René Alleau, acuarela ofrecida a Elisa Breton en julio de 1985 |
Se publica otro volumen de la correspondencia bretoniana, esta vez con René Alleau y por las bellas ediciones de Venus d'ailleurs.
Maravillosamente ilustrada, lleva prefacio de Annie Le Brun, un artículo de Laurent Doucet y una guía a cargo de Clément Gaesler de los lugares imantados por las cartas (París, Saint Cirq, Bourges, Montségur, la Bretaña, Colmar, Versalles...) El período de la correspondencia va de 1950 a 1961 y, como de costumbre en este género, hay momentos de interés y otros sobrantes, de mera paja y pacotilla. El meollo de la cuestión lo sintetiza Alleau en un pasaje de su segunda carta: "Como el surrealismo es en nuestra época el único movimiento revolucionario que haya intentado alcanzar el centro de toda revolución real, creo que es también el único cuya búsqueda fundamental ofrece con los trabajos de los alquimistas una profunda analogía". Subrayemos al respecto la aparición simultánea del libro de Patrick Lepetit Surréalistes et alchimistes, desarrollo de uno de los capítulos que componían su obra Le surréalisme. Parcours souterrain y que comentaré aquí futuramente.
Se echan en falta unas mínimas anotaciones a las cartas. No digo que se haga un trabajo minucioso y exhaustivo, pero sí que se podrían dar algunas claves poco costosas, como la de que en las cartas de 1953 están refiriéndose Alleau y Breton a la muerte de Jindrich Heisler. De resto, hay una amplia galería de temas y motivos que se van sucediendo, aparte el de la alquimia: la lectura que Breton ha hecho del libro de Lotus de Païni La magia y el misterio de la mujer¨(Alleau no comparte su entusiasmo y le señala que es "poco revelador con respecto a Nadja e infinitamente menos bello"), Pauwells, las monedas galas, el "affaire" de las pinturas cavernícolas por que fue Breton procesado, los alineamientos de los menires de Carnac, las colaboraciones de Alleau en Médium, la filosofía de Strada (que ha fascinado a Alleau, contestándole Breton que el único en el surrealismo que lo conoce algo es Legrand), la exposición EROS, la lectura de El paraíso perdido (a que Alleau incita a Breton), la busca de piedras en Saint Cirq, etc. Un par de motivos de fricción: cuando Breton le responde que él no pinta nada en una reunión del Circle Hermes, a la que Alleau lo ha convidado, y, más grave, el rechazo en 1957 a un artículo suyo sobre el París simbólico, por unos cuantos detalles ideológicos de carácter político (Alleau le aclara que él no pertenece al movimiento surrealista y que comprende el rechazo, sustituyendo entonces ese artículo por otro).
Resulta algo chocante ver cómo Alleau y Breton parecen obligados a darse continuas muestras de amistad y admiración, señal quizás de que nunca llegaron a la verdadera cordialidad. La correspondencia acaba en enero de 1963, por lo que hay un silencio en los tres años y medio que aún quedaban para el fallecimiento del segundo, seguramente motivado por los límites que impuso la divergencia en la radicalidad política.
El libro reproduce uno de los artículos de Médium y la respuesta a la encuesta sobre el arte y la magia, por lo que es mucho más rico el dosier que yo le dediqué en Surrint a raíz de su muerte. En contrapartida se reproduce una extensa entrevista que le hizo Robert Benayoun en 1970, sobre Breton y el esoterismo, sugestiva aunque sin añadir nada especial.
Siendo una preciosidad de libro, reconozco que no coronó mis expectativas. Eso sí, obligatorio para mejor conocer a René Alleu y obligatorio en esa biblioteca de la correspondencia de Breton que no deja ni dejará de engrandecerse.
René Alleau, Paisaje de la rosa |