domingo, 21 de julio de 2024

Rimbaud y el surrealismo (años 40)

1940. Seguimos en el surrealismo chileno con Enrique Gómez-Correa, quien dedica este poema a Rimbaud en la sección "Rayos X" de su primer libro, Las hijas de la memoria, del que se tiraron en las Ediciones Mandrágora 100 ejemplares:






(La palabra "oxianto" está corregida en un ejemplar del poeta, ya que es "oxiacanto".)

Del mismo año es el soberbio cuadro de Clovis Trouille Mis funerales, con las Galerías Rimbot ("Me gustaban las pinturas idiotas..."):


En el número 4 de VVV, 1943, "el Rimbaud americano", como llamaría Ted Joans a Philip Lamantia, publica unos poemas que acompañan una famosa carta a Breton, el primero de ellos este:


En 1945, Armand Simon ilustra, como a Poe y Lautréamont, Une saison en enfer, pero el proyecto editorial fracasa. Del mismo año es este dibujo de Hans Bellmer, Anatomie de l'image (Je suis un autre):


Al año siguiente, Victor Brauner pinta Oh! saisons, oh! châteaux:


Llega la exposición internacional surrealista de 1947 y Jacques Hérold es uno de sus más activos participantes. Los grandes transparentes es su obra más recordada, pero también, entre otras contribuciones, estaba la rosa que hacía tic-tac para el altar de Raymond Roussel y La corbata de Arthur Rimbaud para el de Léonie Aubois d'Ashby, la "hermana" del poeta cuyo nombre aparece en la letanía de "Dévotion", una de las iluminaciones más celebradas por André Breton. La hierba era rociada todas las mañanas, para que conservara toda su frescura ("A ma soeur Léonie Aubois d'Ashby. Baou -l'herbe d'été bourdonnante et puante"):


En 1948 se publica en las ediciones K. de París Soleil cou coupé de Aimé Césaire, con el poema "Barbare", hecho a partir de la iluminación homónima, que también inspiraría a Svanberg (añádase que a su vez Khaïr-Eddine reescribirá el "Barbare" de Césaire  en su Soleil arachnide, ya en 1969).


La década concluye con el panfleto bretoniano contra una nueva mistificación de la poesía de Rimbaud ("Flagrant délit", publicado en Le Figaro y luego recogido en La llave de los campos). No solo es un ejemplo perfecto de la crítica de excepcional sensibilidad que caracterizaba a Breton, sino que viene a ser el mejor balance de la importancia que para él ha tenido la obra rimbaldiana.