martes, 29 de julio de 2014

“La chasse à l’objet du désir” (2)



Un magnífico poema de Joyce Mansour, que hace pensar en la inventiva automovilístico-sexual de los cantantes de blues negros, ha motivado este “poema-objeto” de Élise Aru, reproducido en La chasse à l’objet du désir. En las muy útiles notas que se dedican al final a los participantes en el libro-catálogo, se dice de Élise Aru que se ha establecido en París hace poco, tras varios años en el Reino Unido, que desde el pasado otoño participa en las actividades del grupo surrealista de París y que en su práctica “propone «traducir» poemas surrealistas en poemas-objetos que crea reutilizando pero también desviando las prácticas surrealistas, como por ejemplo el collage”. Esta es una propuesta novedosa que nos deja a la expectativa...
Volviendo a los ensayos de La chasse à l’objet du désir, podemos decir que el de Guy Girard, “Tapón de garrafa”, cumple, con el “Mensaje a los visitantes”, la función de pórtico y/o lanzamiento, al señalar, violentamente, el enajenamiento voluntario de las prácticas artísticas del surrealismo con respecto a la “ignominiosa estupidez de este tiempo”: “nada en común con el arte contemporáneo que se exhibe, celebra y vende en las instituciones y oficinas adecuadas”. Mi desconocimiento de ese arte hace que yo realmente no tenga ni idea de lo que habla Guy Girard, pero lo que le importa e importa manifestar (ya que, si no, no merecería ni un segundo de atención) es el pillaje a que cierta zona de ese arte somete al surrealismo, tanto como al “art brut”, todo ello “para renovar una imaginería kitsch que en la confusión generalizada de los valores vendría a dar el indispensable toque de fantasía, si no de erotismo, a esa realización de la alienación de lo imaginario que es su propósito verdadero”. Debe decirse, precisamente, que publicaciones como La chasse à l’objet du désir, o las ya citadas, cumplen, entre otras cosas, la misión de no dejar dudas sobre lo que el surrealismo es, y, obviamente, sobre lo que no es.
Ludovic Tac habla poéticamente de la “cuestión del deseo” y del “objeto del deseo”, en dos breves textos. Kenneth Cox propone, a partir de una experiencia del inolvidable Anthony Earnshaw, “escuchar los objetos”. Paseando por los arenales de Saltburn, un objeto particular reconoció e interpeló a este: “¡Estoy aquí, Tony! Párate un momento y mírame”. Como es bien sabido, Earnshaw hacía montajes en cajas con objetos encontrados. Kenneth Cox considera que “el objeto encontrado tiene una voz particular, nos comunica su presencia, si no su sentido”, que puede tardar en revelarse, o incluso permanecer como un “misterio insondable”. Estamos aquí, en efecto, reviviendo “una perspectiva animista pre-moderna”. Como es de esperar conociendo a los surrealistas de Leeds, Cox presenta una serie de ejemplos fotografiados, el primero de ellos la pierna de un maniquí encontrada por él mismo en 1999 y que suponía la reaparición de un miembro (nunca mejor dicho) de la familia Pino, que pintó Ithell Colquhoun en 1941. Los otros ejemplos son unos objetos encontrados y reunidos por Sarah Metcalf y Mike Peters, un curioso cajoncillo de madera con un retrato de Rasputín encontrado por Bill Howe en unos matorrales, una muñeca unijámbica encontrada en la playa por Cox y que titula apropiadamente Infancia de una sirena, un “objeto compuesto” fabricado por Howe a partir de objetos encontrados por sus amigos del grupo (y dejados en un lugar abandonado cuando el juego “Evocaciones de ausencia”) y un juego espontáneo con objetos encontrados por los miembros del grupo y que, colocados sobre una mesa y suscitando un “sueño”, inspiraron a cada jugador la línea de un poema.
El título del texto del Grupo Surrealista en los Estados Unidos (firmado por Penelope Rosemont, Paul y Beth Garon, Bernard Marszalek, David Roediger, Gale Ahrens y Joel Williams) es “El deseo liberado de los límites del tiempo: La incandescencia transformadora del surrealismo y de sus métodos”. Planteando la relación entre el juego, el sueño y el deseo (y ser surrealista es “saber cómo soñar”, es “exaltar el deseo”), se buscan las causas del descenso de la creatividad infantil observado desde 1984 por el psicólogo Peter Gray, lo que atribuyen a la confluencia de los ocios planificados y de los cacharros electrónicos que todo lo invaden. La cuestión del deseo sigue siendo primordial, concluyendo así este programático texto que apela a la necesidad de desarrollar nuevas herramientas, técnicas y experiencias: “Es esencial celebrar y realizar en nuestra vida el deseo surrealista de transformación. Sobre todo en cuatro de sus componentes: el amor y la risa, el juego y el riesgo”. Otro importante texto colectivo, “El sueño de la anarquía y la anarquía de los sueños”, ofrece el Grupo Surrealista de Inner Island (Pamela Bulla, Scot Bullick, Jesse Gentes, Destanee Lundquist, Sheila Nopper y Ron Sakolsky), que se reconoce estimulado por “la maravillosa intersección de la anarquía y del surrealismo” y que propone retomar las palabras del genial Sun Ra: “Tú tienes alas: ¡sírvete de ellas!”.
Bruno Montpied asocia la caza al objeto del deseo con la “poética de lo inmediato”, que él tan bien e infatigablemente explora en territorio francés, como debiera explorarse en todos los territorios. Silvia Guiard refiere su afecto “particular y secreto” hacia una de las plantas sagradas de América, la ayahuasca. Ody Saban relata una deriva con el grupo surrealista de París en 1991 y su retorno a los mismos lugares en 2012. Dominique Paul y Marie-Dominique Massoni hacen un mítico “intermezzo femenile”, en un texto traducido de Analogon, “intermezzo” tras el cual hay textos de Rikki Ducornet (“Eros breathing”) y Beatriz Hausner (“In desire’s pursuit”). De Bertrand Schmitt hay cuatro finos textos dispersos por el libro, tres de ellos pertenecientes a su recopilación inédita À foison, l’herbe folle (1985-2011); en uno describe cuatro “paisajes utópicos”, en otro ocho “máquinas felices”. Sergio Lima, en fin, nos brinda con uno de sus largos y siempre lúcidos ensayos, que comienza enfocando la obra erótica aún bastante “secreta” de Marcel Mariën, pero que es una profunda reflexión sobre el tema central del catálogo.
Dos textos antiguos se añaden a esta excepcional cosecha: el de Bernard Caburet “Injonction du désir”, que se publicó en 1976 en La civilisation surréaliste, y el de Jehan Mayoux “Cuillères d’amour”, perteneciente al inmortal Traité des fourchettes, de 1978.

