viernes, 27 de marzo de 2015

David Martí y el Señor Ducasse, alias Lautréamont

David Martí, Dragón lautreamontiano

Nada de lo que concierne a Isidore Ducasse puede ser indiferente al surrealismo, así que como un auténtico cataclismo tomo conocimiento hace unos días de un libro en que aparecen nada menos que cincuenta “visiones” plásticas inspiradas por la lectura de Los cantos de Maldoror.
50 visions sur Maldoror es, en efecto, el título de una excepcional obra de David Martí, publicada en el año 2003 y difundida en exclusiva, no sabemos si aún, por la Librairie du Scalaire de Lyon.
David Martí es un artista que me era desconocido, ya que no se sitúa en la órbita del surrealismo ni nadie me había llamado la atención sobre él ni sobre este libro. Nacido en Barcelona en 1960, de casta le vino al galgo, ya que su padre era el escultor Marcel Martí y su madre la escultora Parvine Curie. Pasa su niñez y su adolescencia entre Cataluña y la región parisina, y frecuenta la Escuela de Bellas Artes de París, para desde 1976 iniciar una serie de viajes a la India, que lo influirían decisivamente. Cultivando el teatro y la poesía, celebra su primera exposición en Meudon en 1981. De 1990 a 2000 reside en Cadaqués, donde expone regularmente, incluidos unos móviles-esculturas. Es en 2002 cuando se consagra en exclusivo a las pinturas inspiradas por Los cantos de Maldoror. Murió prematura y repentinamente en París, en 2007.
El editor de 50 visions sur Maldoror no es otro que Marc-Gabriel Malfant, de quien ya reseñamos en “Surrealismo internacional” su interesantísima publicación Onan à Cadaqués*. Amigo de David Martí, él es el destinatario de una preciosa “Carta imaginaria” sobre las ilustraciones que el artista ha hecho de los Cantos de Maldoror, y que, reproducida en manuscrito, funciona como invalorable prefacio. En ella, David Martí se confiesa lector también de Baudelaire y Rimbaud, porque “a la hora de leer bellas páginas, necesito que sean malditas”, ya que “el resto pertenece al reino del autoengaño y del tedio fenomenal”. Esta carta, de seis extensas páginas en francés y firmada el 1 de agosto de 2003, revela, de cabo a rabo, a un verdadero poeta. Por ella nos enteramos que la sugerencia de inspirarse en la obra de Lautréamont vino del propio Malfant, pero que solo cristalizó a raíz de que Martí advirtiera, sobre una de sus mesas de dibujo, unas láminas de papel blanco con unas manchas informes de café, que recortó, dibujando sobre ellas. Especialmente emocionante es la descripción que luego hace del efecto físico que sobre él ejerció la lectura de Los cantos de Maldoror durante la elaboración de las imágenes, con dolores terribles en los pies y luego en las manos y un sueño pesado plagado de visiones, aludiendo a “las vibraciones o fenómenos telúricos que emanan peligrosamente de Los cantos”. ¿Hay algo más genuinamente surrealista? Pero es que además, por decirlo con Arturo Schwarz, “cualquier obra que amplíe nuestros horizontes mentales y visuales por medio del libre juego de la imaginación, es surrealista”, al margen de que su autor pertenezca o no pertenezca al Movimiento Surrealista. Se podría afirmar que David Martí, sin ninguna ligazón a las actividades surrealistas, es surrealista en el furor maldororiano.

