sábado, 10 de julio de 2021

Her de Vries: cartas y cajas

Si yo seguía los consejos de Her de Vries cuando me avisaba de una publicación poco recomendable o deleznable, él hacía lo propio conmigo, y su primera carta del año 2012 me comunica que no va a hacerse con el diccionario de Keith Aspley, a tenor de lo dicho por mí. No sé si llegó a obtener Potence avec paratonnerre. Surréalisme et philosophie, ya que confiesa que sus conocimientos filosóficos le impiden comprender a veces lo que dice Georges Sebbag; no creo que yo sepa más de filosofía que él, pero uno se defiende captando el sentido general y muchas cosas, aunque otras queden en la penumbra.

Otra vez las cartas se suceden y pocos días después, en este mes inaugural de 2012, vuelve “el cartero Cheval neerlandés” a traerle la importante novedad de los dos primeros números de L’Or aux 13 îles: “Tenías razón, es en efecto una revista maravillosa. Con el mayor placer he ojeado y leído estas páginas llenas de maravillas, bajo una cubierta magnífica de nuestro amigo Belotti. En el primer número un artículo muy interesante sobre nuestro amigo Jean Terrossian, a quien he encontrado una vez, hace ya varios años, y de quien tenemos un muy bonito dibujo a la tiza, de cuando estaba influido por Gorky y sobre todo Matta. Y el artículo de Bruno Montpied sobre el abad Fouré: lo he leído con mucho interés. Tenía algún conocimiento de sus obras, pero he aquí un texto e ilustraciones perfectas. Luego, el segundo número, con las maravillosas fotos de Pierre Bérenger, un bello texto de mi antiguo amigo Vincent Bounoure, de quien he podido admirar su colección de arte llamado primitivo. Nos ha dejado, después de su compañera, muy pronto. Lo mismo Pierre Peuchmaurd, con quien yo he compartido el amor por la poesía de Valentine Penrose (hemos intercambiado varios «hallazgos» sobre ella). El retrato de Nicole me ha emocionado. Y de nuevo Bruno Montpied, con un «Reino paralelo» maravilloso”.

La siguiente carta de 2012 viene motivada por la recepción del segundo volumen de Viaje sin retorno. Nunca había estado él en Portugal, pese a que su trabajo burocrático en la Wagons Lit le permitía recorrer Europa en tren gratuitamente, pero sí en España, llegando a Madrid y a Toledo, donde le pareció “alarmante” encontrarse con guardias civiles por todos lados. Portugal, a tenor de mis fotos, debe ser un país “magnífico y magnetizador”, pero, obviamente, yo solo daba la visión de cierto Portugal, aquel en que pervivía la verdad antigua, masacrado despiadadamente por los sucesivos gobiernos europeístas. De nuevo le seducen las rocas (“que a menudo representan animales o insectos”) y los castillos (que hacían “soñar” a Eric Bragg), y de nuevo los castillos en ruinas le hacen pensar en el de La Coste. Como novedades “el sin número de líneas de tren y de traviesas de ferrocarril con ojos fosilizados”, pareidolias ya publicadas en Surrint y que en este caso llamaron la atención de mis amigos Sasha Vlad y Dan Stanciu, quienes les dedicaron unas espléndidas prosas. “Magnífica” (y no se vea en mí vanidad alguna, ya que lo importante en todas estas fotografías no es el fotógrafo, que yo ni me considero como tal, sino la realidad fotografiada) le parece “la roca con peldaños que llevan a ninguna parte”, realmente un altar romano-lusitano de sacrificios animales, dedicados a los dioses infernales:

Del mismo modo, le parece “un enorme anfiteatro de los tiempos antiguos” esta imagen en que vemos las fabulosas terrazas (“socalcos”) del vino de Oporto en el Alto Duero, portentosa zona de Portugal que para mí ha sido desde que la descubrí el paisaje definitivo:


De los castillos me individualiza el de Penedono, “donde han sido celebradas las últimas ceremonias secretas del mundo occidental”:

Y también destaca estas “puertas que se abren a un mundo misterioso”:


Y estos simpáticos bueyes de la sierra de Montemuro (la más secreta de Portugal hasta que los hijos de puta la llenaron de molinos eólicos y le plantaron, a las puertas mismas de esta aldea de Bigorne de donde eran las vaquitas, un enorme y pestífero “aterro sanitario”, o sea vertedero de basura) “ostentando una especie de casco, como si fueran soldados”:


