Este número 22 de Dreamdew, de preciosa factura, traduce al inglés un gran ensayo de Jacques B. Brunius:
Y he aquí el
original francés, para quien no tenga el maravilloso tomo de sus escritos, Dans
l’ombre où les regards se nouent:
Marcel Mariën, Nina dormida, 1939 |
*
Un hombre sin bozal
Si gobiernos
como el de España disfrutan proclamando interminables estados de alarma (en
alarma permanente he vivido yo con ellos y sus “fuerzas de seguridad” desde que
me conozco), no menos parece disfrutar infinidad de personas con el bozal que
ostentan desde hace un par de meses. Esta parece ser una idónea seña de
identidad de nuestro tiempo: incluso en poblaciones de ínfima incidencia del célebre virus, se ve gente que pasean su perro y llevan ellos el
bozal, que salen a caminar o corren con el bozal, que van solos dentro de su
propio coche con el bozal puesto y, superando incluso este último colmo del
absurdo, hasta vi a uno que arreglaba el diminuto jardín de su adosado protegido
por un bozal. El surrealismo ha ofrecido algunos ejemplos de hombres sin bozal,
y Jacques B. Brunius fue, siempre y en todo momento, uno de ellos, cuando otros
se acabaron poniendo el bozal político, como Aragon, Éluard, Nougé o
Scutenaire, o el bozal crematístico, como Dalí o Max Ernst, o el cómodo bozal
del conformismo, como muchos que ni vale la pena enumerar aquí.
Jacques B.
Brunius, que deseaba “una revolución que le diera la felicidad al hombre” y “ver
sobre las ruinas de todas las iglesias podrirse los despojos de todos los
curas, chinches, militares, aragones, caseros, perros guardianes, degaullistas,
carmelitas y similares”, fue un hombre sin bozal.