martes, 22 de julio de 2014

“La chasse à l’objet du désir” (1)

En los últimos catorce años, han sido numerosas las publicaciones y exposiciones colectivas del surrealismo que han asumido un carácter extraordinario. El primer año del nuevo siglo comenzó con la aparición de grupos en Brasil (deCollage), Chile (Derrame) y Grecia (Ioaninna), a los que siguieron los de Portland, Atenas, Londres (Slag) y Turquía, más la Cabo Mondego Section of Portuguese Surrealism, que se sumaban a los grupos ya existentes (Madrid, Praga, Leeds, París, São Paulo, Estocolmo, Chicago, etc.). Todo esta ebullición produjo eventos de gran importancia, como los festivales de Londres organizados por Slag o las exposiciones “O reverso do olhar” (Coimbra) y “El umbral secreto” (Santiago de Chile), y también publicaciones que ya son un referente del surrealismo, en concreto el n. 1 de Hydrolith, el libro-catálogo Other Air del grupo checo y eslovaco, el n. 2 de A Phala y el almanaque de Brumes Blondes. En esta línea de sorprendente vitalidad se inscribe el libro-catálogo La chasse à l’objet du désir, donde alían sus fuerzas la plataforma Sonámbula (México/Florida/Montreal) y la Liaison Surréaliste à Montréal, nombres que se deben añadir a los enumerados anteriormente.
Sonámbula inició también una andadura editorial, que ha dado preciosos libros de Fernando Palenzuela, Susana Wald, Bernar Sancha, Guy Girard, Raúl Henao, Ludwig Zeller, Guy Cabanel y Les Boules. Ahora se edita aquí, impecablemente, este volumen de 286 páginas, con una tirada de 200 ejemplares, cantidad que, como suele ocurrir, no se corresponde ni remotamente con su valor intrínseco. El proyecto se ha realizado en muy poco tiempo. Y en la intención, respecto al deseo, de “atraparlo en todos sus secretos con la ayuda de una carta topográfica”, se ha contado con numerosas colaboraciones del surrealismo mundial. Baste decir que las ilustraciones son de Rik Lina, Jacques Lacomblez, Jacques Desbiens, Wedgwood Steventon, Ludwig Zeller, Susana Wald, Jean-Claude Charbonel, Marie Carlier, Ody Saban, Thomas Mordant, Mordisabbath, Bernar Sancha, Virginia Tentindó, Jean-Pierre Paraggio, L’Oeil Circonflexe, Suzel Ania, Miguel Ángel Huerta, Les Boules, Kathleen Fox, Her de Vries, Joel Williams, Laura Corsiglia, Bruno Montpied, Lucques Trigaut, Enrique Lechuga, CAPA, Penelope Rosemont, Antonio Ramírez, Sergio Lima, Georges-Henri Morin, Rodrigo Mota, Michael Löwy, Pascal Gavroche, Guy Girard, Pierre-André Sauvageot, Mireille Cangardel, North Mutator, José Leybaert, Élise Aru y David Nadeau, este último un nombre clave de la Liaison Surréaliste.
La exposición, como ya señalamos al anunciarla, se llevó a cabo en una galería amiga (Espace), sin ningún apoyo institucional. Fue acompañada de un ciclo de verdadero cine surrealista, que contó con la proyección de dos largometrajes: Los conspiradores del placer, de Jan Svankmajer, y Vaterland, a hunting diary, de David Jarab, y nueve cortos: Electric whispers, de Kathleen Fox, La rue K, de Pierre-André Sauvageot, Tiny gifts, Merzkopf y The antichild, de Songs of the New Erotics, Alergia, de Enrique Lechuga, Delirios, de Iñaki Muñoz, Cuerpo alquímico, de Ludwig Zeller y Ni d’Ève ni d’Adam, de Michel Zimbacca.
Imágenes de estos filmes salpican también las páginas de La chasse à l’objet du désir, como también las hay de instrumentos y de actuaciones musicales y ello porque además viene incorporado al libro un disco de música surrealista, compuesto por ocho piezas, de Six Heads (“Temporary amnesia of the left testicle”, Toronto, 2014), Johannes Bergmark (“I was lost in the cave” por un canal y “Somebody took my teaspoon” por el otro, Estocolmo, 2014), Sonarchy (“Selfies”, bosques de Sla-Dai-Ich), Songs of the New Erotics (“Red thread”, Toronto, 2003), Hal Rammel (“Beginning anywhere”, Grafton, 2014), Mal Occhio (“Cashio del adagio”, Los Ángeles/San Francisco, entre 1980 y 1982, grabaciones ya legendarias), Iñaki Muñoz (“Mapas de inteligencia”, Chile, 2013) y Thom Burns (“Water drum experiments”). Aunque en esta materia abdico (ya lo dije al referirme al disco del n. 4 de Patricide), me han llamado la atención algunos de los instrumentos inventados, como la “paleta sonora” de Hal Rammel:


O el “water drum santoors” de Thom Burns:


O la plataforma para objetos amplificados de Johannes Bergmark, a quien vemos aquí en acción:


Y esto para no hablar, aunque ya tenía referencias de ellos, del tubular “octófono” y de la increíble “Bellmer-Freud Box” (hecha de juguetes), invenciones de Mal Occhio.
En el “Mensaje a los invitados”, la Liaison Surréaliste à Montréal enfrenta la grave cuestión de la “invasión de objetos y mercancías” que caracteriza al último estadio de la sociedad, con las consecuencias de una cada vez mayor incapacidad de “pensar y soñar”. Y es que “el misterio del encuentro amoroso, el placer de la evasión, los trayectos de la curiosidad, la centella de lo irracional, la fosforescencia del delirio, el vagabundaje sin rumbo, en fin lo imprevisto de la aventura que hacía la sal de la existencia humana orientada a la libertad, se encuentran irremediablemente comprometidos”. Este es un texto muy bello, que propone al surrealismo “evocar la creación de un espacio libre del deseo de contradicción que nos liga los unos a los otros en tanto que individuos”. Que los documentos visuales y sonoros que componen la exposición, a los que hemos de añadir los textos poéticos incluidos en el libro, contribuyen a devolverle a lo Maravilloso “sus plenos poderes”, es algo que me parece incuestionable.
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En una próxima entrega, comentaré la docena de ensayos contenidos en La chasse à l’objet du désir, aparte otros aspectos de una nueva publicación fundamental del surrealismo.

L’Or aux 13 Îles / Le Bathyscaphe

Al fin se ha publicado el tan esperado tercer número de L’Or aux 13 Îles. En la portada, los Juegos pirotécnicos de Alan Glass anuncian el interior de una de las revistas más bellas –y jugosas– que imaginar podemos, o al menos así tienen que considerarla los afortunados que conozcan sus dos números anteriores. Para festejar con fuegos artificiales.


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También circula ya el n. 10 de Le Bathyscaphe, “la revista más lenta y más inactual del mundo”, pero en este caso ni nos habíamos enterado de que ya había salido un n. 9. El humor peculiar de esta revista canadiense, que también es de las pocas que ofrecen interés, se evidencia en esta hoja de presentación:


miércoles, 16 de julio de 2014

Bogartte, Toyen Street


J. Karl Bogartte acaba de publicar un nuevo libro en La Belle Inutile Éditions. Titulado The spindle’s arc, confirma que Bogartte es uno de los nombres más firmes del surrealismo en las últimas décadas, y que la obra que desarrolla es de las más valiosas y originales.
Anteriormente ha publicado The secret art of photomorphosis, The mirror held up in darkness, Antibodies, The wolf house, Secret games, Luminous weapons, Primal numbers, A curious night for a double eclipse y Auré, libros todos de la máxima recomendación, y donde se funden arte, poesía, narración y pensamiento.
En el muy bello Auré, Bogartte alude a la Toyen Street, que es donde él parece haberse instalado para hacer las cosas que hace. De ese libro ha dicho Michel Delville que “su escritura es consistentemente visionaria, elegante y tiene un aura magnética”, mientras que Dire McCain celebra “su exquisito, elocuente y evocativo lenguaje”, todo lo cual se puede decir también de The spindle’s arc. Si en la portada de este nuevo libro Bogartte ha fotografiado una escultura grecorromana que queda mucho mejor boca abajo (el libro cuenta también con un frontispicio de Bernard Dumaine y una foto de contraportada de Jon Graham), en Auré la cubierta (con intervención también de Istvan Horkay) esta más cerca de sus famosas fotomorfosis.