David Martí, Rinoceronte Maldoror

Entre los títulos de las visiones maldororianas de David Martí, abundan los que se refieren a sus animales y a sus metamorfosis animalescas: “El dragón de Maldoror”, “Los tiburones de Maldoror” “Ballena Maldoror”, “Rémora Maldoror”, “Maldoror como león”, “Pelícano Maldoror”, “Grullas de Maldoror”, “Monstruo oceánico de Maldoror”, “Pájaros lautreamontianos”, “Piojos de Maldoror”, “Bestiario marino de Maldoror”, “Rinoceronte lautreamontiano”, “Rino-perro de Maldoror”... Pero también tenemos “La sangre de Maldoror”, “Las entrañas de Maldoror”, “La danza de Maldoror”, “El bosque de Maldoror”, “El océano de Maldoror “, “Maldoror en tanto roca”, “Maldoror en el estado de violación”, “La epidermis negra de Maldoror”, “El astro deformado de Maldoror”, “Rostros desfigurados de Maldoror”, “El histrión volátil de Maldoror”, “Arquitectura lautreamontiana”, “Eclosión océano de Maldoror” y hasta un “Maldoror se apodera de la Tierra”. En fin, una apoteosis maldororiana que obliga a atesorar este libro junto a las ediciones del “Señor Ducasse, alias Lautréamont”, que es como David Martí lo llama en su “carta imaginaria”.
Varios antecedentes tiene esta gran publicación: los doce pioneros dibujos que hizo Jindrich Styrsky para la traducción checa de Los cantos publicada en 1929; la edición de Lévis-Mano de 1938, ilustrada por Victor Brauner, Henrique Espinoza, Óscar Domínguez, Max Ernst, Yves Tanguy, René Magritte, Juan Miró, Roberto Matta, Wolfgang Paalen, Man Ray y Kurt Seligmann; los 37 dibujos que Armand Simon seleccionó para su publicación entre los millares que le dedicó a Los cantos entre 1937 y 1945; la edición ilustrada por Magritte en 1948; y la sueca ilustrada por Ragnar von Holten en 1972. Desde entonces no se había visto una cosa igual.

David Martí, Maldoror

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Para el cuaderno de Marc-Gabriel Malfant Approche du lanceur de cailloux, publicado en Cadaqués en 1999, David Martí hizo cuatro ilustraciones que, al igual que ocurre con la serie Maldoror, no ocultan las influencias indias, seguramente, a tenor del título, tampoco ausentes en su libro de poemas La memoria de los mundos. El texto de Malfant, estudio, con invectiva incluida, del habitual gesto humano de arrojar piedras al agua, va precedido de citas de Montherlant, Salvador Dalí y Víctor Hugo, que rezan, respectivamente: “Cada vez que hayas resistido a coger una flor, a mear en agua limpia, a romper una rama inútilmente, etc., habrás hecho bien. Aunque ello no tenga mérito alguno (y ello no es seguro), al menos habrás evitado un movimiento vulgar”; “Lo he visto subir la cuesta, pensativamente. Andando, se ha inclinado para recoger un guijarro”; “Las catástrofes irradian en todas direcciones. Lanza una piedra al agua y cuenta las salpicaduras”. Más decisiva es aún una cita interior: “A menudo, yo adoro un guijarro”, de Arthur Cravan, por supuesto. La mía favorita, como espíritu que aspira a hermanarse con la cultura amerindia, es de Lame Deer: “La tierra está viva. Las montañas hablan. Los árboles cantan. Los lagos pueden pensar. Los guijarros poseen un alma. Las piedras tienen poder”. Malfant escribe que respeta las piedras y que hasta intenta no desplazarlas cuando anda: “Respeto su edad y su situación. Mido el tiempo que han necesitado, y las vicisitudes, para llegar allí”. Pero yo abro una excepción, ya que tengo por hábito echar abajo las acumulaciones de piedras que dejan los senderistas para indicarse el camino unos a otros; es cierto que ya esas piedras han sido movidas y se trata en parte de un acto de desagravio, pero también lo es que yo dejaba en su lugar, hasta religiosamente, las señales de los pastores de la sierra portuguesa de Montemuro, muy bonitas además, casi como si fueran figuras de Tanguy. En este caso, triunfa mi fobia al gregarismo de esa especie depredadora que no deja de ser, aunque se disfrace de amor a la naturaleza, el senderista común, urbanita y corrompido por la banalidad reinante.
Banalidad de la que David Martí, por lo que muestra su admirable “carta imaginaria”, estaba completamente protegido.

