El espíritu de la revuelta, 1964 |
Con más de un año de retraso, y a través del último boletín de Infosurr, me entero de la desaparición de Konrad Klapheck, uno de los más inventivos artistas del surrealismo desde los años 60. Y un tipo fabuloso.
A modo de sencillo homenaje, reproduzco la entrada de Caleidoscopio surrealista y presento un pdf que consta de los siguientes elementos, casi todos referidos en la entrada:
1. Ensayo de Breton que cierra Le surréalisme et la peinture.
2. Los dos artículos que le dedica en L'Abécédaire José Pierre.
3. De La Brèche, números 3, 6 y 7, el ensayo de Édouard Jaguer, dos ilustraciones y la respuesta a la encuesta sobre las representaciones eróticas.
4. Artículo de François-René Simon en el número 6 de Le Cerceau (1997-1998).
5. La caja de Her de Vries.
6. Una dedicatoria a Elisa Breton.
Konrad Klapheck (1935). No iba a conformarse el joven y rebelde Konrad Klapheck
con la dominante abstracción gestual, por lo cual optó por hacer, en 1955, “el
cuadro más rigurosamente opuesto al tachismo”: su primera máquina de escribir,
como provocación a la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. “Pero la máquina
se vengó de mi farsa exhibicionista. Sin que yo lo deseara, se convirtió en un
monstruo insólito, extraño y familiar al mismo tiempo, un retrato poco
halagador de mi propia persona. Yo había hecho un descubrimiento: con ayuda de
la máquina, podía extraer de mí mundos desconocidos. La máquina me obligaba a
confesar mis deseos más ocultos”. Klapheck realiza retratos analógicos de
teléfonos, máquinas de coser, motos, grifos, duchas, timbres, máscaras de gas,
etc., yendo más allá de su función utilitaria y no sin humor: “Mi trayectoria
tiene siempre algo de anárquico, de cómico. Mi tendencia es decir la verdad en
forma de broma. El humor es algo importante. Mis títulos están a menudo tan
desprovistos de seriedad que algunos se irritan. Sin embargo, la seriedad está
contenida en el contenido del cuadro. Los títulos se dan el aire de no ser
serios, pero, en mi pintura, yo soy siempre de una seriedad absoluta. Yo quiero
ser comprendido, pero a través de ese elemento cómico; tal es mi estilo. Es
también mi estilo de vida”. En 1956, Klapheck se establece en París, donde su
amigo Christian d’Orgeix le descubre las obras de Raymond Roussel y Marcel
Duchamp, tan próximos a sus voluptuosas máquinas celibatarias, y donde será
asiduo de las tertulias en À la Promenade de Vénus, participando tanto en las
actividades del grupo surrealista como en las del movimiento Phases. En 1957
publicó una serie de dibujos inspirados en Max Ernst. En 1960, José Pierre
escribe “Konrad Klapheck o los objetos acusadores”, fino texto incluido luego
en L’abécédaire (al igual que “El
sello de la interioridad”, del 68). En
1962, dos ilustraciones (Matriarcado
y La familia numerosa) acompañan en
el n. 3 de La Brèche un gran ensayo sobre
su “carnaval mecánico”, firmado por Édouard Jaguer (“Plan y desmontaje del
ordenador Klapheck o las miradas de Argus”), mientras que en el n. 6 son
reproducidas La Surfemme y La Sexbombe y en el 7 responde así a la
encuesta sobre las representaciones eróticas: “Me es difícil expresarme sobre
mis representaciones eróticas escribiendo, porque son mis cuadros los que
contienen todo lo que yo podría decir sobre el amor. En mí, pintura y amor se
encuentran en intercambio permanente. Si miro a mi mujer, pienso en las curvas
sensuales de las máquinas de coser que deseo dibujar y mis cuadros acabados me
dan revelaciones sobre el amor. Dos tendencias caracterizan mi vida íntima así
como mis actividades pictóricas, la limitación de mí mismo y la busca de la
perfección. En pintura, me limito al tema de la máquina, en el amor no hay más
que una sola mujer para mí, soy monógamo. El cambio ha de ser encontrado en la
metamorfosis y el disfraz de un solo objeto amado. Mi mujer, la única que amo,
debe ser virgen y seductora, dominadora o esclava, debe representar a todas las
mujeres, así como la máquina de coser debe representar a la mujer en el papel
de novia, madre o viuda. Por la repetición y por la renuncia al cambio es como
me parece posible la busca de la perfección, que es mi mayor debilidad y amenaza
el acto de amor con la sistematización y la mecanización. Pintor de máquinas,
yo mismo me he convertido en una máquina. La gota de aceite que esta máquina
necesita se llama inspiración. ¿Quién sino el amor sería más apto para
facilitarla?”. En 1963, un texto de Robert Benayoun acompaña el catálogo de su
exposición en la milanesa galería Schwarz, y en 1965 André Breton escribe un
texto sobre él que pondrá el broche a Le
surréalisme et la peinture. En el mismo año, el último número de La Brèche incluye una reproducción de su
pintura El espíritu de la revuelta.
En 1997 introduce la figura humana, con desnudos femeninos en interiores, inspirados en viejas fotos eróticas. Estas obras aparecen incorporadas a la excelente monografía publicada por los museos de Estrasburgo en 2005, con motivo de una exposición organizada por Emmanuel Guigon y que incluye muy finos textos de este y de Gérard Durozoi, así como un apasionante conjunto de escritos del artista, compuesto de una serie de notas para el catálogo de la galería Schwarz en 1968: “Los descendientes” (publicado en Phases, n. 8, 1963), “La máquina y yo” (1965), “Mis objetos” (1974), “Sobre mis dibujos” (1983), “Por qué pinto” (1985), “La supermadre” (1992) y la respuesta a la citada encuesta. Precisamente Arturo Schwarz le dedicó una importante monografía en 2002. En 1999, Her de Vries hizo la caja Petit monument pour Konrad K., cuya foto puede verse en Regardez attentivement, su segunda publicación de cajas y otros objetos (2013).
"El azar es el maestro de la inspiración".
Libertad, amor, 1964 |