Ráfagas

Hasta el 8 de septiembre, en el centro artístico parisino donde estaba el mercado de Les Halles, tiene lugar la exposición “Man Ray, Picabia et la revue Littérature”. Hay un catálogo de 180 páginas, con 150 ilustraciones.
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Hasta el 31 de octubre se celebra en la Fundação Cupertino de Miranda la exposición “Do mais fundo de nós o mais útil segredo –Mário Cesariny”, organizada por Perfecto E. Cuadrado y António Gonçalves.
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Hasta el 5 de octubre, en la Fundación Eugenio Granell, hay una antológica de Ivan Tovar, cuyo catálogo, de 285 páginas, cuenta con textos de Jose Pierre y Jean-Michel Goutier.
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El último número de Soapbox da noticias de una exposición de Guylaine en la Galerie Feuillantine. También, de la publicación, en La Lucarne Ovale, de La vigilance domine les hauteurs, de Élie-Charles Flamand, uno de los grandes poetas del surrealismo, cuyo nuevo libro reseña admirablemente Julien Starck en la misma hoja. Flamand cumple este año 86 años.
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Ya se ha publicado Surrealismo: el oro del tiempo (Signos y avatares de una aventura permanente), donde se recogen los textos aparecidos en este blog hasta agosto del pasado año. Habrá un segundo tomo, si la editorial La Página continúa su travesía, ya que las editoriales tradicionales están viniéndose a pique.
En la portada, vemos el collage de Guy Ducornet Mano guanche, realizado en la isla canaria de El Hierro hace un año, cuando se sumó a la lista de visitantes del Tenerife bretoniano-peretiano.

miércoles, 9 de julio de 2014

Da Costa (y 2)

Si los dos fascículos del “compendio universal” Da Costa rechazan el anonimato sistemático de la enciclopedia propiamente dicha, ello se hace en aras de un “anonimato mitigado” que no debe malinterpretarse, del mismo modo que el anonimato anterior revelaba no el deseo de ocultarse o el simple gusto de la farsa, sino en todo caso razones éticas que tienen que ver con el deseo de “ocultamiento” que había manifestado André Breton. Ahora, las razones ya apuntadas llevan a una combinación de anonimato, uso de seudónimos y firmas, la mayoría pertenecientes al grupo surrealista, al tiempo que, paradójicamente, ya no colabora André Breton. Los fascículos del compendio confirman definitivamente la relevancia tanto de Robert Lebel como de Isabelle Waldberg, quienes, en el artículo “Preámbulo” del segundo fascículo reconocen al surrealismo como “una fuerza actuante”, añadiéndose en una nota a esa afirmación que “no debe perderse de vista a Breton”.

