Un magnífico poema de Joyce
Mansour, que hace pensar en la inventiva automovilístico-sexual de los cantantes de blues negros, ha motivado este “poema-objeto” de Élise Aru, reproducido en La
chasse à l’objet du désir. En las muy útiles notas que se dedican al final
a los participantes en el libro-catálogo, se dice de Élise Aru que se ha
establecido en París hace poco, tras varios años en el Reino Unido, que desde
el pasado otoño participa en las actividades del grupo surrealista de París y
que en su práctica “propone «traducir» poemas surrealistas en poemas-objetos
que crea reutilizando pero también desviando las prácticas surrealistas, como
por ejemplo el collage”. Esta es una propuesta novedosa que nos deja a la
expectativa...
Volviendo a los ensayos de La
chasse à l’objet du désir, podemos decir que el de Guy Girard, “Tapón de
garrafa”, cumple, con el “Mensaje a los visitantes”, la función de pórtico y/o
lanzamiento, al señalar, violentamente, el enajenamiento voluntario de las
prácticas artísticas del surrealismo con respecto a la “ignominiosa estupidez
de este tiempo”: “nada en común con el arte contemporáneo que se exhibe,
celebra y vende en las instituciones y oficinas adecuadas”. Mi desconocimiento
de ese arte hace que yo realmente no tenga ni idea de lo que habla Guy Girard,
pero lo que le importa e importa manifestar (ya que, si no, no merecería ni un
segundo de atención) es el pillaje a que cierta zona de ese arte somete al
surrealismo, tanto como al “art brut”, todo ello “para renovar una imaginería
kitsch que en la confusión generalizada de los valores vendría a dar el
indispensable toque de fantasía, si no de erotismo, a esa realización de la
alienación de lo imaginario que es su propósito verdadero”. Debe decirse,
precisamente, que publicaciones como La chasse à l’objet du désir, o las
ya citadas, cumplen, entre otras cosas, la misión de no dejar dudas sobre lo
que el surrealismo es, y, obviamente, sobre lo que no es.
Ludovic Tac habla poéticamente de
la “cuestión del deseo” y del “objeto del deseo”, en dos breves textos. Kenneth
Cox propone, a partir de una experiencia del inolvidable Anthony Earnshaw, “escuchar
los objetos”. Paseando por los arenales de Saltburn, un objeto particular
reconoció e interpeló a este: “¡Estoy aquí, Tony! Párate un momento y mírame”.
Como es bien sabido, Earnshaw hacía montajes en cajas con objetos encontrados.
Kenneth Cox considera que “el objeto encontrado tiene una voz particular, nos
comunica su presencia, si no su sentido”, que puede tardar en revelarse, o
incluso permanecer como un “misterio insondable”. Estamos aquí, en efecto,
reviviendo “una perspectiva animista pre-moderna”. Como es de esperar
conociendo a los surrealistas de Leeds, Cox presenta una serie de ejemplos
fotografiados, el primero de ellos la pierna de un maniquí encontrada por él
mismo en 1999 y que suponía la reaparición de un miembro (nunca mejor dicho) de
la familia Pino, que pintó Ithell Colquhoun en 1941. Los otros ejemplos son
unos objetos encontrados y reunidos por Sarah Metcalf y Mike Peters, un curioso
cajoncillo de madera con un retrato de Rasputín encontrado por Bill Howe en
unos matorrales, una muñeca unijámbica encontrada en la playa por Cox y que
titula apropiadamente Infancia de una sirena, un “objeto compuesto”
fabricado por Howe a partir de objetos encontrados por sus amigos del grupo (y
dejados en un lugar abandonado cuando el juego “Evocaciones de ausencia”) y un
juego espontáneo con objetos encontrados por los miembros del grupo y que,
colocados sobre una mesa y suscitando un “sueño”, inspiraron a cada jugador la
línea de un poema.
El título del texto del Grupo
Surrealista en los Estados Unidos (firmado por Penelope Rosemont, Paul y Beth
Garon, Bernard Marszalek, David Roediger, Gale Ahrens y Joel Williams) es “El
deseo liberado de los límites del tiempo: La incandescencia transformadora del
surrealismo y de sus métodos”. Planteando la relación entre el juego, el sueño
y el deseo (y ser surrealista es “saber cómo soñar”, es “exaltar el deseo”), se
buscan las causas del descenso de la creatividad infantil observado desde 1984
por el psicólogo Peter Gray, lo que atribuyen a la confluencia de los ocios
planificados y de los cacharros electrónicos que todo lo invaden. La cuestión
del deseo sigue siendo primordial, concluyendo así este programático texto que
apela a la necesidad de desarrollar nuevas herramientas, técnicas y
experiencias: “Es esencial celebrar y realizar en nuestra vida el deseo
surrealista de transformación. Sobre todo en cuatro de sus componentes: el amor
y la risa, el juego y el riesgo”. Otro importante texto colectivo, “El sueño de
la anarquía y la anarquía de los sueños”, ofrece el Grupo Surrealista de Inner
Island (Pamela Bulla, Scot Bullick, Jesse Gentes, Destanee Lundquist, Sheila
Nopper y Ron Sakolsky), que se reconoce estimulado por “la maravillosa
intersección de la anarquía y del surrealismo” y que propone retomar las
palabras del genial Sun Ra: “Tú tienes alas: ¡sírvete de ellas!”.
Bruno Montpied asocia la caza al
objeto del deseo con la “poética de lo inmediato”, que él tan bien e
infatigablemente explora en territorio francés, como debiera explorarse en
todos los territorios. Silvia Guiard refiere su afecto “particular y secreto”
hacia una de las plantas sagradas de América, la ayahuasca. Ody Saban relata
una deriva con el grupo surrealista de París en 1991 y su retorno a los mismos
lugares en 2012. Dominique Paul y Marie-Dominique Massoni hacen un mítico
“intermezzo femenile”, en un texto traducido de Analogon, “intermezzo”
tras el cual hay textos de Rikki Ducornet (“Eros breathing”) y Beatriz Hausner
(“In desire’s pursuit”). De Bertrand Schmitt hay cuatro finos textos dispersos
por el libro, tres de ellos pertenecientes a su recopilación inédita À
foison, l’herbe folle (1985-2011); en uno describe cuatro “paisajes
utópicos”, en otro ocho “máquinas felices”. Sergio Lima, en fin, nos brinda con
uno de sus largos y siempre lúcidos ensayos, que comienza enfocando la obra
erótica aún bastante “secreta” de Marcel Mariën, pero que es una profunda
reflexión sobre el tema central del catálogo.
Dos textos antiguos se añaden a
esta excepcional cosecha: el de Bernard Caburet “Injonction du désir”, que se
publicó en 1976 en La civilisation surréaliste, y el de Jehan Mayoux “Cuillères
d’amour”, perteneciente al inmortal Traité des fourchettes, de 1978.