martes, 22 de julio de 2014

“La chasse à l’objet du désir” (1)

En los últimos catorce años, han sido numerosas las publicaciones y exposiciones colectivas del surrealismo que han asumido un carácter extraordinario. El primer año del nuevo siglo comenzó con la aparición de grupos en Brasil (deCollage), Chile (Derrame) y Grecia (Ioaninna), a los que siguieron los de Portland, Atenas, Londres (Slag) y Turquía, más la Cabo Mondego Section of Portuguese Surrealism, que se sumaban a los grupos ya existentes (Madrid, Praga, Leeds, París, São Paulo, Estocolmo, Chicago, etc.). Todo esta ebullición produjo eventos de gran importancia, como los festivales de Londres organizados por Slag o las exposiciones “O reverso do olhar” (Coimbra) y “El umbral secreto” (Santiago de Chile), y también publicaciones que ya son un referente del surrealismo, en concreto el n. 1 de Hydrolith, el libro-catálogo Other Air del grupo checo y eslovaco, el n. 2 de A Phala y el almanaque de Brumes Blondes. En esta línea de sorprendente vitalidad se inscribe el libro-catálogo La chasse à l’objet du désir, donde alían sus fuerzas la plataforma Sonámbula (México/Florida/Montreal) y la Liaison Surréaliste à Montréal, nombres que se deben añadir a los enumerados anteriormente.
Sonámbula inició también una andadura editorial, que ha dado preciosos libros de Fernando Palenzuela, Susana Wald, Bernar Sancha, Guy Girard, Raúl Henao, Ludwig Zeller, Guy Cabanel y Les Boules. Ahora se edita aquí, impecablemente, este volumen de 286 páginas, con una tirada de 200 ejemplares, cantidad que, como suele ocurrir, no se corresponde ni remotamente con su valor intrínseco. El proyecto se ha realizado en muy poco tiempo. Y en la intención, respecto al deseo, de “atraparlo en todos sus secretos con la ayuda de una carta topográfica”, se ha contado con numerosas colaboraciones del surrealismo mundial. Baste decir que las ilustraciones son de Rik Lina, Jacques Lacomblez, Jacques Desbiens, Wedgwood Steventon, Ludwig Zeller, Susana Wald, Jean-Claude Charbonel, Marie Carlier, Ody Saban, Thomas Mordant, Mordisabbath, Bernar Sancha, Virginia Tentindó, Jean-Pierre Paraggio, L’Oeil Circonflexe, Suzel Ania, Miguel Ángel Huerta, Les Boules, Kathleen Fox, Her de Vries, Joel Williams, Laura Corsiglia, Bruno Montpied, Lucques Trigaut, Enrique Lechuga, CAPA, Penelope Rosemont, Antonio Ramírez, Sergio Lima, Georges-Henri Morin, Rodrigo Mota, Michael Löwy, Pascal Gavroche, Guy Girard, Pierre-André Sauvageot, Mireille Cangardel, North Mutator, José Leybaert, Élise Aru y David Nadeau, este último un nombre clave de la Liaison Surréaliste.
La exposición, como ya señalamos al anunciarla, se llevó a cabo en una galería amiga (Espace), sin ningún apoyo institucional. Fue acompañada de un ciclo de verdadero cine surrealista, que contó con la proyección de dos largometrajes: Los conspiradores del placer, de Jan Svankmajer, y Vaterland, a hunting diary, de David Jarab, y nueve cortos: Electric whispers, de Kathleen Fox, La rue K, de Pierre-André Sauvageot, Tiny gifts, Merzkopf y The antichild, de Songs of the New Erotics, Alergia, de Enrique Lechuga, Delirios, de Iñaki Muñoz, Cuerpo alquímico, de Ludwig Zeller y Ni d’Ève ni d’Adam, de Michel Zimbacca.
Imágenes de estos filmes salpican también las páginas de La chasse à l’objet du désir, como también las hay de instrumentos y de actuaciones musicales y ello porque además viene incorporado al libro un disco de música surrealista, compuesto por ocho piezas, de Six Heads (“Temporary amnesia of the left testicle”, Toronto, 2014), Johannes Bergmark (“I was lost in the cave” por un canal y “Somebody took my teaspoon” por el otro, Estocolmo, 2014), Sonarchy (“Selfies”, bosques de Sla-Dai-Ich), Songs of the New Erotics (“Red thread”, Toronto, 2003), Hal Rammel (“Beginning anywhere”, Grafton, 2014), Mal Occhio (“Cashio del adagio”, Los Ángeles/San Francisco, entre 1980 y 1982, grabaciones ya legendarias), Iñaki Muñoz (“Mapas de inteligencia”, Chile, 2013) y Thom Burns (“Water drum experiments”). Aunque en esta materia abdico (ya lo dije al referirme al disco del n. 4 de Patricide), me han llamado la atención algunos de los instrumentos inventados, como la “paleta sonora” de Hal Rammel:


O el “water drum santoors” de Thom Burns:


O la plataforma para objetos amplificados de Johannes Bergmark, a quien vemos aquí en acción:


Y esto para no hablar, aunque ya tenía referencias de ellos, del tubular “octófono” y de la increíble “Bellmer-Freud Box” (hecha de juguetes), invenciones de Mal Occhio.
En el “Mensaje a los invitados”, la Liaison Surréaliste à Montréal enfrenta la grave cuestión de la “invasión de objetos y mercancías” que caracteriza al último estadio de la sociedad, con las consecuencias de una cada vez mayor incapacidad de “pensar y soñar”. Y es que “el misterio del encuentro amoroso, el placer de la evasión, los trayectos de la curiosidad, la centella de lo irracional, la fosforescencia del delirio, el vagabundaje sin rumbo, en fin lo imprevisto de la aventura que hacía la sal de la existencia humana orientada a la libertad, se encuentran irremediablemente comprometidos”. Este es un texto muy bello, que propone al surrealismo “evocar la creación de un espacio libre del deseo de contradicción que nos liga los unos a los otros en tanto que individuos”. Que los documentos visuales y sonoros que componen la exposición, a los que hemos de añadir los textos poéticos incluidos en el libro, contribuyen a devolverle a lo Maravilloso “sus plenos poderes”, es algo que me parece incuestionable.
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En una próxima entrega, comentaré la docena de ensayos contenidos en La chasse à l’objet du désir, aparte otros aspectos de una nueva publicación fundamental del surrealismo.