Isabelle Waldberg, 1942

A las beligerancias apuntadas, y que son constantes del surrealismo, deben añadirse las que se enfrentaban al status quo parisino del momento: estalinismo y existencialismo. El primero es alcanzado a través de un artículo sobre Engels de Lebel; como comenta Kleiber, “perfectamente irreverente con respecto al filósofo, este artículo, presentando al materialismo dialéctico como una doctrina obsoleta de teórico militar, tenía que escandalizar los rangos marxistas, cuya influencia era, acabada la guerra, más intensa que nunca”. Pero el existencialismo sale aún más mal parado, como muestran los artículos “Erratum”, “Essence”, “Estorgissement” y “Estética”. En el primero, Jean Ferry hace burla fantástica de un poema de un tal Olivier Larronde que, en Le Temps Modernes, había sido publicado con unas irrisorias erratas cuya corrección, confrontando “texto pirateado” y “texto oficial”, fue presentada solemnemente al número siguiente de la tan “revolucionaria” revista, que además, por pluma de su propio big boss, no había dejado de denigrar a la poesía (y, con ella, al surrealismo). “Esencia” (“sustancia muy volátil que se extrae de los libros de piedad y de filosofía”), de Lebel y/o Duits, no va a la zaga, convertido Juan Pablo en “ese inocente que piensa” y arriba de la página una errata que sustituye la ESS de “Essence” por una SSS. Citas de Sartre y de Gabriel Marcel son deformadas o inventadas en “Estorgissement”, pero el blanco es sobre todo la filosofía heideggeriana y su abstrusa jerga, que el propio vocablo parodia. Todas estas entradas se encuentran en la Enciclopedia, la de “Estética” obra de Bataille.
Ya en los fascículos del compendio, topamos con otros bombos de la fiesta: Giacometti, Picasso, Isidore Issou... “Bonjour M. Giacometti” –de Robert Lebel o Isabelle Waldberg– denuncia el retorno al realismo de este artista de tan fértiles hallazgos durante la década anterior, y cuya reciente exposición en Nueva York había llevado un texto de Juan Pablo, titulado “La busca del absoluto”. Para el artículo del pintor colombófilo, Lebel manipula un texto de Théophile Gautier sobre el prebendado Meissonier (cuyo academicismo, como es sabido, ya marcaba al Dalí decadente). Isou, tan hinchado en la época, recibe nada menos que tres entradas: “Isidore”, “Isou” y “Expression”, este último en la Enciclopedia, con una magistral tomadura de pelo a la pretenciosa tomadura de pelo que podía considerarse la teorización de la poesía letrista recién llevada a cabo por el “profesor Isidore Issou”. Si nadie ha podido atribuir este artículo, el de “Isidore”, pastiche de los procedimientos letristas, es obra de Isabelle Waldberg, y el de Isou, complementando de inmediato al anterior y confundiendo al personaje con un homónimo arzobispo de la iglesia armenia, de Robert Lebel.
Uno de los grandes artículos, pequeña obra maestra, es el de Lebel “Huamour”, muy extenso, rechazando la seriedad y las limitaciones del “amor cortés”, aunque yo diría que aquí se produce una reducción abusiva, ya que el amor cortés no es la caricatura que de él hace Lebel y es también la poesía de un Guillermo de Poitiers –el “enemigo de todo pudor y de toda santidad”– o del enloquecido Peire Vidal (la interpretación que Lebel hace de las ceremonias caníbales kwakiutl, en una carta ya conocida, aunque nunca hasta ahora transcrita integralmente, no resulta menos decepcionante). “Huamour” incluye referencias al manifiesto surrealista sobre L’âge d’or y a otra limitación en la materia, la sadiana: “Se podría reprochar a Sade el no haber ido hasta el fin del humor, ya que coloca al amante al abrigo del humor del ser amado”, y es que “el humor es incompatible con la posición de amo”, “el huamoroso no puede arriesgar su humor sino amando, como no puede dar prueba de su amor sino exponiéndolo a la risa posible del otro. El huamor no se concibe sino entre iguales”. ¡Efectivamente!
Entre los artículos de los nuevos incorporados, hay algunos que merecen destacarse, empezando por los de Maurice Baskine, el surrealista alquimista, que son “Adán” y “Eva”, este antes del primero, lo que, como advierte Kleiber, está de acuerdo con el sentido general de su contribución, el de una valorización del principio femenino”. El interés de Baskine por la cábala fonética se exhibe en ambos artículos, pero el lenguaje mistificador no falta por ello, inventándose unos Orígenes cósmicos del género humano obra de un Da Costa más; Patrick Waldberg, en el muy bello texto que le dedicó a Baskine (Promenoir de Paris, 1960), ya señalaba la combinación de “cábala lingüística y humor difractado” en estos artículos del Memento. De Francis Bouvet es el artículo “Conserva”, otra muestra de humor negro, con referencias canibalescas, lo que nos permite recordar algo crucial, y es que la Antología del humor negro solo fue difundida verdaderamente en 1945, la Enciclopedia Da Costa no solo abundando en textos de humor negro, sino siendo incluso vista por Klieiber, en su conjunto, como una “obra maestra de humor negro”.
Firmado por el inolvidable Jindrich Heisler viene el artículo “Sugestión”, pero resulta ser un pasaje de El otro lado de Alfred Kubin, y Heisler lo que debió hacer es sugerir su inclusión. Por entonces, proyectaba editar en París una traducción hecha por Ludvik Kundera, y, como sugiere Kleiber, quizás por consejo suyo aparecería en el Almanach surréaliste du demi-siècle una ilustración de Kubin.
Luego hay dos breves textos anónimos, ya identificados: “Chiens”, que es un pasaje de Artaud, y “Éclair”, de Jakob Böhme. Sin atribuir está en cambio el de “Crítica”, donde se rechaza toda crítica “constructiva”, vista como “operación de censura”. No puede dejar de resaltarse, en fin, la “Encuesta” sobre “la próxima encarnación del mal”, que hace pensar en el gusto surrealista por las encuestas de revistas, vistas por Kleiber como menos directamente “provocadoras” y “más serias” que la de la Enciclopedia, aunque esto es insostenible, muchas de ellas teniendo un claro componente lúdico y a veces hasta de irrisión.


