miércoles, 31 de octubre de 2012

Collages de Aube


Lamentábamos hace unas semanas no saber si la última exposición de collages de Aube Elléouêt, celebrada en la galería 1900-2000, dispondría, al igual que ocurrió con las dos anteriores en el mismo lugar, de un catálogo, para salvación de los que ya no nos movemos por el mundo. Pues ¡albricias! aquí tenemos otro pequeño catálogo, con las mismas características de los anteriores.
El título de esta exposición es “Le jeu de l’aube à tire d’aile”, jugando con su nombre, el componente lúdico del collage y la velocidad del automatismo, que rige todas estas imágenes, aunque sea, como decía Breton, de modo subterráneo. Lleva un bello y certero texto de François-René Simon –un nombre bien conocido del surrealismo desde la mitad de los años 60–, en el que comienza por decirnos no ya lo que sabíamos por Max Ernst, o sea que la cola no hace el collage, sino lo que sí hace el collage:


No solo hay aquí collages, sino también objetos, o más concretamente los cinco únicos objetos que Aube ha realizado, valiéndose de madera, cuerdas, conchas, porcelana, metal, papel...Uno de ellos es un homenaje a Man Ray, con un violín sobre dos piernas de mujer calzada con zapatos rojos.
En cuanto a los collages, junto a los pequeños objetos de los rastros o las postales, a veces tenemos sorpresas: un holograma, vidrios, la corteza de un árbol... Los motivos son los habituales en ella, pero siempre, también, con novedades. El mar, para Aube “principio de todo”, rige muchos de ellos: “Mareas”, “Tótem para el mar”, “El baño de medianoche”, “El nautilo”, “El barco-fuego”, “El canto de las ballenas”, “Recuerdo de mañana”, así como los objetos “Boliche” (con un faro, motivo muy suyo), “Leda y el cisne” (saliendo este de una gigantesca concha) y “No necesita título” (conchas de las que surgen manos de porcelana). Los árboles son también centrales en su imaginario, dándonos aquí “La vida secreta de los árboles” y “Raíz”. Luego están las aves: “Los pájaros del silencio”, “Tótem para el mar”, “El ángel-lechuza”. Este último personaje muestra unas cartas de baraja con la palabra “ailleurs”, de tanto sabor rimbaldiano-bretoniano. La baraja abre precisamente el catálogo, con “La bella escapada” (cuya reproducción tenemos arriba), reapareciendo luego un poco al azar, como en “El pie del profeta” y “El reparto de cartas”, mientras que, si ya en “Quien pierde, gana”, reproducido en un catálogo anterior, se jugaba también al dominó, aquí, en “Los dados nunca son lanzados”, estos se mezclan con las cartas en una divertida escena.


Podríamos hablar también de las figuras esféricas (en “El caballo de las rocas”, “La respuesta”, “Mareas”, “Correos”), pero destaquemos mejor la singular presencia, siempre con la mano de guante blanco en el mentón, su antifaz y su sombrero de copa, del maestro Fantômas, héroe capital del surrealismo popular, a quien todavía falta honrar en un “Fantômas y el surrealismo”, que sería un libro fascinante. Aquí está presente en tres collages. “Noviazgo”, de forma oval, lo presenta en una taza de café entre una sirena y un faro, sosteniendo de una cadena a un caballito de tiovivo. En “Ricochets” domina los edificios de París, tal vez preparando el estallido de los depósitos de agua que la inunden. El tercero toma su título (“Cada vez hay más extranjeros en el mundo”) de Pierre Desproges, humorista francés de los años 70 y 80, y en él, junto al Maestro del Espanto, sobre una hoja arbórea, aparece la Salomé de Moreau, que tanto gustaba a Breton, lanzando precisamente un par de dados. Del mismo modo aparecen otras féminas del viejo arte, como la bañista de Ingres, que ha migrado de “Jóker”, conocido de otro catálogo, a “El baño de medianoche”. Más moderna es la dama fluvial de “El jardín de Francia” de Max Ernst (1962), aquí en el centro de las “Mareas”.
Otro gran personaje que aparece en esta nueva serie de collages es el amigo Queequeg, a quien Aube hace encontrarse –al modo de Eugenio Granell– con la princesa de Clèves, protagonista de la homónima novela de Madame de La Fayette, novela por cierto que mucho estimaba André Breton. Y aquí seguimos en el mundo marino, que por algo dijo D.H. Lawrence de Moby Dick que era “el libro de mar más grande que se ha escrito jamás”.
Aube homenajea también al gran mago Robert Houdin, y a Poe con “La casa Usher”, aportación muy bella a la rica iconografía surrealista de este poeta más estimado de los que se piensa en las huestes surrealistas, si se dejan al margen su faceta policiaca y la de algebrista de la poesía.
Todas estas imágenes están bañadas supremamente de poesía y de misterio, y haría bien en despabilarse quien desee tenerlas al alcance de los ojos, y de la imaginación: tres preciosos catálogos, pequeños y de unas 50 páginas, editados impecablemente por la galería 1900-2000 (http://www.galerie1900-2000.com/).
Excepcional de todo punto, ya que su iluminación deslumbrante contrasta con el fondo negro imperante en la mayoría de los restantes collages, es el titulado, simplemente, “Gitana”: