miércoles, 26 de diciembre de 2012

Le Bathyscaphe, n. 8


Aquí tenemos otra revista que escapa a la paráfrasis consensual, al hueco garrapateo universal. En su primer número, aparecido hace cinco años, expresaba así de rotundamente su propósito: “Un gran NO nos motiva, el NO al aire ambiente”, Y puede afirmarse, tras 8 irrupciones, que permanece fiel a esa actitud.

La palabra batíscafo se compone de “profundo” y “barco”, y es así definida en el diccionario: “Especie de embarcación sumergible preparada para resistir grandes presiones y destinada a explorar las profundidades del mar”. Le Bathyscaphe, revista canadiense de verdadera crítica social y cultural, que “aparece cuando llueve”, muestra ser tan resistente como exploradora. No se trata de una revista surrealista, pero el surrealismo está presente en ella y su lectura es gratificante para quien ame el surrealismo.
En este número encontramos textos sobre el Padre Ubú en Quebec (Antoine Peuchmaurd), sobre la destrucción del viejo Montreal (Maxime Catellier), sobre el apoyo activo de Batman al movimiento Occupy Wall Street (Mark Read), sobre el discreto encanto de Albuquerque (Bérengère Cournut), sobre “las aventuras del sujeto” por el mar de Irlanda (cuarta entrega de Jean-Yves Bériou), sobre un juego de libros (Thierry Horguelin), sobre cine (Julien Lefort-Favreau), etc.
Desde el punto de vista específicamente surrealista, hay dos textos claves en este número: la bella y muy rica evocación que Joël Gayraud hace de Jean-Pierre Le Goff (“En el Hotel del Rayo Verde, calle del Tiempo Perdido”) y el “retrato cruzado” de Benjamin Péret por Barthélémy Schwartz, primera parte de su ensayo “Benjamin Péret, el surrealista de las bellas corbatas”, digno sin duda de ser incorporado a un futuro número de los Cahiers.
A Barthélémy Schwartz debemos, en cinco capítulos, el interesantísimo “ABC de arte de economía mixta”, que en la última entrega dedicó al surrealismo y a dicho arte en la posguerra. “Yo llamo arte de economía mixta lo que se llama comúnmente el arte contemporáneo. ¿Por qué? Porque ese arte es justamente contemporáneo de la sociedad de economía mixta que se ha impuesto después de la guerra, producto híbrido del mercado privado y del Estado”. Arte, por supuesto, realista, de integración, deseoso de reconocimiento social, que pasaba de la vieja subversión a la subvención. En el capítulo cuarto, Barthélémy Schwartz se ocupa también del surrealismo, muy agudamente señalando su parte de utopía bien superior a la del situacionismo, cuyos “proyectos de situaciones construidas” encuentran hoy en día “ecos positivos en el mercado del arte de la economía mixta y de la cultura en general”, por no hablar de su urbanismo unitario, “concebido a partir de una concepción vanguardista”.
Este es un ensayo de extrema importancia, y cercano al cual se encuentra el Boletín depresionista que hoy aquí reproducimos. Este boletín se incluyó en el n. 4 de Le Bathyscaphe, motivado por la exposición “Herencia del surrealismo” celebrada en una cosa del Quebec llamada “El mercado de la poesía” (¡!), que subvencionan un banco, el líder de un partido político y varios consejos de arte. La Conspiración Depresionista distribuyó este magnífico panfleto en el tal mercado, y nosotros lo aireamos aquí, porque afronta cuestiones que siempre es necesario airear, y porque no tiene fecha de caducidad, siendo aplicable a otras muchas imposturas incesantes.
En números anteriores de Le Bathyscaphe hay escritos especialmente interesantes para los lectores de “Surrealismo internacional”. Así, todos los de Joël Gayraud, como “El centauro de Santorín”, historia de un heroico mulero de esa isla griega bubonizada por el turismo (n. 2), o la reseña del muy bello libro de Bruno Montpied Éloge des jardins anarchiques (n. 7). Las páginas dedicadas a Allan Glass (n. 5) y a Jean Benoît (n. 7, “Ultimo encuentro con Jean Benoît”, por Maxime Catellier). Y otra reseña, esta vez por Antoine Peuchmaurd, y ahora sobre el libro del Nezval de los buenos tiempos surrealistas, Valerie o la semana de las maravillas, que Robert Laffont reeditó en 2006.
Pero toda la revista merece atención, porque en ella no vemos concesiones algunas ni las chorradas de costumbre.