martes, 14 de abril de 2015

Noticias de Cádiz y resto del mundo


Mucha actividad reciente ha habido en Cádiz, donde el maestro de ceremonias, Bruno Jacobs, montó dos simultáneas exposiciones callejeras, una de Javier Gálvez titulada “Palabras mediúmnicas” y otra, también con palabras aunque muy diferente en su sentido, de Jesús García Rodríguez, titulada esta “Fractura de confetti, confitura de grafitti”. La segunda, como se verá, batió el récord de duración que ostentaba la de mis disparos del archibrazo, arrasados por una tormenta oceánica en menos de 24 horas.



A la vez vio la luz el tercer folleto de la serie de El Caminante, dedicado a los “corrales” de Chipiona y Rota, que en seguida me recordaron los “caneiros” del Guadiana, trampas de ramas y cañas, con forma de cesto enormemente alargado, para atrapar los peces. Aún pude yo hablar, cerca de Mértola, con un viejo que tenía un molino de sumersión y pescaba con aquel comodísimo sistema.


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Ya hay afortunados que tienen en sus manos el tercer número de A Phala, editado ahora por lulu.com. En un ritmo endiablado, Sergio Lima anuncia ya un número cuarto.

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Georges Sebbag vuelve a ponerse en el candelero con otro volumen de pensamiento y surrealismo, en la secuela de su imprescindible Potence avec paratonerre. Surréalisme et philosophie: Foucault Deleuze. Nouvelles impressions du Surréalisme. Aunque los apellidos del título puedan llamar a engaño, Sebbag aborda de nuevo infinidad de cuestiones y motivos del surrealismo, en un trabajo apasionante, que ya reseñaremos con detención.

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Ody Saban, Hada Capucine, 2011

Para el 13 de mayo se anuncia en Marsella la exposición “Ody Saban. El amor recíproco. En las fronteras del art brut”. En la hoja de invitación, su pintura Sobre el puente del barco Deseo. Como se habrá advertido, casi nunca nombramos aquí exposiciones, pero sí lo hacemos en los raros casos en que tienen un componente de revelación y de requerimiento de lo imaginario, como es el caso de una Mireille Cangardel, de un Patrick Hourihan o de una Ody Saban.

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La Collection de l’umbo anuncia dos nuevos cuadernos, de nombres que forman parte del actual grupo surrealista parisino: Claude-Lucien Cauët, Les trois cris, y Mauro Placì, Où mes ruines sont fixes. Se suma a ellos, en La Rivière Échappée, de Alice Massénat, Les dieux-vases (conclusion). Un trío de gran poesía, en la lengua natal del surrealismo.

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“Git-net”, el poema de Jean-Paul Martino incluido en el reciente Osmonde suivi de Objets de la nuit, sigue siendo objeto de traducciones. Tras que fuera vertido al chino, al inglés y al italiano, ahora es la vez del castellano, por Enrique Lechuga y Fernando Palenzuela. Todas estas versiones han ido apareciendo en Soapbox, la bonita hoja del umbo que, recordemos, es enviada solo con demandarla:

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Sobre David Martí, puede verse este fino cortometraje de Marc-Gabriel Malfant (sin cháchara ni música babosa):
Tras publicar el artículo que dediqué a las maravillosas visiones maldororianas de David Martí, busqué en Infosurr si habría alguna referencia a él, llevándome la agradable sorpresa de encontrar en el n. 55 (donde Édouard Jaguer daba breve noticia de mis Disparos del archibrazo) una nota firmada por mi amigo Jean-Pierre Lassalle, tan atento siempre a las aventuras singulares.

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Gallimard publica de Gilbert-Lecomte La vie l’amour la mort le vide et le vent et autres textes. La vie l’amour la mort le vide et le vent apareció en 1933, recibiendo los elogios de Artaud. Gran, esencial poesía, sin nada que ver con esa atonicidad, sin pasión ni riesgo alguno, que es el dechado poético más habitual de estas últimas décadas.