Acompañaba mi envío de Viaje sin retorno una de las pulcras publicaciones de Loplop que la amabilidad de Alex Januário me hacía llegar siempre duplicadas desde los Brasiles, en este caso Os deuses falam pelos govis, ensayo de Pierre Mabille con dibujos de Wifredo Lam, un ensayo sobre las ceremonias vudúes que sin duda le interesaban a él mucho, como todas las culturas primigenias. Me cuenta que Cruzeiro Seixas le ha enviado un catálogo reciente, contándole que a los 91 años (la edad en que moriría Her de Vries) está casi ciego y ya no puede dibujar o leer, pero a veces hablábamos de otras cosas que el surrealismo. Por aquel entonces yo obtenía unos magníficos oportos vintages de la casa Niepoort, fundada a mediados del siglo XIX por holandeses, pero que él no conoce: “Sin duda me gusta beber un oporto, pero generalmente tomo un vino tinto, de preferencia español o chileno, que son mejores que los vinos franceses y sobre todo más económicos”. Con 81 años él seguía sin acceso a internet, por lo que se le escapaban noticias y novedades, pero gracias a los amigos seguía al corriente de lo que sucedía “en el mundo surrealista”. Entre lo nuevo, le pongo al tanto del libro sobre surrealismo y esoterismo de Patrick Lepetit, y también le refiero mi reciente contacto con Jean-Pierre Lassalle, a quien para mi sorpresa conoce ya que contactaron cuando estuvo en Amsterdam y de quien señala que “sabe mucho sobre Lautréamont”.

Estamos en el verano de 2012, que es cuando no pocos nos indignamos con el ataque de Hervé Télémaque a Jorge Camacho, solidarizándose él con la carta de Margarita y con las mías propias. Concluye: “No comprendo por qué Gilles Bounoure, el hijo de Vincent ha aceptado tal texto. Pero en fin, sabemos a partir de ahora que Hervé es un cretino o un canalla” (estos calificativos vienen en español, por lo que deben haber sido tomados de mi carta). Me sorprende en cambio que mantenga relaciones epistolares con Claude Courtot y que se haya comprado los cuatro tomos de sus crónicas; lamenta lo que dice de Édouard Jaguer y las críticas a Brumes Blondes, que curiosamente, mostrando su talante bondadoso, le parecen “amistosas”, a pesar de que son malignamente coherentes con su papel de propietario de las empresas fúnebres del surrealismo tras la muerte de Schuster. La siguiente carta ya responde a mi inquietud sobre su blanda postura con Courtot, cuyas “crónicas” sin duda ha seguido leyendo: “Estoy completamente de acuerdo en lo que concierne a Claude Courtot. Lo que ha escrito sobre nuestros amigos vivos o muertos es horroroso. Al igual que tú, yo pensaba que se trataba de un libro de recuerdos del tiempo en que participaba de la actividad del grupo, pero, al contrario, es un arreglo de cuentas con sus viejos amigos. Hay además un relato de sus viajes a Alemania bastante tedioso. Lo que me ha asombrado más es lo que se ha atrevido a decir del ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York. Dice que lo ha «entusiasmado» el «espectacular» atentado, que lo ha «llenado de alegría». Le he escrito que no comprendo en absoluto que alguien pueda disfrutar con la muerte de más de tres mil inocentes... Su respuesta: que lamenta que algunas de sus opiniones hayan chocado mis buenos sentimientos, pero que no las retira porque «ni la gentileza ni la compasión ecuménica fueron jamás mi fuerte». Se muestra sorprendido por mi incomprensión del atentado, «usted que ha leído a Breton y conoce la famosa frase del segundo Manifiesto sobre el acto surrealista más simple». ¡Verdaderamente increíble, que se atreva a hablar de esta manera! ¡Me he quedado en efecto estupefacto! Pero, en fin, lástima haber gastado dinero en tales estupideces. Como bien dices: «dinero perdido»” Y es que para colmo los cuatro tomos, sumados, costaban más de cien euros, no pasando yo del segundo a la vista de lo que fui leyendo (y habiendo comprado los primeros engañado por el título, que, como señala Her de Vries, hacía pensar en sus años con Breton y en los inmediatos). En cuanto a lo de las Torres Gemelas, recibió por aquel entonces un varapalo tremendo de Guy Ducornet.

Esta es una carta triste, porque me cuenta que su mujer, con la que lleva cincuenta años, se ha caído y roto la cadera, pero con el agravante del surgimiento de problemas mentales que van a convertir su vida de los siguientes años en un calvario. A fin de año me refiere que la operación no salió bien, que la hospitalización se ha prolongado muchas semanas, que ha aparecido un cáncer de hígado, que ha perdido la memoria de las cosas recientes... “Ahora está en casa conmigo, ya que no he querido de ninguna manera dejarla en un centro de rehabilitación con imbéciles seniles. Es muy difícil, tengo que pasar el día entero cerca de ella, porque olvida que no sabe caminar sin andador, de modo que ya se ha caído varias veces aquí en la casa”. Las palabras que siguen, y por cuya tristeza me pide disculpa, no quiero traducirlas: “Mon seul souhait es qu’elle ne soufrira pas, qu’elle saura encore que c’est moi qui lui tient dans ses bras quand elle va mourir, son vieux compagnon depuis plus de cinquante ans...”

