginario en todas sus formas de expresión. Frente al actual desencantamiento y desolación del mundo, respondemos con la esperanza de extraer algo de magia transformadora allí donde todavía quedan tesoros ocultos: los sueños, la analogía, el delirio, el erotismo, la imaginación. Solo recorriendo el camino al revés podremos regresar a la fuente de todos los mitos. Ignorando y despreciando las fuerzas que han convertido lo imaginario en un producto más del supermercado, pretendemos recuperar la capacidad de maravilla. Nos negamos a darnos por vencidos”.
Este primer número, de 28 páginas, está íntegramente ocupado por los dibujos de Antonio Ramírez que componen la serie “La habitación negra”. La semblanza al final nos dice que Antonio Ramírez nació en Sevilla en 1973, carece de cualquier formación artística o académica, forma parte del grupo surrealista madrileño desde fines de los 90 y ha sido redactor de las revistas Engranajes y El Naufragio, así como organizador de la página web musical “Mentes de ácido”. Los dibujos fueron realizados recientemente, a tinta china:
“Sin bocetos ni planificación de ningún tipo, son producto del azar y el capricho del momento, aspirando a ser artefactos de exploración psíquica y anímica. El autor se responsabiliza de ellos en la misma medida que lo hace de sus sueños”.
Entre los nombres que han inspirado esta exploración de “los placeres de la tinta china”, Antonio Ramírez cita a Joan Ponç, Jorge Camacho, Unica Zürn, Robert Crump y Moebius. Es una alegría ver encabezando la lista a Joan Ponç, un artista magnífico, bastante olvidado.
Presenta “La habitación negra” Lurdes Martínez, siempre muy lúcida y aguda. Su artículo lleva por título “A la sombra de la noche, seres luminiscentes”, y en él ubica los dibujos de Antonio Ramírez en el automatismo “rítmico”, citando las “imágenes sustraídas al negro” de Robert Lagarde, un nombre que sumaríamos a los anteriores, como podríamos también añadir el de Eugenio Granell, por el tenor de ciertas figuras. Lurdes Martínez cita otras declaraciones de Ramírez sobre el proceso creativo de sus dibujos: “Solo cuando llega la imagen a cierta complejidad, examino más en perspectiva las formas que se han ido creando y voy interpretando lo que ha salido. Mi primera intención siempre es conservar una «morfología sintética», una imaginería sin naturaleza, es decir, sin presencia vegetal, animal o humana, pero en casi todos los casos terminan por aflorar rostros, miembros sexuales, ojos, cabezas, pájaros, vegetaciones extrañas”.
El dibujo de la portada lleva por título “El viaje”. Los restantes son “El domador de gallinas”, “Eva”, “Huesos”, “Misterios de la oficina”, “El santo es un perro”, “Reunión de vecinos”, “El ángel de la electricidad”, “El jesuita”, “El nacimiento”, “Primavera”, “Carnaval”, “La idea fija”, “Las brujas”, “La conspiración”, “Tótem del odio”, “Los filósofos”, “El encuentro”, “El regreso del enamorado”, “El pontífice y sus bastardos”, “La guerra secreta” y “El ídolo”. “El jesuita” y “El pontífice y sus bastardos” se pueden considerar dibujos-presagio, si tenemos en cuenta que la Mafia Santa colocó poco después, como nuevo Inmaculado Concebido, a un payaso de aquella degenerada ralea.
Estos dibujos, que abren una aventura, poseen una fuerza especial y revelan una verdadera imaginación insurgente.