Jacques Hérold, El alquimista, 1985 |
En 2012 publicaba Patrick Lepetit Le surréalisme. Parcours souterrain, amplio ensayo sobre el surrealismo en su vertiente de buceo esotérico, y en 2021 La tête d'Ogmius. Surréalisme et mythes celtique, que venía a ser el desarrollo de uno de los capítulos del libro anterior, del mismo modo que ahora Surréalistes et alchimistes. Chemins croisés desarrolla el capítulo "Surréalisme et alchimie".
La materia es muy rica, tanto como para que no sea difícil apuntar no pocas cuestiones e indagaciones que pueden echarse en falta. Pero el objetivo principal de Patrick Lepetit es de nuevo cumplido, y su libro pasa a ser una obra que no puede ser esquivada si se quiere conocer en profundidad la conexión entre el surrealismo y la alquimia, como tantas otras proveniente de la raíz romántica.
El primer capítulo, "Surrealismo y esoterismo", es un preámbulo en que se señala el interés de ciertos surrealistas por las obras de Bachelard y Jung, aunque la realidad es que resulta más fácil espigar las reservas y hasta rechazos que el pensamiento de ambos han provocado en el surrealismo considerado en su conjunto. "Surrealismo y alquimia" también puede considerarse una introducción, y ya surgen en ella nombres centrales como Seligmann, Alleau, Bernard Roger, Audoin, Alexandrian, Leiris o Canseliet, con una cala digresiva pero oportuna en el mítico Flamel.
Los estudios de fondo comienzan con el capítulo tercero, dedicado a Canseliet, figura clave en el encuentro del surrealismo con la alquimia, y el cuarto, sobre la bizarra novela de Irène Hillelerlanger, la amiga de Aragon, Éluard y Tzara, Voyages en kaléidocope (1919), calificada por Bernard Roger de "puzzle hermético".
André Breton, por supuesto, merece un capítulo individual, que es el quinto, como René Alleau copa el sexto, siendo una pena que Patrick Lepetit no haya llegado a tiempo de manejar la reciente correspondencia entre estos dos maestros del siglo XX: hubiérale resultado chocante, quizás, ver cómo Breton le rechazaba a René Alleau una invitación a asistir a una de las reuniones del Círculo Hermes, negativa que pesa como un verdadero ladrillo a la hora de ponderar las distancias de Breton con respecto a las organizaciones esotéricas. El Círculo Hermes, creado en principio para indagar el París hermético que tanto interesaba a Breton, es precisamente objeto del capítulo séptimo a través de la figura curiosa del doctor Henri Hunwald, a quien Bernard Roger dedicaría su Paris et l'alchimie.
El capítulo que sin lugar a dudas merecería todo un libro es el siguiente, "Arte y alquimia". Bien, el libro, escrito por Jacques van Lennep, ya existe y es absolutamente extraordinario, pero me refiero a un libro sobre el surrealismo y la alquimia a través de los artistas del surrealismo. El primero que daría un capítulo o varios es sin duda Victor Brauner, y Lepetit nombra también a Dalí, Magritte, Lacomblez, Perahim, Duchamp, Lam, Toyen, Sima y Zeller. Sin ánimo de agotar una materia que debe comenzar por una exploración del riquísimo catálogo de Arturo Schwarz Arte e alchimia, ahí están cuatro nombres principales: Enrico Donati, Philip West, Gregg Simpson y Théodore Brauner, los dos últimos ausentes del libro de Schwarz.
Los capítulos 9 y 10 se dedican a Bernard Roger, quien por cierto prologaba Le surréalisme. Parcours souterrain. Se estudia de él un libro reciente que es, como algunos otros, un libro fantasma: Les demeures de l'invisible, que, publicado por Venus d'ailleurs en 2022, no se conseguía cuando acababa de salir y al poco tiempo ya estaba agotado.
Jorge Camacho es el siguiente invitado de honor, en tres capítulos muy enjundiosos, el primero compartido con su viejo amigo Alain Gruger, otro "surrealista operativo", y los siguientes centrados en las colaboraciones entre Camacho y Bernard Roger.
Pero si ha habido un gran surrealista alquimístamente operativo ese es sin duda Maurice Baskine, de cuyo olvido reciente en una obra donde debía haber aparecido nos resarcimos ahora con este capítulo que da cuenta estupenda de la obra y la figura del genial "fantósofo".
Los capítulos quince y dieciséis son para Élie-Charles Flamand y el último para Ithell Colquhoun. Dos nombres admirables de surrealistas que se adentraron plenamente en las regiones del hermetismo alquímico.
Arturo Schwarz no recibe, creo, la atención que se merece, en particular por las conexiones que ha establecido entre el surrealismo, la alquimia, el anarquismo y el tantrismo. De extremo interés son también las reflexiones de Paul Paun sobre la alquimia, que tanto impacto tuvo en su obra. Mi amigo Jean-Pierre Lassalle es citado con acierto en varios lugares, pero no su artículo específico "Forja y alquimia, o la historia de una paradoja". René Nelli, de quien se publicó el admirable comentario de un grabado alquímico del siglo XVI en el número inaugural de L'Archibras, no aparece por ningún lado, aunque pueda yo haberme despistado, ya que el índice onomástico es una chapuza (si se le hace caso, nunca son nombrados Brauner, Donati, Lecomte o Perahim, lo que no es cierto). De Penelope Rosemont merece citarse su librito Athanor, compuesto de diecisiete "poemas alquímicos", y de Will Alexander sus ensayos sobre la alquimia incluidos en Singing in Magnetic Hoofbeat. Y en el grupo surrealista sueco registramos un artículo de Bruno Jacobs sobre el alquimista swedemborguiano August Nordenskïold y una obra de Carl-Michael Edenborg, verdadero experto en la materia, sobre otro alquimista sueco, Gustaf Donde. Pero, insisto, el afán de erudición exhaustiva no es una de las aspiraciones de este ensayo que en su conjunto cumple lo que promete, y con un entusiasmo digno de encomio, dejándonos capítulos imprescindibles sobre Jorge Camacho, Bernard Roger, Eugène Canseliet, Ithell Colquhoun, Élie-Charles Flamand o René Alleau.
Como va siendo costumbre, rompo una lanza por Enrique Gómez-Correa, la figura más grande del surrealismo en la América hispana y uno de los poetas esenciales del surrealismo en su totalidad. Y es que Gómez-Correa, ninguneado en la enciclopedia británica del surrealismo, fue profundo conocedor de la alquimia y a él se deben dos poemas alquímicos de rara belleza: El calor animal, publicado en 1973 y compuesto de 99 cantos firmados en Damasco en 1968 y 1969, y La pareja real, de 1985 y con 66 poemas.
Por último, de Sergio Lima recuerdo siempre, en el inicio de nuestra inmensa correspondencia, palabras suyas que se inclinaban sobre la identidad profunda entre las imágenes de la alquimia y las del surrealismo.