El 20 de mayo de 2013 recibo la segunda parte de sus cajas y objetos: “Por fin he encontrado un poco de tiempo para hacer este librito con mis cajas y objetos, que he realizado con tanto placer y diversión y del que tengo igualmente el placer de enviarte un ejemplar. Espero que te diviertan igualmente. No te los tomes muy en serio”. Ya está en marcha el proyecto magnífico del almanaque Ce qui sera, pero va a ser Laurens Vancrevel quien cargue con el trabajo (“enorme, pero que va haciendo con gusto”), ya que la situación no cambia en su casa: “Ella olvida todo lo que se le dice, la falta de memoria, la confusión y, en fin, todo eso no ha mejorado. Pero vivimos aún, continuamos viviendo, del mismo modo que la vida continúa también”.

Este segundo volumen seré yo quien lo ubique en una caja de puros, para que armonice con el anterior. Y helo aquí:

Otras cartas, ya en octubre y noviembre, dan cuenta de L’Impromptu, con la avalancha de publicaciones orquestada por el incansable Jean-Pierre Paraggio, del número 2 de A Phala (donde aparece de nuevo su relato magritteano), de los noa-noas de Cesariny. A fin de año aparece en Le Grand Tamanoir, ahora perfectamente editado, Ciels changeantes, que ya pude yo reseñar en esta página, como había hecho con las cajas y objetos:

nuevas cajas y objetos

fata morgana

Dominique Rabourdin dedicó un excelente artículo a este importante estudio bretoniano, acompañado, por lo que veo, de una nota mía:


Y sobre las cajas, recupero esta breve pero como siempre muy jugosa reseña que Édouard Jaguer dedicó en el número 8 de Infosurr al primer tomo, con una caracterización que por supuesto vale también para el segundo:


Puede decirse que, paradójicamente, estos fueron unos buenos años para Her de Vries desde la perspectiva del conocimiento que pasó a tenerse de sus trabajos, ya que en 2014 tiene lugar una exposición de sus cajas y otros objetos en la Galería Krans de Ouwerkerk, con cuyo motivo se lanza una bonita monografía en que se incluye una bibliografía de sus trabajos e intervenciones, monografía reseñada por Bastiaan Van Velden en el número 114 de Infosurr:

regardez attentivement



El libro ya no me lo mandó él, sino Vancrevel, y a la exposición ni pudo acudir, dada la salud de su mujer. Este año aparece Ce qui sera, que me parece la última gran manifestación del movimiento surrealista hasta el presente, y sin un solo átomo de sectarismo. Nuestras cartas comienzan a espaciarse, a causa de su estado depresivo al que se añaden los dolores musculares que ya lo le permitían andar, pero aún me escribe con el calor de siempre al recibir la segunda edición de Calidoscopio surrealista. Su mujer fallece en 2016 (pese a que al principio los médicos no le habían dado sino unos meses de vida). Sé que luego se operó de la cadera y quedó mejor, pero la vejez es algo atroz (mi amigo el cuidador de gallos Alejo Yánez, sometido con más de 90 años a vértigos espantosos, me dijo una vez: “Miguelillo, no llegues a viejo”, y también que, pese a lo religioso que era, había pensado en cosas que prefería ni contarme).

Lamento que en estos últimos años hayamos acabado por perder el contacto directo, que ya lo era solo a través de Laurens Vancrevel. Creo que importó mucho el hecho de haber cometido yo el error, como tanta gente, de abandonar el correo tradicional, dada la facilidad del electrónico, que permite corregir y con el que en realidad se acaba escribiendo más. En 2018 me contaba Renzo Margonari: “Ahora la Academia Nacional Virgiliana de Ciencias, Letras y Artes, de la que soy asociado, prepara una semana en mi honor con una pequeña exhibición, y soy el primer miembro vivo en recibir este honor en los 500 años de historia de la Academia, que este año celebra su aniversario de fundación. Pero no tengo a nadie con quien compartir, ya ni siquiera hay amigos. Creo que pude disfrutar de todo esto porque me hice demasiado mayor. El cerebro, sin embargo, todavía funciona bien, con algunos brotes de depresión Recientemente escuché lo mismo de mi querido Her de Vries, quien también sufrió la pérdida de su pareja y está bastante triste. Le escribí recientemente, pero no he recibido respuesta hasta ahora”. También mantenía el contacto con él Guy Ducornet, quien creo que lo visitó ese mismo año en su casa de Alkmaar (donde, por cierto, se compusieron los ya legendarios números de Brumes Blondes).

Aún di noticias suyas en los albores del año 2019:

noticias de her de vries

Y concluyo así este homenaje personal a mi amigo Her de Vries.