L’impromptu, boletín del
umbo, cierra con su número 14 un ciclo abierto en 2011 y que hemos seguido con
mucha atención. Aparte los textos e imágenes que incluía, aportaba mucha
información de la poca actualidad de interés que hay, y sin ceñirse al ámbito
francés. Con posterioridad a la ruptura del grupo parisino en 1969, ha habido,
en París pero también en provincias, un verdadero laberinto de pequeñas
publicaciones, desde las de carácter casi confidencial hasta las saludablemente
agresivas (como las muchas de Jimmy Gladiator), que, sin reclamarse necesariamente
del surrealismo, han sabido mantener el espíritu del surrealismo: L’impromptu
ha sido una de ellas.
Su responsable, Jean-Pierre
Paraggio, instalado en Tolosa, mantiene la hoja soapbox y abre ahora un nuevo
sitio:
Como Hans-Peter Paragem, hace la
despedida, donde agradece a “los que lanzan sus imágenes sobre el vacío y
reinventan cada día la Piedra Negra”, así como a los “curiosos” que han seguido
el boletín, aunque el verdadero agradecimiento quien se lo merece es él, que ha
sabido aglutinar todas estas fuerzas de la poesía. En este número de 40
páginas, esos nombres son más que nunca. Imágenes hay de Philippe Lemaire (dos
collages), Claude Barrère (una tinta y un dibujo), Josée Leybaert (con sus
dibujos de teléfono, modalidad automática que Bernar Sancha presentaba en La
chasse à l’objet du désir), Guy Girard (con La liebre de Paracelso),
Susana Wald y Ludwig Zeller (con una colaboración extraída de Espejismo),
Claude Ballaré (con un collage de arte postal), Marcel Miracle (dibujos) y el
propio Paraggio (con la foto de un dibujo anónimo sobre una pared de Tolosa, en
la que ha irrumpido un ciervo, pudiendo decirse que este es el número de los
ciervos, ya que otro, de perfil, aparece en uno de los collages de Lemaire).
Textos hay de Elaine Woo, Wanda
John (un poema “en protesta contra la destrucción de toda la naturaleza
en Alberta, Columbia Británica”), Raúl Henao, Olivier Hervy, Guy Cabanel (un
poema de Poèmes du départ y otro de Sous l’œil du chaman, cuadernos
inéditos), Laurent Albarracin, Louis-François Delisse, Pierre Peuchmaurd (notas
y aforismos de Fatigues, de las que traduzco esta: “En Tolosa, la
avenida de la Gloria, paralela a la avenida del Cementerio. En Cahors, la calle
André Breton prolongada por la alameda de los Suspiros”), Julien Starck,
Jean-François Rousseau, Jean-Raphaël Prieto, Alain Roussel, Gilles Montagné
(unas divertidas “poesías criminales” hechas a partir de novelas policiacas
contemporáneas, la primera merecedora de incluirse en una antología de humor
macabro), Isabelle Dalbe (una prosa dedicada a Aimé Césaire), Pascal Ulrich
(quien también ha hecho la portada) y Daniel Giraud (con un epígrafe en que
cita los versos robertjohnsianos de “Love in vain”), Régis Gayraud, Jorge
Dipré, Ghislain Mirkos.
El capítulo bibliomaniaco
registra muchas publicaciones ya citadas aquí, por lo que señalo solo tres que
me son nuevas y llamativas: de Alain Roussel, Ainsi vais-je par le dédale
des jours; de Jehan Van Langhenhoven, Du surréalisme raconté à Mamadou
Slang et sa bande au Rendez-vous des Amis; y el n. 27 de Le Pique-feu
de Jean-Claude Biraben.
En la serie adjunta al umbo
Passage du sud-ouest, han aparecido la segunda parte de Revue de Olivier
Hervy (el cazador de paradojas), con frontispicio de Susana Wald y Ludwig
Zeller, y de Roberto San Geroteo Le feu fait son travail, con
frontispicio de Roland Giguère. Leía del primero esta nota: “Si la fanfarria se
desplaza es por saber que nadie se tomará el esfuerzo de venir a escucharla”,
cuando pasó por mi calle la fanfarria de la fiesta del barrio, lo cual solo
ocurre una vez al año durante unos pocos minutos.