lunes, 23 de marzo de 2015

Auge de Aldo Pellegrini

Aldo Pellegrini es una de las figuras fijas, incólumes, del surrealismo. Toda novedad suya es una noticia para el surrealismo hoy, y nunca un mero dato bibliográfico.
En 2012 se reeditó su fabulosa Antología de la poesía surrealista de lengua francesa, que, avalada por André Breton y Édouard Jaguer, sigue siendo la más importante por lo que respecta al período que cubría, o sea hasta la fecha de su edición, en 1961. También apareció en 2012 su obra teatral, con el título de Teatro de la inestable realidad. En 2013, Lo erótico como sagrado. Y en 2014 Apostasía. Todo ello en Argonauta, donde son asequibles también La valija de fuego (con su poesía completa) y los muy altos ensayos que preceden las Obras completas de Lautréamont, la Antología de Oliverio Girondo y Van Gogh, el suicidado por la sociedad, de Antonin Artaud –un libro cuya primera edición en Argonauta, o sea la de mayo de 1971 (la tengo ahora mismo ante mis ojos), solo llegó a mis manos en marzo de 1976, pero para producirme una conmoción que aún recuerdo perfectamente, cuando yo vivía un período vital de excepcional intensidad, por los parajes mediterráneos del Masnou.
La solapa de La valija de fuego, en 2001, presentaba como si estuviera ya publicada la colección de ensayos reunidos La conquista de lo maravilloso. Pero se trataba de un libro fantasma, ya que luego no aparecía por lado ninguno, y bien que la busqué luengos años. Ahora, en la solapa de Apostasía, se sigue nombrando La conquista de lo maravilloso, por lo que esperamos la cosa ya vaya en serio. Durante muchas décadas, el gran referente ha sido el librito de ensayos Para contribuir a la confusión general, publicado en 1961, con sus “ensayos persuasivos” y sus “ensayos apersuasivos”, de interés y calidad excepcionales –y toda una bella, más que persuasiva introducción al surrealismo.
Apostasía es una novedad absoluta de Pellegrini. Se trata de una hasta ahora desconocida “obra radiofónica en tres actos”, escrita entre 1966 y 1969. Y lo más curioso y destacable es que versa sobre la trágica historia de Camila O’Gorman, que inspiraría en 1973 la bellísima novela de Enrique Molina Una sombra donde sueña Camila O’Gorman, cuya edición española leí yo en su día, con bastante deslumbramiento. Prologa Apostasía Rodolfo Alonso, para quien la pieza de Pellegrini “se yergue aún, ya en otro planeta, en otro mundo, abrumado por la barbarie consumista y la banalidad globalizada, como anatema realmente poderoso contra el auténtico calvario del amor-pasión padecido por la pareja, para siempre legendaria, de Camila O’Gorman y Wadislao Gutiérrez”. La espantosa sociedad que los masacró nos hace pensar en ese tópico inmundo que considera al surrealismo innecesario en la América latina, porque ya sería “surrealista”.
“Se llama poesía a todo lo que cierra la puerta a los imbéciles”.

Pito de noticias y novedades

En la Folha de S. Paulo, 1 de marzo de 2015, aparece “Apito vesperal”, una de las seis “baladas totémicas” que componen la gesta marina de Zuca Sardan Milord e Medusa, de inminente aparición como e-book editado por la e-galaxia.
Confío viajar algún día en la Nau Porqueta, ya que nunca se me verá en esos espantosos cruceros que surcan los desgraciados mares y lanzan esos ejércitos de zombis a los más desprevenidos rincones de este insalvable planeta. Y a la vez pregunto: ¿qué hoja de col, a nivel mundial, puede presumir del lujo de una página como este “Apito vesperal”?


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Javier Gálvez reúne en Médanos, nueva exquisita edición de Ardemar, tres poemas ya aparecidos independientemente y cuya unidad refleja el epígrafe de Paul Celan: “Partidario del absolutismo erótico...”
Con las variantes habituales de un poeta obsesivo, esos poemas son El camino de lo confesable (2008), Trece puentes (2014) y Amour fou écart absolu (2014).

“Hay que atravesar trece puentes / los trece puentes del amor / El puente del amor / y su penumbra relampagueante / El puente del amor / y su boca postiza, aleluya, / bajo el zafio aletear de mariposa / El puente del amor / y su recurrente simbolismo / El puente del amor / y su ruina malintencionada / El puente del amor / y su carga de puertas batientes / El puente del amor que discurre feliz sobre los raíles de la culpa / El puente del amor / y su consistencia de yeso agujereado / El puente del amor /y su pequeña gesticulación / de patetismo rencoroso / El puente del amor / que nada puede contra los bostezos del conformismo / El puente del amor / como una urticaria jorobada / El puente del amor / como una palabra llena de otras palabras / y de pezuñas / El puente del amor / donde me unto de mermelada las fracturas del deseo / y todos estos pasos dados / para llegar al final de ese puente / el puente / del amor / siempre insuficiente”.

Javier Gálvez, Praga, diciembre de 1998

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De “magnífica” nos califican la exposición de Patrick Hourihan “El misterioso Mr. K y compañía”, sobre todo por lo que respecta a las cajas presentadas, aunque para mí bastaría con sus poderosos dibujos y pinturas automáticos.

Patrick Hourihan, El sonámbulo

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De Claude-Lucien Cauët, componente del grupo surrealista de París, se publicó hace poco tiempo Éclats d’âme. Géographie poétique. Cauët es autor de muchos escritos curiosos y trastornadores, reunidos en varias publicaciones: Événements, Nomades, Anecdotes, Rencontre, Essai d’autocosmologie, Le passager incertain, En cours...

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Nuevo número de Phosphor, la revista del grupo surrealista de Leeds:

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Nos escribe Renzo Margonari unas palabras que para áreas hispánicas no son menos válidas: “Los editores italianos tienen una característica perversa: cuando hacen algo sobre el surrealismo recurren siempre a autores que no saben nada acerca del surrealismo, o que hasta se oponen a él”. Tras la impostura de un reciente catálogo sobre Max Ernst, en que se lo alejaba del surrealismo, en Giunti, Florencia, un tal Giuliano Serafini perpetra en el suplemento de febrero de Artedossier una breve historia del surrealismo plagada de dislates, en muchos casos copiados de aquí y allá. Renzo Margonari apela a los soberbios trabajos de Arturo Schwarz, pero también a obras valiosas como Breton e il surrealismo, de Ivos Margoni (1976), y La vertigine del moderno, Percorsi surrealista, de Mirella Bandini (1986), que al menos deberían servir para no largar tantas burradas.

Renzo Margonari, Dragón verdaderamente intrigado por la primavera, 2002

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El n. 3-4 de los Cahiers Robert Rius acaba de aparecer, incluyendo la reproducción del poemario de Rius Frappe de l’echo, última de las Éditions Surréalistes anteriores a la guerra (1940), y que acompañaba un aguafuerte de Victor Brauner. 

