Por una foto
inédita del estudio de Picasso, expuesta en su museo catalán el año pasado,
pudo descubrirse que el famoso objeto Jamais de Óscar Domínguez había
sido regalado por el artista canario a su admirado compatriota a fines de los
años 40, cuando (desgraciadamente) había caído bajo su égida. Jamais,
que se consideraba desaparecido para siempre, lo poseía aún la hija de Jacqueline Picasso,
y así ha podido reaparecer en una exposición que se celebra ahora mismo en el
Museo Picasso de Barcelona. Mayor interés aún ofrece el hecho de que la
exposición ha generado un catálogo que
es un festín visual y que incluye un ensayo espléndido de Georges Sebbag y
Emmanuel Guigon. En estos tiempos de penuria, nada mejor bienvenido.
Le souvenir de l'Avenir |
“Las epifanías
del gramófono Jamais” se abre con un capítulo sobre los objetos de
Domínguez, y todos sabemos que a Emmanuel Guigon se deben los mejores estudios
sobre el objeto surrealista y la mejor monografía sobre el Drago de Canarias. A
partir de ahí, sus reflexiones y las de Georges Sebbag se van complementando
de manera impecable y son, en líneas generales, diferenciables para quien ha tenido la fortuna de
conocer los numerosos trabajos con que han iluminado potentemente el
surrealismo a lo largo de las últimas décadas. El segundo capítulo analiza el
dibujo Le souvenir de l’Avenir en su relación con Jamais y como
primer paso de la más conocida pintura Souvenir de l’Avenir, una de las
primeras superficies litocrónicas, pintada en 1938, o sea el mismo año en que
aparece el gramófono, en la exposición internacional surrealista de París. Esta
exposición, que Sebbag y Guigon consideran con justicia “la más provocadora e
inventiva de todas las exposiciones surrealistas”, es abordada en el tercer capítulo,
dedicado a las “Primeras apariciones de Jamais”, que se encuentra representado
en el mítico Dictionnaire abrégé du surréalisme (ya que funcionó como
catálogo de la exposición), y que luego viajó a Amsterdam para la versión
abreviada de la exposición parisina, que allí se empapó de brumas rubias.
Hélène Vanel, en acción surrealista |
“Jamais
en la prensa”, apartado siguiente del ensayo, nos brinda las divertidas burradas
que eran con frecuencia la moneda corriente en la recepción de la mediocridad y
la estulticia periodísticas. Pero sin duda donde la investigación motivada por
ese hallazgo alcanza cotas del interés más novedoso es en el capítulo
“Linternas, bailarina y gramófono”, ya que enfoca lujosamente la ignota figura
maravillosa de Hélène Vanel, describiendo la trayectoria que la llevó a
participar en la exposición surrealista. En conclusión se afirma que Hélène
Vanel “fue una virtuosa de las apariciones en la penumbra y una gran adepta del
gramófono”. Su actuación nocturna, semidesnuda, en la exposición el 17 de enero
de 1938, a la luz de las linternas y de un brasero, “se ajusta absolutamente a
las actuaciones sensuales y sagradas, disparatadas y enigmáticas, corporales y
salvajes, que venía realizando desde hacía más de quince años”. Constó de tres
danzas –“La histeria”, “El trébol encarnado” y “El acto fallido”–, de las que
se dan el registro fotográfico, destacando también la imagen en que aparece
rodeada por los surrealistas.
Pero aún hay
más en este catálogo que es a la vez un primor y una pieza de inteligencia. “Un
salto al vacío” revela relaciones inquietantes del objeto de Domínguez, y el
apartado siguiente nos traslada al estudio bonaerense de Ramón Gómez de la
Serna, donde el mayor escritor español del siglo XX había pegado en las paredes
más de veinte recortes del Dictionnaire abrégé du surréalisme (y
muchísimos del número 10 de Minotaure, exclusivamente surrealista,
aparecido en el invierno de1937), amén de otras imágenes de Domínguez. Por
último, “El fonógrafo de Jarry” señala en este gran pionero un antecedente
clave no solo del gramófono sino del dibujo y la pintura litocrónica.
Tres cuartos
de siglo después, el gramófono de Domínguez sigue emitiendo sonidos.
Jamais, en la exposición parisina |