lunes, 8 de abril de 2013

Centenario de Endre Rozsda

Endre Rozsda, Triste reír, 1983-1991

Endre Rozsda fue la figura principal del surrealismo entre los artistas húngaros del siglo XX.
Nació en Mohacs el 18 de noviembre de 1913, y a los cuatro años ya estaba dibujando calzados de mujeres, como poco después perfiles femeninos. En 1926 observa el trabajo de los pintores locales y se fija sobre todo en los lienzos raspados que conservaban las trazas de las pinturas precedentes, encontrándolos “mucho más bellos y misteriosos que los cuadros finalizados”.
En 1938, huyendo de la invasión nacional-socialista de su país, viaja por primera vez a París. Se produce un cambio radical en su pintura, a la vez que se siente próximo al surrealismo. Inspirado por Max Ernst y por Yves Tanguy, a lo largo de los años 40 ya comenzará a desarrollar una obra muy original.
En 1943, ligado a la Resistencia, al ser buscado por la policía francesa retorna a su país. Cinco años después, le cae encima el régimen comunista, volviendo a la clandestinidad, que ya conocía bajo las ocupaciones nacional-socialistas de su país y de Francia. El gobierno disuelve la Escuela Europea, que él había fundado, no tiene derecho a vender sus cuadros y vive ilustrando libros infantiles a la vez que hace, a escondidas, cientos de dibujos. En 1956, participa en la exposición antioficial de los Siete, en Esztergam, días antes de que estalle la revolución húngara. Cuando entran los tanques rusos en Budapest, amenazado de nuevo, y poco atraído por sufrir nuevos años de represión y humillación, decide dejar definitivamente su país.
Es entonces cuando establece amistad con André Breton. Recién llegado, tras varios días de errancia por la urbe, se dirigió con sus dibujos a la galería de Simone Collinet (o sea Simone Kahn/Breton): “Al ver ella los dibujos, telefoneó inmediatamente a André Breton, quien, siempre llevado por su maravillosa curiosidad, llegó en seguida y decidió escribir el texto para el catálogo de mi exposición. Cuando iba a visitarlo, yo me convertía en un hombre diferente. Breton era como un diamante en la noche”. El texto de Breton está incluido en Le surréalisme et la peinture, y aparece ilustrado por Amor sagrado, amor profano, pieza de 1944.
Rozsda participa en la exposición internacional del surrealismo que se celebra en 1961 en la galería Schwarz de Milán, apareciendo ese mismo año un dibujo suyo en el primer número de La Brèche. Traba amistad, entre otros, con Joyce Mansour, quien le dedicará estas bellas palabras, para el catálogo de su exposición de 1963
“Un tableau de Rozsda, cela fait penser à l’extravagant gaspillage de la forêt autumnale, aux pommiers en fleurs après la mort du soleil, à l’or oculaire, malléable et immobile, tout frais sorti des chants du pays des Magyars, à la melodie fauve des charrettes qui passent et repassent dans le demi-soleil sans prendre une seule brindille d’étoile, à l’ombre salée des réverbères oubliés sur le trottoir, aux belles armoires en forme de coeurs, aux corps planétaires de terrible densité captifs de ces coeurs, aux cellules de l’enfance, au réveil. Oui, cela fait penser au réveil de celui qui croyait dormir sur un précipice et qui n’attendit point la mort pour s’envoler”.
Endre Rozsda disfruta de buenas publicaciones. En 1998, una retrospectiva en su país originó un catálogo muy rico, con un buen texto de Krisztina Passuth, unas “notas estilísticas” de David Rosenberg, algunos escritos suyos y una larga entrevista en la que el artista mostraba su finura y su lucidez. Manifestando su poco interés por vender cuadros, refiere que solo pinta de 6 a 8 anuales. Evoca luego al farmacéutico Csontváry, el gran pionero húngaro, que Breton situaba entre el aduanero Rousseau y el cartero Cheval y del que Rozsda dice que estaba “completamente fuera de su tiempo, y a la vez completamente en la verdad”. Sus pintores son Tanguy y Miró, “bombas visuales en la naturaleza”, que “todo lo inventan”. Muy bellas son sus reflexiones sobre el tiempo, que luego encontraremos en los textos de él reproducidos: “Recuerdos”, “Pensamientos” y “Meditaciones”. Como de costumbre, los estudiosos no están a la altura de lo que estudian, y así Krisztina Passuth habla del “código surrealista” y el entrevistador del “espíritu de capilla”, nada de lo cual les corrobora Endre Rozsda, quien incluso le responde al segundo: “Los pintores surrealistas son muy diferentes los unos de los otros. El surrealismo ofrecía sobre todo una estimulación del espíritu. Sí, no era una aventura puramente pictórica como el puntillismo o el cubismo. Era un espacio de búsqueda. Y yo he pasado por ahí. Años después, le he preguntado a Breton si yo era surrealista, y me ha respondido que mi pintura no era surrealista, pero que mi concepción de la existencia sí lo era, y por tanto yo era forzosamente surrealista”.

E. Rozsda, Mezla de la realidad vivida y pintada, c. 1980
 
En 2001, un catálogo enorme de su obra gráfica se publica en Budapest, incluyendo un artículo de Sarane Alexandrian, quien, al referirse a su labor pictórica, plástica y fotográfica, escribe: “Rozsda, el pintor de los tres rostros y de los mil dedos: así es como se lo puede describir cuando se entra en el dominio de su arte complejo”; y también: “Los cuadros de su madurez son la negación del vacío. Representan una realidad que estalla, cuyos fragmentos coloridos se reúnen como al azar, se acumulan o se amontonan sobre la superficie de la tela no dejando ningún intersticio entre ellos, donde incluso los blancos son elementos de soldadura y contribuyen a dar la impresión de un espacio pleno, aunque fragmentado”. En 2002 aparece en Somogy Rozsda, l’oeil en fête, con los textos de Breton y Alexandrian, más otro de Edouard Jaguer, extenso y titulado “Endre Rozsda, arqueólogo de la mirada”. En 2004 fue su faceta de fotógrafo la revelada, por el Museo Húngaro de la Fotografía (Roszda. Un peintre photographe), y en 2010 ha aparecido una película de Jozsef Böjte sobre él, con una entrevista realizada en sus últimos años. En el muy reciente Dictionnaire André Breton, Françoise Py le dedica una buena nota.
El volumen fotográfico merece destacarse, ya que la actividad fotográfica del artista, aunque nunca expuesta al público, arroja la cantidad de dos mil fotos realizadas de los años 20 a los 90, con muchas fotos de la naturaleza y en casos muy significativos una clara interacción con su pintura. Todas se encuentran hoy en el citado museo húngaro.
 “Espero que algo imprevisto, algo que no he imaginado pueda suceder”.

E. Rozsda, Kerek, 1971