La edición aún guarda al final una sorpresa: la transcripción de una suculenta serie de inéditos que tenía Michel Waldberg, entre los cuales hay algunas joyas. “Être et le néant (L’)”, de Lebel, comienza así: “Ópera cómica en cuatro actos, libreto de Jean-Paul Sartre, música de Heidegger”, pero lo que sigue es aún mejor. “Étron” es una invitación que Jean Ferry le hace a Klossowsky, quien acaba de publicar Sade mon prochain, para que lo visite en su casa y así poderle escupir en la cara. “Fe”, sin firma, es de una sorna pasmosa, e hilarante la solicitud de Lebel que comienza “Importante firma demanda empleado serio dispuesto a trabajar noche y día con peligro de su vida” y concluye informando que “la preferencia será dada a un antiguo combatiente de las dos guerras presentado por sus padres”. “Incesto”, de Maurice Baskine, se limita a la definición: “Comercio bíblico” (de Baskine hay también los vocablos “Mercurio” y “Séraphine”). “Miseria” no lleva firma, pero define bien la “atmósfera” del París de la época: “Señalemos a nuestros lectores de provincia la gran miseria que reina en París, esa capital de la inteligencia. Allí no se hace, no se dice prácticamente nada. Se vive mal que bien de lo adquirido, de los recuerdos, y, si hace falta, de lo adquirido y de los recuerdos de los otros”. La Da Costa fue un intento de un puñado de espíritus libres por salir de ese marasmo.
¡Pena que no la tengamos completa! Dejaría chica a la de Novalis, que, también incompleta, es la única que se nos ocurre esté a su altura. Pero la muestra es suficiente, y debe reconocerse a Pierre-Henri Kleiser el colosal trabajo que ha llevado a cabo con una materia fascinante. Su único resbalón lo da en la página 264, cuando opina, después de tantos atinos, que el surrealismo acabó “por pactar con el enemigo institucionalizándose, es decir, cayendo en el dominio público y diluyéndose en él”. ¿Cuándo habrá ocurrido eso exactamente, tanto el pacto como la dilución? Aquí no tenemos noticia de nada de eso.
Las pequeñas viñetas de los tres fascículos son como “ready-mades”, pero para acabar nada mejor que esta página sin palabras, una plancha del alfabeto gestual de los sordomudos, ilustrando la entrada “Erotismo”:


viernes, 4 de julio de 2014

Más "publicidad" surrealista

Completamos la entrega del pasado miércoles!
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miércoles, 2 de julio de 2014

Da Costa: la más explosiva enciclopedia de todos los tiempos (1)

La nebulosa existente en torno a la Enciclopedia Da Costa ha quedado disipada con la publicación facsímil de los tres fascículos que la compusieron, gracias al impresionante trabajo que ha realizado Pierre-Henri Kleiber, cuya edición, seguida de un estudio de cerca de 300 páginas, pasa a ser la joya de la Bibliothèque Mélusine, donde sin embargo ya habían aparecido algunos valiosos volúmenes (este es el n. 22).
Aunque el título completo es L’Encyclopédie “Da Costa” (1947-1949). D’Acéphale au Collège de ‘Pataphysique, el grupo Acéphale  pasó en seguida a segundo plano, y con los colegiales de la patafísica no se mantuvo relación alguna, solo pudiendo considerarse a la Enciclopedia un precedente genial de este. Kleiber demuestra contundentemente cómo el nombre clave de la Enciclopedia no fue otro que Robert Lebel, actuando en tándem con Isabelle Waldberg, lo cual sitúa a esta insólita publicación en el centro mismo del torbellino surrealista de unos años decisivos, hoy más reivindicados que nunca, y cuya analogía con el primer momento del surrealismo aparece cada vez más clara: en ambos casos se salía del horror bélico, y en ambos casos el desafío se produjo, también, por la vía del humor y de la mistificación más corrosivos.
Para su trabajo a fondo, Kleiber consultó, entre otros, con Alexandrian, Alastair Brotchie, François Caradec, Étienne-Alain Hubert y, sobre todo, Michael Waldberg, quien disponía de muchísimos documentos de sus padres y que se la definió a Kleiber como “la revista más oscura que haya existido”.
 
