miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cahiers de l’umbo


Jean-Pierre Paraggio prosigue siempre la aventura de los Cahiers de l’umbo. Tras acabar (no hace dos años) la nueva serie con el número que ilustra esta nota, ha surgido L’impromptu, “bulletin de l’umbo”, cuyo n. 3 (realmente el quinto, ya que comenzó con un n. 0 y un n. 00) es de primavera de este mismo año.
Los Cahiers de l’Umbo han sido de 2004 a 2010 una fértil cita con la poesía y con el pensamiento, sin que falten nunca las referencias surrealistas. Aparte las inconfundibles ilustraciones de su director de orquesta, una firma permanente ha sido la de Pierre Peuchmaurd, garantía de lo mejor, como también lo es la que fue su compañera, Anne-Marie Beeckman, quien a su vez ha animado otra bella publicación: Grand I Vert. En la Collection de l’umbo han parecido, precisamente, cuadernos de ambos, así como de Joël Gayraud y otros.
En un rápido viaje por los contenidos de la revista, comenzaré por destacar, en su n. 1, el suplemento de homenaje a Peter Wood, con un gran artículo evocativo de Marie-Dominique Massoni, y en el n. 3 el suplemento dedicado a las cajas de Anne Marbrun, presentadas por Peuchmaurd.
En el n. 4, Bruno Montpied presenta las “traducciones subjetivas”, o sea “traducciones de textos reales escritos en una lengua que los traductores ignoran casi totalmente”, con dos ejemplos a partir del fragmento de una pieza teatral rumana, uno a cargo del propio Montpied y otro por Christine Bruces, quienes se han puesto manos a la obra auxiliados por un diccionario rumano. El resultado es hilarante, superando sin duda el texto de partida.
El humor prosigue en el n. 5 con unas fabulosas cartas de François-René Simon, a su doble, a su psicoanalista, a Dios, etc.
Si en el n. 5bis poco puede interesarnos el dossier Larrea, al que conocemos bastante bien, sí que hay apuntes de interés en el ensayo de Jean-Yves Bériou “El lenguaje y su doble”, que comienza así: “El levantamiento de la gran poesía moderna, a partir de Rimbaud y de Lautréamont, se ha apoyado en el pensamiento de las imágenes que, gracias al surrealismo, se ha convertido en la piedra de toque de todo pensamiento poético, surrealista o no”. Tras señalar la oposición de esa poesía a “la otra cara de la modernidad, a su lado malo, que es el del progreso, es decir, el progreso de la explotación, de la dominación y de la separación”, añade felizmente: “Muchas vanguardias no han sido más que los avances del despliegue de las técnicas de dominio, o se han contentado simplemente con prefigurar o reflejar las peores destrucciones del mundo, de la naturaleza y del hombre (literatura de propaganda, objetivismo desencarnado, teología heideggeriana, retorno a la religión, bazar del «ser», formalismo mecánico, odio del sujeto, voluntad de eliminación del sentido, «postmodernidad», etc.). Al contrario, si se puede hablar de una poesía moderna radical, está en el intento de captar la condición humana  en la raíz, y de exaltarla contra todo lo que tiende a encadenar al hombre”. Bériou reflexiona sobre la imagen como “corazón de la poesía”, pero su ensayo es una introducción a la poesía española contemporánea, todo menos objetiva, ya que la objetividad en estas cuestiones “no consiste sino en una ausencia de perspectiva”. De los tiempos anteriores a la guerra, destaca, entre los que se unieron a “la aventura de la moderna poesía radical” a “un cierto Cernuda”, el Lorca de Poeta en Nueva York y el Crimen de Agustín Espinosa, como después a Cirlot, Carlos Edmundo de Ory. Hay tiempo después para hablar con detenimiento de Gamoneda, Blanca Andreu, Claudio Rodríguez, Aníbal Núñez, Ildefonso Rodríguez, Olvido García Valdés.
En Claudio Rodríguez no hay “ningún gusto por la auto-ironía complaciente y la mala conciencia del burgués «de izquierda», ninguna tendencia a apelar a la «separación del hombre» consigo mismo y con el mundo, principio estético de una lenguaje sin pasión”, mientras que Gamoneda es visto como “una figura ejemplar de los poderes de la integridad poética, en el sentido fuerte del término, en la medida en que su poesía no descarta ninguno de los resortes y de los poderes que son los suyos, y rechaza confundirse con los «mensajes» estéticos, poéticos o metafísicos que atestan lo que se llama demasiado a menudo poesía y que no es sino literatura, o sea en el peor caso un oficio y en el mejor una diversión. Lejos de las miserias poéticas datadas (poesía «comprometida», «culta», «formalista», etc.) y actuales (poesía neorreligiosas de la «ausencia» y del «silencio», poesías miserabilistas de la «experiencia» y del «nuevo sentimentalismo», etc.)”. En otro lugar de los Cahiers, Jean-Yves Bériou aludirá al “infesto trascendentalismo filosófico que baña una gran parte de los que se llama «poesía contemporánea»”. Y cerremos con esta nota sobre el automatismo: “Sabemos que el automatismo no es solo automático: que el vértigo de las imágenes puede ser el fruto de conjuros sucesivos, de la memoria alucinada o de la máxima concentración del ojo y del pensamiento, como lo puede ser del sueño o del azar; y sabemos, en fin, que esto poco importa, pues es en la materia del lenguaje donde a cada ocasión se opera la alquimia”.
Desde el n. 6 hay llaman la atención las breves notas de Olivier Chevillard, muy refrescantes y originales. En el 6bis hay una extraordinaria reseña de Pierre Peuchmaurd sobre el bellísimo libro de Marie-Laure Missir Joyce Mansour, une étrange demoiselle, sin que Peuchmaurd deje de subrayar cómo el enfoque biográfico resulta –algo tan raro– “ejemplar de información y de discreción, contándonos solo lo que nos concierne”. Coincidimos con Peuchmaurd cuando afirma que la poesía de Joyce Mansour es “una de las más increíbles y de las más creíbles del surrealismo”. “No escribe sino excepcionalmente sueños: escribe como en sueño, y su voz es abisal”. “Viviendo todavía, gritando, riendo incluso, ella habría, como ninguna otra y casi bastándose ella sola, desasfixiado la poesía”.
Este n. 6bis contiene dos platos fuertes: un texto inédito de Dedé Sunbeam, enigmática figura de La Révolution Surréaliste, y, como suplemento, un homenaje a Georges Henein, donde lo más sobresaliente es un gran poema de Abdul Kader El Janabi para Ounsi El Hage. En el siguiente hay cuatro dibujos de Juan Ismael y –sorpresa para nosotros– la traducción de Lo imprevisto de Domingo López Torres, el poeta surrealista canario asesinado por la canalla falangista, con los dibujos de Ortiz Rosales; traducen Martine Joulia y Jean-Yves Bériou.
En el n. 7bis hay unos dibujos de Georges-Henri Morin y una de mis fotos favoritas de todos los tiempos, que vi por primera vez en De l’éperdu de Annie Le Brun: la del falsificador de moneda Fortino Sámano, en el momento en que lo van ejecutar los enemigos de Zapata, con las manos en los bolsillos un habano en los labios y una sonrisa de total indiferencia.


Alain Joubert firma un magistral artículo titulado “El arte y la manera”, contra la “pintura-pintura”, “esa triste inutilidad”, y celebrando el poder de los títulos. Es una pena no traducir íntegramente este artículo soberbio. Me limito al párrafo en que polemiza con un crítico para quien la pintura de Max Neumann “se basta a sí misma, intensa y extraña, sin propuesta de interpretación”:
“Proclamar esto es operar un desolador retorno al arte por el arte, es pretender que la sola manipulación de los colores y de las formas puede constituir un «acontecimiento», es aislar la pintura en el corazón de un mundo vacío de sentido donde virtuosismo, oficio y satisfacción retiniana ocuparían el lugar del contenido, es descuidar la importancia del ser que pinta y rechazar todo aquello que la fuerza y el deseo le conducen a sacar a la luz”. En cuanto a Alain Joubert, añadamos que en el n. 2 de L’impromptu nos ofrece otro gran texto, reseña del formidable Danser sur la corde del gran Maurice Blanchard.
Uno de los suplementos del n. 8 está dedicado a los amerindios. Su autor es Stéphane Maignan, y sus páginas nos evocan las que Roger Renaud escribió en los años 70 en el Bulletin de Liaison Surréaliste.
Ya abreviando necesariamente, apuntemos en el n. 9 las “ambimages” de Philippe Lemaire y la preciosa colaboración de Jean-Pierre Paraggio y Anne-Marie Beeckman en el suplemento titulado Los tréboles subterráneos. En el n. 10 irrumpe con 4 collages Miguel de Carvalho.
Poco es lo dicho –hay muchos poemas e ilustraciones que merecerían resaltarse–, pero sirva para dar una idea de la gran riqueza de esta aventura que aún prosigue y a la que esperamos seguir bien atentos.