miércoles, 26 de diciembre de 2012

Una obra extraordinaria

Tenemos aquí un auténtico acontecimiento editorial: la traducción en Cátedra de la capital obra de Hans Prinzhorn Expresiones de la locura (1923). Son 384 páginas con cerca de 200 ilustraciones, un cuaderno de ellas a todo color.
La portada ha sido muy bien elegida, ya que El pastor milagroso de Neter no solo fue el modelo del Edipo de Max Ernst (1931), sino que aparece reproducido en el Diccionario abreviado del surrealismo (1931), en el primer número de Minotaure (1938) y en “El arte de los locos, la llave de los campos” de André Breton (1948), quien cita allí el pionero libro de Prinzhorn, señalando cómo la confrontación de las obras de Neter, Beil, Sell o Wölfli con las de arte contemporáneo “en muchos aspectos resulta desventajosa para estas”. Recordemos, de paso, que un año antes, en 1922, había aparecido el libro de Walter Morgenthaler sobre Adolf Wölfli.
La lectura de Expresiones de la locura es una experiencia fascinante, con las ilustraciones acompañando siempre muy de cerca los análisis y comentarios muy agudos de Prinzhorn. Consta el libro, además de una excelente introducción de Julia Ramírez, quien nos refiere cómo, en tan solo dos años, y a partir de lo que había en manicomios de todo el mundo, el psiquiatra alemán supo crear el mayor conjunto de “arte alienado” europeo, procediendo a un estudio que derribaba ideas hechas y rompía fronteras. La parte analítica es sin duda lo más interesante, pero también resultan muy atractivas las ideas y teorías de Prinzhorn, como cuando desarrolla el esquema de las seis pulsiones que a su juicio conducen a la creatividad: el deseo expresivo, el instinto de juego, la propensión ornamental, la tendencia al orden, la directriz imitativa y la necesidad de símbolos. La prologuista señala además la formación expresionista del estudioso, quien por ello eligió “enfatizar el carácter irracional del arte del manicomio, centrándose en el concepto de expresión”, lo que implicaba resaltar estereotipos formales como “el horror vacui, la reiteración de elementos, el automatismo y, especialmente, las imágenes múltiples”. Todo ello, obviamente, preparaba para una recepción fértil por parte de los surrealistas.
Así, no extraña que Julia Ramírez titule uno de los capítulos de su prólogo “La lectura surrealista: vanguardia y locura”. En el área germánica, Kubin incluso se relacionó con Prinzhorn, y Paul Klee mostró también su gran interés, pero el nombre decisivo, como transmisor a los jóvenes surrealistas de París, fue Max Ernst, quien ya se había interesado por la cuestión, incluso proyectando un libro, de lo que fue disuadido precisamente por la obra de Prinzhorn. Max Ernst llega a decir que se trata del “libro de imágenes más bello” que existe, hasta más valioso que cualquier cuadro. Y son las imágenes lo que cautivará a sus amigos de París, cuando allí lo lleve él en 1922. Por tanto, el impacto de la obra de Prinzhorn se ejerció a través de sus imágenes, no de un discurso que nadie entendía.

Los pelos se nos ponen de punta –porque a los horrores nunca nos acostumbraremos– con el capítulo que Julia Ramírez dedica al “arte degenerado” del nacional-socialismo. Al menos 19 de los artistas coleccionados por Prinzhorn fueron asesinados (primero por inyección letal y luego en cámaras de gas). ¿Responsable directo? Un culto profesor universitario. Nombre: Carl Schneider, director de la clínica donde había estado Prinzhorn desde 1933, y que guardó los cerebros de sus víctimas para ser estudiados. Este infame asesino se ahorcaría en su celda para no afrontar el juicio a que iba a ser sometido. Entre sus víctimas estaba el cerrajero artístico Pohl, una de las diez figuras estudiadas por Prinzhorn, quien llega a compararlo en sus páginas a Grünewald, a Durero y, por un autorretrato tremendo, a Van Gogh..
Otro capítulo del prólogo está dedicado al “art brut”. Y es que uno de los impactados por las imágenes del libro fue Dubuffet, en 1923. Desde 1944 se dedicaría a estudiar el “arte de los locos”, y el resto es bien conocido.
En la bibliografía hay que destacar Outsider art, de Roger Cardinal (1972), y Surrealism and Madness, catálogo de una exposición celebrada en la Fundación Prinzhorn, Heidelberg (2009).
“El arte de aquellos a quienes hoy se incluye en la categoría de enfermos mentales, constituye una reserva de salud mental”. (André Breton)