En 1947 apareció el fascículo VII del volumen II de Le Da Costa Encyclopédique, empezando por el artículo truncado (¡incluso la primera palabra está partida!) de un vocablo de la letra E. El in medias res se producía en la página 207 de la monumental obra, y lo que más superficialmente llamaba la atención era la ausencia de firmas, expresada ya por la viñeta de la portada: un burro dentro de un nido, en lo alto de un mástil, o sea, âne au nid mât: anonimato, apuesta contra la vanidad de las firmas, tanto literarias como artísticas. Esto crearía algunos problemas, como veremos, de modo que los siguientes fascículos procederán a un anonimato “mitigado”, apareciendo ya muchas firmas conocidas junto a los seudónimos, los “ready-mades” y los anónimos propiamente dichos. Ya no son, además, fascículos de la enciclopedia, sino los fascículos I y II del Manual Universal Da Costa (Le Memento Universel Da Costa), editado por Jean Aubier. Pero el espíritu es idéntico: pastiche, rechazo y burla sin paliativos de la seriedad y del academicismo, insolencia, revuelta, sarcasmo, culto del secreto, “anticonformismo”, desprecio de los valores clericales, militaristas o familiares... En fin, una bomba en una época oscura, dominada culturalmente por el estalinismo y por el existencialismo, y en la que la aparición del fascículo VII venía a coincidir exactamente con la extraordinaria exposición surrealista de la Galería Maeght. Como escribe Kleiber, “el momento de la posguerra suena como el retorno –concertado– del surrealismo sobre la escena artística e intelectual, como el tiempo de una ofensiva que se vale de todos los medios colectivos ya puestos en práctica”. La exposición se sitúa en “la vía abierta, solar, militante del surrealismo y de su gran salud recuperada”, mientras que la Enciclopedia lo hace en “la vía oculta, mistificante, paradójica, de un grupo sacudido por la prueba reciente de la guerra y abocado a la agresión por el humor”. De nuevo el blanco tiene que ser la razón dominante, la disciplina de la inteligencia, una vida intelectual miserable de ideólogos y especialistas. Esta actitud contracultural, opuesta a todos los saberes admitidos, le da a la Enciclopedia un sabor único, que por cierto, en su humor mistificador, generalmente vehemente, uno no deja de echar en falta en el surrealismo de estas últimas décadas, al menos en un plano colectivo.
¿Y el nombre Da Costa? Hay varias versiones, pero la más divertida es la que le da un origen portugués: António Pedro, el pionero del surrealismo lusitano, como es sabido, fue un gran amigo de Mesens, y le dijo a este que en Portugal todos, menos el dictador Salazar, se llamaban Da Costa (de hecho, aparte António Pedro da Costa, los otros dos pintores que en estos años se acercaron al grupo surrealista parisino también tenían ese apellido: Cândido da Costa Pinto y António Dacosta...), con la consecuencia de que el siempre bromista Mesens, así como sus amigos, empezaron a llamarse todos entre ellos “Dacosta”.
Entre los nombres del fascículo, como dije, estaban los que venían del proyecto de sociedad secreta Acéphale, incluido el propio Bataille. En una larguísima carta, Patrick Waldberg (quien, curiosamente, es importante en la génesis de la Da Costa, pero que no participa en ella) embiste contra Acéphale y Bataille de manera furibunda: La experiencia interior es un “laborioso onanismo pseudo-nietzschano”, el nietzscheanismo de Acéphale le da “náuseas”... Como resume Kleiber, para Patrick Waldberg “la empresa, valiosa en su principio, fue fagocitada por Bataille: convidó demasiada gente, es decir, convidó a conjurados que no fueron bien escogidos; impuso las coordenadas de una sociedad cuya existencia solo era formal; la concesión a la estética fue permanente; la figura de Nietzsche fue demasiado central; y en fin, hubo una «ausencia grave de humor», un culto enloquecido de lo trágico”. Esto último es precisamente lo que hace disonantes algunas de las colaboraciones de los acéfalos, y lo que explica, como dije, su descuelgue del Memento.
Aparte de Isabelle Waldberg y Robert Lebel, hay una muy fuerte presencia de Jean Ferry y Charles Duits, nombres que no pasarán al Memento. El segundo, tras ser apoyado en Nueva York por Breton, ya reaccionaba contra el “antipadre”, pero aún en mayo del 48 colaboraría en Néon. Aquí dispersa algunas ironías (Breton, al ver las pruebas, se molestó con algunas chorradas de resentido, que Duits acabó eliminando), pero la deliciosa saga (en siete entradas) del imbécil Anatole de Fondepierre es una pura delicia. Otro plato fuerte es el artículo “Escrocs” de Jean Ferry, insultando a todos los estudiosos de Kafka uno por uno (incluidos el “cretino” de Max Brod –en verdad un cretino–, Marthe Robert –a quien atacará de nuevo en Médium–, Klossowski –por la flamante eyaculación religiosa de Sade mi prójimo y hasta Marcel Lecomte), lo que levantó ampollas (uno de los más indignados fue Arthur Adamov), quizás decisivas a la hora de pasar los enciclopedistas al tal anonimato “mitigado”. A Ferry se deben también muchas referencias del fascículo a su gran especialidad, Raymond Roussel, como las hay también a Jean-Pierre Brisset, Lewis Carroll y Alfred Jarry (en especial a su Dr. Faustroll).
Muchas de las entradas de la Enciclopedia son difíciles o imposibles de atribuir. Así, el escandaloso “Permiso de vivir”, reproducido en las páginas 222 y 223, parece haber sido creación colectiva, incluso con colaboración de Marcel Duchamp, quien estuvo detrás de cada uno de los fascículos. Y en verdad que su presencia en un proyecto de este cariz era insoslayable. Una de sus aportaciones más que probables es, en el Memento, por su aspecto de ready-made, el artículo “Trabajos a domicilio, ocasiones y novedades”, con una lista de artículos de quincallería perezosa y una alusión cómica a la “femme de méninge” de Les Temps Modernes, o sea Simone de Beauvoir.