martes, 17 de marzo de 2015

Carmen Bruna, en Sonámbula

Sonámbula (www.sonambula.org) ha publicado ya doce bellos libros del surrealismo, a saber: Esfera inacabada de Fernando Palenzuela (también, independientemente, en edición francesa), Los ultramuebles de la pasión de Susana Wald, Femme en songe suivi de Quand l’animal des profondeurs surgit la tête éclate de Ludwig Zeller, Dans l’écrin des jours noirs de Bernar Sancha, La grandeur de la lune brûlée del grupo Les Boules, La chasse à l’objet du désir de la Liaison surréaliste à Montréal, Insoumission poétique: Tracts, affiches et déclarations du Groupe de Paris du mouvement surréaliste y Maillot d’hécatombes pour Jeanne D’Arcula précédé de Vestibule de l’éternité de Guy Girard, Les chemins qui zigzaguent y Les cités légendaires de Guy Cabanel y Poèmes de l’amour rose de Raúl Henao. Un catálogo ya soberbio, con mucha poesía auténticamente esplendorosa y documentos tan importantes como el de las intervenciones del grupo parisino y el catálogo de la exposición de Montreal.
Se suma ahora, en un volumen de un centenar de páginas, una selección de los poemas de Carmen Bruna, una de las grandes voces femeninas del surrealismo argentino, cuya nombre viene unido nada menos que a los de Olga Orozco, María Meleck, Alejandra Pizarnik y Silvia Guiard –sin olvidar, aunque en el terreno artístico, a Virginia Tentindó. Silvia Guiard es quien ha hecho el precioso prólogo-presentación, recordando los años del grupo surrealista Signo Ascendente, al que Carmen Bruna estuvo asociada y cuyo sello le publicó Morgana o el espejismo (1983) y Lilith (1987). La antología va de 1980 a 2003, e incluye también, por tanto, poemas de La diosa de las trece serpientes (1986), La luna negra de Lilith (1992) y Melusina o la búsqueda del amor extraviado (1993). Todos estos títulos hablan de la dimensión mítica de su poesía, que es también una poesía arrebatada y trágica, de furor y revuelta, donde las imágenes convulsivas se agitan en verdaderas mareas de fiebre.
Lilith, 1987, dibujo de Tony Pusey
La edición se enriquece con diez monotipos de Guy Girard, adecuadamente febriles y de los que vemos en la portada un detalle del titulado La muy encarnada. Girard y el editor Enrique Lechuga son quienes se han encargado de la traducción, que es una pena no venga acompañada de los originales en castellano.
Entre los poemas incluidos los hay dedicados a Sergio Lima (“Sergio Lima y el erotismo estrellado de sus collages”), Silvia Guiard (“Silvia pájaro de oro”) y Kirin (“A Kirin”), aparte el titulado “La lucidez de Nadja”.
Carmen Bruna nació en 1924 y murió el pasado año. Por suerte, Raúl Henao le hizo poco tiempo antes de su desaparición una iluminadora entrevista, que puede leerse en su imprescindible libro La doble estrella. El surrealismo en Iberoamérica. Notas y entrevistas poéticas (2008). Allí decía Carmen Bruna: “El mundo de Lautréamont y de Rimbaud son mis mundos bárbaros, alucinantes. Mi poesía es la poesía de los poetas malditos”.

martes, 10 de marzo de 2015

Dragones


Guy Girard prosigue con sus autoediciones de pequeño formato, caracterizadas por la variedad y por la frescura imaginativa. Esta es la número trece, y la precede, como de costumbre, un bello collage de Pierre-André Sauvageot, en este caso alusivo al tema de los dragones, ya que el título del nuevo cuaderno es Le dragon du bon vouloirEl dragón de la buena voluntad.
La nota de presentación informa que estos ocho poemas en prosa acompañan una serie correspondiente de dibujos, reencontrados hace poco en un libro, y cuyo autor era un muchacho llamado Nicolas Guérin, quien hace unos diez años atravesaba “una adolescencia atormentada”. Siete de sus monstruos provocan en Guy Girard una serie de textos que se van encadenando a partir de la última frase de cada uno. Ellos son Monsieur Dragon, Dragón-Momia (con dos apariciones), Esqueleto de Ramitas, Momieflus, el Último Ácaro, Esqueleto Maléfico y Superitoloide. Algunos se pasean por el París legendario, y así vemos al Dragón-Momia  vagabundeando por las orillas del Canal Saint-Martin (uno de los lugares que más me impactaron en mi semana parisina de 1986), al lautreamontiano Último Ácaro dando vueltas en torno a la Columna Vendôme y a los jardines del Palais Royal, y al Esqueleto Maléfico inmovilizado bajo el arco de la “muy bella y muy inútil” Porte Saint-Denis, en este caso hasta para permitir el desvelamiento de la verdadera identidad de este lugar tan prestigioso para el surrealismo –en el último capítulo, con el Superitoloide desplazándose lánguidamente por encima del edificio “coronado de luz”.
He aquí al Dragón-Momia y al Superitoloide, aunque sin los colores con que los representaba Nicolas Guérin:


“Los dragones no reciben correo, pero desde una isla lejana una chiquilla les envía muy a menudo flores de papel”.

