Se ha publicado recientemente, en la colección “Bouquins” de Robert Laffont, un volumen de más de 1100 páginas sobre la masonería. El interés nuestro va hacia la colaboración de Jean-Pierre Lassalle, ya que se ocupa del surrealismo y la francmasonería, tema que ya había abordado en los Cahiers d’Occitanie. Enumeraba él entonces a una serie de surrealistas que han pertenecido a la masonería: Philippe Soupault (aunque después de dejar el surrealismo), Pierre Mabille, Henri Seigle, Bernard Roger, Guy-René Doumayrou, Roger van Hecke, Élie-Charles Flamand y Marie-Dominique Massoni, a los que suma ahora, entre otros, los de Fernand Dumont y Jean Palou, y a los que se pueden sumar el de Endre Rozsda y el de Ithell Colquhoun, quien tenía un verdadero entusiasmo por las órdenes esotéricas: en 1952 entró en la Orden del Templo de Oriente, en 1955 en la Logia de la Nueva Isis, en 1963 fue iniciada como maestra masona y en 1965 se consagró diaconisa de la Antigua Iglesia Céltica (por algo la ha definido Michel Remy como “el surrealismo en perpetuo estado de fantasmagia sobre los caminos convulsivos del ocultismo”).
En este breve trabajo, Jean-Pierre Lassalle analiza la actitud de André Breton, con su “no estoy para los adeptos”, pero también con su estima hacia “los francmasones príncipes del enigma, como Martines de Pascually, Louis-Claude de Saint-Martin y, ya contemporáneos suyos, Pierre Mabille, Robert Amadou y René Alleau”. Al final alude a una obra que hemos reseñado muy positivamente en estas páginas: la de Patrick Lepetit Le surréalisme. Parcors souterrain, donde se señalaba cómo “el surrealismo ha sido impregnado por el Arte Real, y no solamente por el psicoanálisis o el compromiso político”.