André Breton fue consultado por Lebel desde el principio, y colaboró con siete artículos, hoy casi todos en sus obras completas (vol. 3, pp. 965-968). Aborda algunos de sus temas favoritos en los que dedica a los esquimales (magnífico), a los jíbaros, a la ética (de nuevo con los amerindios), al Padre Enfantin, al estado (donde dice, por supuesto, que solo es aceptable el “no-estado” y vuelve a referirse a nuestros amigos los esquimales), a una figura de secta religiosa dieciochesca, a una piedra de color verde, a la “evaginación”... Y, parafraseando a Ducasse, da la definición definitiva del vocablo “Exageración”: “No hay nada exagerado”.
Como afirma Kleiber, la Enciclopedia, “como terreno de experiencia y de afirmación colectivas, forma parte de la historia del movimiento, y Breton, aún dubitativo en cuanto a la fundación de una revista oficialmente surrealista, no pudo sino acoger favorablemente –hasta el extremo de aportar siete artículos– un proyecto que, avanzando enmascarado, no permitía menos retomar la ofensiva”. Sin embargo, ya Breton no aparecerá en el Memento, ni recogerá  la revista en sus “Efemérides surrealistas”.
Dos nombres que podían haber encajado perfectamente en la Enciclopedia son Mesens y Brunius, e incluso Kleiber sugiere que alguno de ellos fue quien le dio la idea a Patrick Waldberg. De Mesens hay un pasaje de su respuesta a la encuesta magritteana de Le Savoir Vivre, definiendo la palabra “Igualización”: “Hay que igualar todos los valores. Ejemplos: 1. Una manzana = una serpiente. 2. Cambiar el cuadro de un maestro por una bicicleta. 3. Llevar como adorno una corona de cuchillos de cocina en lugar de un collar de perlas finas”. De Brunius tenemos uno de los artículos estelares del fascículo 7: “Ectoplasma”, donde se parodia superlativamente el más pedantesco lenguaje de las enciclopedias.
Pero en el espíritu subversivo y mistificador, Robert Lebel se las bastaba, por su genio particular y por el propósito manifestado en el vocablo “Educación”: “Convertir en irrisión a la autoridad donde quiera que se erija”. Esto va bastante más allá de cortarle la cabeza al rey y poner otra en su lugar. Lebel es un enemigo implacable de toda vanidad, y nada más saludable que leer la larga carta suya reproducida  en las páginas 124-126, contra el espíritu “hombre de letras” y el espíritu “artista” que ni siquiera deja de manifestarse en los rangos del surrealismo, a juicio de Lebel solo André Breton luchando en esta cuestión “con una suerte de desesperación patética para conservar su dignidad de gran figura solitaria”. Es una carta de 1943, cuando la cuestión del mito se plantea acuciantemente en el surrealismo, no siendo cuestionable que en esa cuestión está en ciernes tanto la exposición del 47 como la propia Enciclopedia. Esto lo estudia muy bien Kleiber. Pero volviendo a Lebel, sus intervenciones en los tres fascículos suponen un sabotaje absoluto de todas las ideas aceptadas, sin dejar un solo resquicio. Muchos de sus textos los firma como D. Laface, y otros o no los firma o se pone un nombre pomposo, a lo que era muy dado. El de “Exposición”, Kleiber lo asocia a la exposición de los surrealistas, pero no es convincente, ya que el propio Lebel participó en ella, y por tanto el blanco obvio es el fenómeno expositivo en sí, y en particular la exposición de obras “lastimosas o ridículas”, tan frecuentes y hasta predominantes. Otra pieza maestra del fascículo VII es el artículo “Esenplush o Esenplosh (Kaspar van)”, sobre un pintor holandés apócrifo, finísima parodia del discurso de los eruditos.
Isabelle Waldberg no va a la zaga de Lebel, y confirma aquí que se trata de una de las más grandes figuras femeninas del surrealismo. ¡Qué admirable era! No solo una escultora maravillosa, sino una mujer de una inteligencia privilegiada y un espíritu radical y sin concesiones. No viene mal recordar que, ya en 1943, Robert Lebel, inspirado por siete obras suyas hechas con tallos de hayas, había compuesto el poema Masque à lame, publicado al año siguiente, y que en el 18 de febrero de 1947 se abría en París la exposición suya “Paraphernalie” (14 construcciones de madera inspiradas en al arte amerindio), con un prefacio de Lebel al catálogo, pero firmándolo como Désiré Nisard, de la Academia Francesa, y además con “testimonios” nada menos que de Don Evaristo Castro y Colomera, Saint-John Perse (vicario general), Rose P. Connolly (Washington, D.C.)..., en fin, el más puro tono Da Costa. Entre sus grandes artículos de la Enciclopedia, podríamos citar “Sinuosidades”, “Encore” o “Flora”, sobre los agujeros del cuerpo humano. Pero en fin, como ocurre con Lebel, su presencia en los tres fascículos es tan preciosa como ubicua.
Continuaremos el próximo miércoles, abordando otros motivos y centrándonos en los dos fascículos del Memento, donde entran François Bouvet, Maurice Baskine, Jindrich Heisler, Marcel Jean, Pierre Mabille, Henri Pastoureau. Hasta entonces, deseamos una buena semana a todos nuestros amigos Da Costa.

Her de Vries/Vincent Krans



En la Galerie Krans de Ouwerkerk (Holanda), abre el 6 de julio una exposición que reúne las cajas de Her de Vries con bronces y pinturas de Vincent Krans. A la vez será lanzada una monografía sobre Her de Vries. Esta es la imagen de la hoja de invitación.

Madrid: acciones surrealistas

En Madrid tuvieron lugar hace unos días unas interesantes “acciones de propaganda surrealista”, con miembros del grupo surrealista colocando en lugares estratégicos los posters adjuntos.