martes, 3 de marzo de 2015

“Analogon”, 2014


La revista Analogon es un verdadero fenómeno del surrealismo. Ya para el año presente están anunciados tres nuevos números, que serán el 75, el 76 y el 77. Iniciada en 1969, ha mantenido un ritmo cronométrico desde 1990, y ello sin menoscabo nunca de una calidad creativa y de pensamiento imperturbable, con las intervenciones de los componentes del grupo sumadas a muchas colaboraciones de surrealistas de otros países y a traducciones de textos precedentes que adquieren especial relieve en función de la temática elegida para cada número. Esta es una de las características de la revista, y, así, los números del pasado año llevan los títulos de “Amar”, “Mares y océanos” y “Detrás del espejo, locura”. Esto, si manejo el traductor google, ya que la revista está íntegramente redactada en checo. (La excepción es la imprescindible “Anthology of czech and slovak surrealism”, que, presentada por Frantisek Dryje, permite acceder en lengua inglesa a información, semblanzas y textos desde 1947 hasta 1997: nn. 37, 38-39, 40, 41-42, 43, 44-45, 50-51).


El n. 72 lleva en portada un collage de Martin Stejskal, uno de los puntales del grupo. Hay traducciones de fragmentos de Ferdinand Alquié (de su Filosofía del surrealismo), Sarane Alexandrian (de su biografía de Breton) y Georges Sebbag (de L’amour folie). Especial relevancia adquiere el largo apartado dedicado al castillo de Sade, con las imágenes clásicas de Styrsky, Toyen y Emila Medková, más otras de Stejskal (inspirada, como la de Medková, en el cuadro de Toyen que preside este blog), Bruno Solarik, Jakub Effenberger y Roman Kubik. De Solarik es el largo texto “Styrsky en La Coste”.
El n. 73 lleva en portada una pintura poco conocida del mejor Dalí y comienza con el ensayo de Stejskal “Mare nostrum”. Hay muchas colaboraciones internacionales y un texto de Jan Gabriel sobre Yves Tanguy, que fue marinero y cuya obra tiene atmósfera oceánica. Este es un número suculento, lleno de ilustraciones.


La portada del 74 no puede ser más apropiada: una obra de Schröder-Sonnenstern, quien está presente profusamente en el interior. Algunos nombres son ineludibles: Antonin Artaud, Unica Zürn, Stanislas Rodanski (ilustrado un fragmento de Je suis parfois cet homme por Camacho, Hérold y collages de su amigo Tarnaud), pero también tenemos los sonetos de Hugo Ball, la traducción del artículo de Marguerite Bonnet “El encuentro de André Breton con la locura” (Art et psychanalise, 1992), “El asno podrido” de Dalí, Raymond Roussel visto por Leiris, un escrito e ilustraciones de Ody Saban, dibujos automáticos de Sasha Vlad... Las colaboraciones psicoanalíticas no faltan en una revista que ha estado siempre abierta a esa área. Entre las aportaciones de los propios checos y eslovacos, destaquemos el ensayo que Frantisek Dryje consagra a Karel Sebek, gran figura del surrealismo checo que trabajaba y vivía en instituciones psiquiátricas; los collages de Sebek, que, con poemas, acompañan el ensayo, son espléndidos, y de nuevo la revista vale la pena tan solo por su aparato ilustrado.
En suma, un bastión del movimiento surrealista que por sí solo lleva 25 años consecutivos bastándose para mostrar y demostrar la plena vigencia del surrealismo.