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Virginia Tentindó, Homenaje a La Inmaculada Concepción
de Paul Éluard y André Breton
Mélusine dedica su n. XXXV al erotismo. Los trabajos se ocupan de Marcel Duchamp, Sade (en Man Ray, Magritte y Bellmer), el aspecto táctil del erotismo en el surrealismo (sin que Martine Natat-Antile descuide a Jan Svankmajer), el “erotismo combinatorio” de Virginia Tentindó (de quien es la ilustración de portada), Nelly Kaplan y sus Mémoires d’une liseuse de draps, el erotismo y la creación poética en Ghérasim Luca y César Moro, la “cartografía del imaginario erótico” del grupo de Bucarest, Julien Gracq, Léo Malet (un buen trabajo de Maryam Morel), la exposición de 1959 (revisitada por Marc Kober), la fotografía, un intercambio epistolar de Aragon y Breton en 1918, el automatismo pictórico como “expresión erótica del deseo” (a través de Matta, Lamba, Hérold y Roszda)... Un par de trabajos cogen la materia por los pelos, al tratar uno de Jean Fabre y otro de Merleau Ponty y el surrealismo.
No puede faltar Georgiana Colvile, con su harén habitual de mujeres “mal integradas en el grupo surrealista”, harén de difuntas en que ocupan siempre posición predominante la ridícula Leonor Fini y la esperpéntica Frida Kahlo. Por ella nos enteramos de que “la evolución de las teorías anglosajonas de la igualdad de los géneros, después de haber defendido a las mujeres por el feminismo, luego a la homosexualidad y toda forma de tercer y cuarto sexo por la Queer Theory, se focaliza ahora en los derechos de las especies, es decir de los animales”. Toda esta insulsa caterva de biempensantes profesores yankis denuncia entre otras cosas el “sadismo gratuito” de las peleas de gallos, mostrando así su ignorancia supina de la naturaleza de tan admirable animal totémico (el gallo fino nació para pelear y su placer es la pelea a muerte, intervenga o no el ser humano; no querer reconocerlo es dar muestras del peor antropomorfismo).
Pierre-Henri Kleber, a quien se debe la edición de la enciclopedia Da Costa, se encarga del “Léxico sucinto del erotismo”, señalando en la concepción surrealista del erotismo tres tendencias: la anarquista, la cortés y la transgresiva. Tras un buen trabajo, acaba derrapando  estrepitosamente al tomarse en serio la cafrada de Queneau sobre el humor negro surrealista.
El todo lleva como prefacio un texto de Alexandrian no exento de confusiones: se ve como un “dinosaurio”, o sea un sobreviviente del surrealismo; califica a Patrick Waldberg de “disidente del surrealismo”; y afirma que el acuerdo entre Breton y Bataille por lo que respecta al erotismo era “total”, afirmación que una Annie Le Brun o un Pierre Peuchmaurd podrían rebatirle en un quítame allá esas pajas.
Lo que sí debe reconocerse es que con este número, en su conjunto, estamos ya muy lejos de los caricaturescos ataques que se le han hecho en esta materia al surrealismo y a André Breton en particular, canalizados algunos por la propia Mélusine.
La sección de “Variedades” incluye un análisis de las Mnésiques de Marcel Jean, una arqueología de la recepción del surrealismo en Perú a través de Mariátegui y del poeta masoquista César Vallejo, un artículo sobre surrealismo e inconsciente, otro sobre los retratos del grupo surrealista y otro dando una visión de la trayectoria de Aldo Pellegrini. Por último, dos “reflexiones críticas”: una reseña de tres textos no muy interesantes sobre etnografía y surrealismo (¡qué abismo con el ensayo “Antropomancia” de Merl Fluin!) y un trabajo sobre la reciente exposición que, en el mamarracho parisino suplantador del Mercado de Les Halles (por las noticias que me llegan, aún no demolido), se dedicó al objeto surrealista. Firmado por Paolo Scopelliti, se trata más bien de una reflexión acrítica, ya que pone por las nubes tanto la exposición como el catálogo, lamentables una y otro, como ya tuvimos ocasión de señalar aquí, para después polemizar con el ensayo de Georges Sebbag y Emmanuel Guigon Sur l’objet surréaliste, o sea con lo único de valioso que dio el evento.

El legendario "Mulato" de La Orotava,
en bordado de seda de Margarita Dorta