miércoles, 18 de enero de 2012

Carolina de Günderode y el surrealismo


El mejor texto que conocemos sobre las mujeres del romanticismo alemán no pertenece –evidentemente– a ninguna feminista universitaria, sino a Annie Le Brun. Es de 1978 y está incluido en su libro À distance (1984). Al referirse a la “revuelta absoluta” de Carolina de Günderode, dice:
“De esa revuelta, sin la cual la idea de libertad se reduce a no ser más que un medio de acondicionar el terreno, sin la cual el amor se reduce a no ser más que una debilidad del individuo; de esa revuelta, de esa sed de absoluto, no hay ni sombra en el actual discurso feminista, y ese es, por mi parte, el reproche definitivo que hay que hacerle. Pues es por haber compartido con algunos hombres jóvenes esa revuelta absoluta, ese altivo rechazo de acomodarse a la banalidad, por lo que las mujeres del romanticismo supieron inventar su libertad”.
Las mujeres del romanticismo alemán son altamente estimadas por los surrealistas. Bettina de Arnim estaría en el extremo negativo, resultando poco apreciada –a causa sin duda de su deslumbramiento por el senil Goethe– en la encuesta del “Ouvrez-vous?” de Médium de 1953, mientras que Carolina de Günderode recibe un unánime sí. Respondieron Jean-Louis Bédouin, André Breton, Elisa Breton, Adrien Dax, Georges Goldfayn, Julien Gracq, Gérard Legrand, Wolfgang Paalen, Benjamin Péret, Jean Schuster y Anne Seghers. Elisa y Péret coinciden en la emoción de encontrarla, emoción que en Paalen se reviste de “respeto y ternura”. Julien Gracq y Gérard Legrand la asocian a la noche, y Adrien Dax revela que esperaba su llegada.
Seis años después, Alejandra Pizarnik escribe el bello poema “Carolina de Gunderode”, precedido del epígrafe de la escritora romántica “Et nostalgique je vagabondais par l’infini”:

        La mano de la enamorada del viento
        acaricia la cara del ausente.
        La alucinada con su “maleta de piel de pájaro”
        huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.
        La que fue devorada por el espejo
        entra en un cofre de cenizas
        y apacigua a las bestias del olvido.

En 1983, Meret Oppenheim le dedica un lienzo extraordinario:


Recordemos que, en castellano, la colección Letras Universales de Cátedra dispone de un magnífico volumen dedicado a las escritoras románticas alemanas, donde, aparte Carolina von Günderode, aparecen antologadas –poemas, prosas y cartas– Sophie Mereu, Ottilie von Goethe, Adele Schopenhauer, Bettina von Arnim y Dorothea von Schlegel.