Lenguaje de las piedras


Sobre piedras en rotación es una nueva entrega desplegable de Javier Gálvez en Ardemar ediciones. Cinco fotos de callaos acompañan un texto sobre el “lenguaje de las piedras”, que nos hace repasar el fabuloso artículo de André Breton (Le Surréalisme, même, n. 3, 1957).
El texto de Javier Gálvez es un retrato del vagabundeo por las orillas pedregosas, “con un grillo en la sien escuchando el ojo que palpa”:
“Piedras. Aparentemente inertes, pesadas y desprovistas de atractivo. Engañosamente inmóviles. Y sin embargo, estas piedras están recorridas por un extraño movimiento centrífugo: la imaginación pautando resonancias, fulgores, texturas... Caminar, pasear, dejarse cubrir el calzado por el polvo del sendero, mancharse de barro al internarse en los bancales humedecidos tras un insidioso chaparrón, que ha convertido el hecho de pisar por los terrenos de este arboreto en un prodigioso andar en sueño; y paso a paso uno va descubriendo, entreveradas en ese humus, algunas piedras marcadas a fuego con dibujos, formas y líneas que el azar ha provisto de un lenguaje primigenio. Es este reconocimiento a primera vista el que nos enlaza a una suerte de comunidad orgánicamente constituida entre el ser humano y el mundo natural: comunidad de la infancia en la que uno se regodeaba pisando los charcos de lluvia con el deseo de fundirse con el fondo turbio del cielo reflejado en ellos...
No hay prudencia más severa que la de arriesgarse a curvar la espalda y recoger, casi temblando, una piedra tras otra como si se tratara de recolectar los frutos más insólitos destinados a colmar el inagotable festín de lo imaginario. Y esa a través de esa sucesión de pequeños gestos imperiosos, pero precisos, que la mirada se convierte en un dactilógrafo visual de lo inédito... Me pregunto, palpando en mi mano una de estas humildes y desinteresadas piedras, si es posible imaginar una definición más afinada y tangible de lo maravilloso.
Cada una de estas piedras ha cristalizado en un deslumbramiento aborigen: esa pertenencia al lugar propio –y solo en la medida en que es consecuencia de un deseo– no es, en este caso, una reivindicación de identidad, sino por el contrario, una manifestación de disconformidad: un lenguaje analfabeto.”
Al traducirse al español, en 1975, Perspective cavalière (con el título de Magia cotidiana), desaparecieron las ilustraciones que acompañaban los textos, y entre ellas la del Cacique y la Gran Tortuga, dos ágatas recogidas por Breton en las orillas del Lot, a las que se refiere en el párrafo que cierra “Langue des pierres”:
“Las piedras –por excelencia las piedras duras– continúan hablando a los que quieren oírlas. Hablan a cada cual un lenguaje a su medida: a través de lo que sabe, le enseñan lo que aspira a saber. Las hay también que parecen hablarse una a otra y que, acercándose a ellas, se las puede sorprender hablándose. En tal caso, su diálogo tiene el inmenso interés de hacernos traspasar nuestra condición fundiendo en el molde nuestras propias especulaciones la sustancia misma de lo inmemorial y de lo indestructible (aquí no valdrá acantonarse). Desde este punto de mira, creo que, para nuestra mayor o menor edificación –eso depende solo de nosotros–, merece la pena observar a la Gran Tortuga y el Cacique hablando del misterio de los comienzos y de los finales”.


En mis tiempos de Portugal –¡dónde va ya todo eso!–, la cima de mi relación poética con los cantos rodados –que nunca crían moho, expresando este dicho uno de mis ideales de todo sueño de vida plena– tuvo lugar junto a la población de Segura, en la garganta granítica del río Erges, frontera natural con el reino vecino. ¡Qué delirio de piedritas muy blancas, entre grandes peñascos! Fue una desgracia que entonces yo usara una máquina fotográfica que no tenía ni zoom, por lo que no pude sacar piedras sueltas; además, pocas veces el registro fotográfico me ha parecido tan pobre como allí, ya que las muchas fotos que saqué aquel 2 de octubre de 1991 –aún no habían comenzado las lluvias y se podía transitar por el río sin problemas– solo dan una pálida imagen de todo aquello y de la impresión única que me produjo aquel caos de piedras en el río encajonado y sobrevolado por águilas, cuervos y cigüeñas negras. Tan blanca como las piedras era la rueda de un molino abandonado. Al Erges iba yo con otro objetivo: el de encontrar el Canchal das Letras, o Pedra do Gato, con un mensaje jeroglífico inscrito en la otra orilla, indicativo de un tesoro al que miraba el gato (aparecían también un pote y unas tijeras, que en portugués se llaman “tesouras”). La Pedra do Gato no la logré descubrir, pero no por ello dejó de ser el viaje un hito en mis vivencias de la región fronteriza de la Beira Baixa.


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A la vez que publica este cuaderno de agua y humo, Javier Gálvez ha vuelto a los poemas aparecidos en 2003 con el título de Mi distinguida melancolía urinaria, y que llevaron cubierta de Sergio Lima y una celebrada foto erótica.
Si entonces la tirada, en La Bella Cristalera, fue de 15 ejemplares, la de ahora se reduce a 5, con una de sus características fotos en la portada y la “reinvención” de los poemas.
“Sigo esperando la espuma
la espada blanca
que teje la cintura del amor”

Katerina Pinosová, Suzel Ania, Lucques Trigaut...


