Tenía a Yves Vadé por uno de mis ensayistas favoritos, desde que leí L'Enchantement littéraire. Écriture et magie de Chateaubriand à Rimbaud, lectura a la que siguió la de un artículo sobre Breton y el mundo celta en la revista Pleine Marge y, más recientemente, la de otro sobre Yves Elléouët. Es autor además de un libro sobre el poema en prosa y sus "territorios" y de otro sobre etnología y literatura.
Ha sido ahora Patrick Lepetit quien, en su admirable obra La tête d'Ogmius, me ha alertado sobre otro de sus libros, Pour un tombeau de Merlin. Du barde celtique à la poésie moderne, ya que contiene material sobre André Breton y el surrealismo.
La obra confirma las expectativas. Publicada en Corti en 2008, consta de 300 páginas muy densas en que se aborda la figura del mago Merlín desde los ángulos más enriquecedores. Tras indagar el nacimiento de este gran personaje y oponerlo al mito de Orfeo, como el riesgo de la aventura poética se opone a la seguridad de la tradición clásica, se va descubriendo su presencia oculta en la tradición moderna hasta llegar al surrealismo. Rimbaud, Nerval o Lautréamont son nombres en que se detiene Vadé, pero también cita a surrealistas como Maurice Blanchard, Benjamin Péret o Jean Ferry. El capítulo "De lo fantástico medieval a lo maravilloso surrealista" determina las diferencias y coincidencias entre la materia de Bretaña y lo maravilloso surrealista como antípoda de lo fantástico moderno. Una sección de este capítulo se titula "Nitroglicerina", señalando el curioso dato de que esta se inventara en 1868, año de aparición de Los cantos de Maldoror, que anticipa la alianza surrealista de la revuelta y lo maravilloso, aunque Yves Vadé también muestra en su libro, y de modo convincente, lo que separa al surrealismo de la obra de Lautréamont.
"André Breton y la sombra de Merlín" es todo un estudio de Breton y la cultura celta, en que se apoya Patrick Lepetit. Apuntaré que Yves Vadé muestra además un conocimiento profundo de la obra poética del fundador del surrealismo. Cierra el libro un capítulo sobre Henri Michaux, en que Yves Vadé deja bien claro que no le interesa el juego de las "fuentes", sino la actitud del escritor, en el caso de Michaux como poeta desinteresado de la cultura celta pero a la vez completamente no ya ajeno sino hasta hostil a la tradición órfica.