Pierre-André Sauvageot, collage |
Guy Girard
alcanza el número 17 de sus autoediciones en Saint-Ouen con Le déménagement
du territoire, diálogo con buena parte de las sentencias e interludios que
agrupó Nietzsche en la sección cuarta de Más allá del bien y del mal.
Como este
libro era uno de mis favoritos de Nietzsche, tuve la suerte y la diversión de
poder cotejar los textos de Guy Girard con los suyos. El ejercicio retrotrae a
Isidore Ducasse y puede decirse que podía haberse explorado más de lo que se ha
hecho en el surrealismo y fuera de él. Guy Girard elude las sentencias
misóginas, uno de los puntos endebles del pensador alemán, por no hablar de
aquella estupidez del “superhombre” o de la “voluntad de poder”, que como
mínimo eran expresiones mal elegidas. En los “años de penitencia”, que decía
Octavio Paz, recuerdo la electricidad de Más allá del bien y del mal y sobre
todo de La genealogía de la moral, pero también el cansancio rápido que
me produjeron las majaderías de Zaratustra, nada proclive que he sido siempre a
los gurús (otro que me pareció insoportable por los mismos años era el Don Juan
de Castaneda): creo que la verdad no debe buscarse con ayuda de nadie, y en
este sentido André Breton no fue para mí sino alguien que confirmaba mis
intuiciones (lo que no es poco en un mundo hecho de opacidad y mala fe, que
solo busca desviarnos de toda autenticidad).
Es una delicia
tanto leer las sentencias autónomamente como contrastándolas con las
nietzscheanas. Escribe Nietzsche: “Una cosa que queda explicada deja de
interesarnos. ¿Qué quería decir aquel dios que aconsejaba: «¡Conócete a ti
mismo!»? ¿Acaso esto significaba: «¡Deja de interesarte a ti mismo! ¡Vuélvete
objetivo!» ¿Y Sócrates? ¿Y el «hombre científico»?” Y Guy Girard: Una cosa
inexplicable deja de emocionarnos. ¿Qué quería callar el que nos obligaba a la
objetividad? Percevaldoror invita al gayo saber”. Nietzsche: “Quien no sabe
encontrar el camino que conduce a su ideal lleva una vida más frívola y
descarada que el hombre sin ideal”. Y Guy Girard: “Quien, llevado por su
revuelta, encuentra el camino de su ideal vive de manera más insolente, más
luminosa que quien tiene el ideal frívolo”. Nietzsche: “El sentido de lo
trágico aumenta y disminuye con la sensualidad”. Y Guy Girard: “El sentido de
lo maravilloso aumenta y disminuye con la sensibilidad”. Son solo tres ejemplos
de las 55 “sentencias” que componen Le déménagement du territoire.
Como de
costumbre, el cuadernillo de Guy Girard lleva un precioso frontispicio de
Pierre-André Sauvageot, en este caso remitiendo a la nota introductoria de Guy
Girard, que versa sobre el lugar de Nietzsche en “el arsenal filosófico del
surrealismo”, citando a Georges Bataille, André Masson, René Char, Georges
Henein y, por supuesto, el capítulo bretoniano de la Antología del humor
negro, pero también una rareza como el exaltado, virulento poema de Fanny
Beznos en el n. 9-10 de La Révolution Surréaliste. Georges Sebbag ha
dedicado, en sus libros sobre el surrealismo y la filosofía, páginas muy agudas
a Nietzsche, desde su ensayo sobre la Mole Antonelliana, pero ya inaceptable es
un reciente intento por demostrar que el principal progenitor intelectual del
surrealismo no fue Freud ni Hegel, sino Nietzsche. Curiosamente, en el juego de
“Ouvrez-vous?” (Médium, n. 1, 1953), Nietzsche recibía nueve síes
y cinco noes (entre estos el de Adrien Dax: “No, debe hablar demasiado alto”, y
el de Wolfgang Paalen: “No, admiraba demasiado la armada prusiana”).
Con esta
publicación de Guy Girard (que ya había incluido a Nietzsche en uno de los
sueños de su Abrégé d’histoire universelle vu en rêve, donde se lo encontraba
cerca del Madrid revolucionario cuando se dirigía con unos anarquistas a
fusilar una estatua de Cristo, y con quien sostenía unas “confusas
consideraciones estéticas sobre las latas de sardinas”), estamos ante otro de
los capítulos de Nietzsche y el surrealismo. Para Guy Girard, “el eco de su
risa es el de la tragedia permanente del individuo confrontado no tanto a lo
que lo aliena (en el sentido en que esto implica una dialéctica) como a lo que
lo encierra en el juego de espejos mortíferos de la moral dominante”. Y en este
sentido el mejor Nietzsche continúa siendo un pensador liberador.