“Cuaderno de viaje interior” es el título de esta exposición actual de Katerina Pinosová, figura central del surrealismo checo y eslovaco.

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“Por un lado, hay una sociedad que corre en dirección a la aniquilación crítica y moral, por el otro hay artistas que no se interesan por la realización de obras que puedan suscitar interés, emoción, compromiso, que puedan modificar el comportamiento y el pensamiento humano. Así es como se crea un vacío que debe ser colmado con los sucedáneos de la sociedad del espectáculo, del narcisismo y de las imágenes, donde la fotografía triunfa”.
Suzel Ania y Lucques Trigaut son otras dos artistas maravillosas que sí que se interesan por la realización de obras como las que defendía Enrico Baj en 2003, de obras con “aura”, aún habitadas por el viejo analogon, por la vieja analogía (Discours sur l’horreur de l’art). Esta exposición de collages, titulada “Pot de colle”, tiene lugar hasta el 14 de marzo en la galería de Bruselas Quadri, siempre abierta al surrealismo. Hay, como se ve, piezas también de Anne Éthuin y de Marcel Mariën.

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Sobre el inolvidable Jorge Camacho:

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El pasado año tuvieron lugar dos importantes exposiciones no citadas en “Surrealismo internacional”. Una fue sobre Delvaux, “Le rêveur eveillé”, en el museo Cantini, con catálogo de 171 páginas. La otra sobre Niki de Saint-Phalle, en el Grand Palais, con un catálogo de 367 páginas. Delvaux es una figura muy discutida dentro del propio surrealismo, mientras que en la encrucijada del surrealismo, el expresionismo y el pop art vio René Passeron a la muy lúdica Niki, que por lo primero merece sin duda ser celebrada, y a la que José Pierre dedicó una nota en el n. 3 de La Brèche hablando de su “mirada azul”; sus “cuadros sorpresa” y su jardín del tarot en Toscana no pueden dejar indiferente al surrealismo.

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El catálogo de la exposición sobre el surrealismo en La Louvière, homenaje al primer grupo surrealista aparecido en provincia, es una delicia, que Xavier Canonne, el mejor conocedor del surrealismo belga, ha organizado en forma de abecedario. Contiene muchas reproducciones, en color la mayoría y algunas muy poco conocidas. Hay curiosidades notables, como una carta de André Breton a Achile Chavée de 1962 y una de las hojas Vendonah de Tom Gutt, haciendo una disección del recién académico Jean Paulhan y desmintiendo la noticia de la muerte de Jean Cocteau:
“Cocteau no ha muerto, no morirá jamás, no acaba de morir. Que se diga claramente: él no ha vivido nunca. Cocteau no existe. ¿Qué nos están contando de su cuerpo? Muerto o vivo, Cocteau no ilustra más que la nada”.
En la entrada que se dedica a la exposición surrealista de La Louvière en 1935, se dice que fue “la primera exposición surrealista en el mundo según algunos”, enorme disparate (¿quiénes son esos algunos?) que el propio Canonne corrige, pero solo para apuntar la de 1925 en París y la de Bruselas en el mismo año de 1935, cuando hay unas cuantas más, y si el prestigio de los nombres presentes impresiona, no menos lo hace la de Tenerife, celebrada medio año antes. Por otro lado, como de costumbre en este estudioso, se soslaya la cuestión del siniestro estalinismo de los Nougé, Chavée, Scutenaire, Mariën, etc. En fin, por anotar la tercera puntualización a un conjunto de resto irreprochable, el capítulo cronológico, a partir de 1967, solo ofrece efemérides fúnebres, como si desde esa fecha la historia del surrealismo en Bélgica se compusiera solo de una larga lista de defunciones.
El surrealismo en Bélgica: una larga y apasionante aventura que, aunque carezca ya de dimensión colectiva, continúa agitándose en la actividad de grandes figuras como Jacques Lacomblez, Jacques Zimmermann o Lucques Trigaut.