Se cuenta que el divino Marqués tenía en La Coste un cuarto adornado con
huesos humanos, y que fue allí donde recibió a la Du Plan, una bailarina de
Marsella. Pretexto nimio para remitir aquí a un viejo texto mío sobre las
capillas de huesos en Portugal que acabo de recuperar, y que fue escrito para
acompañar una serie de fotografías.
Mucho antes de estas fotos, ya había visitado yo (el mismo día que bajé a
las cloacas) las impresionantes catacumbas dieciochescas de París, donde se
acumulan muy ordenadamente los restos anónimos de cinco o seis millones de
individuos. Este osario siempre ha sido visitable, excepto durante un período
del siglo XIX en que se cerró el acceso al público debido al exceso de chistes
y bromas que allí se prodigaban, y por cierto que uno de los muchos proyectos del Capitán Cap era el de transformar las catacumbas en “una inmensa nevera de temperatura septentrional y con iluminación polar”, para llenarla de animales del frío, creando rocas, cavernas, manantiales, lagos e incluso “auroras boreales, soles de la medianoche y otros fenómenos meteorológicos tan fértiles en aquellos parajes”. El día 2 de abril de 1897 se dio en la Rotonda
de las Tibias un concierto de música fúnebre, ante una centena de espectadores,
y existe la leyenda de que un ser fantástico, dotado de una prodigiosa
agilidad, vaga solo, sin luz, por aquel inmenso laberinto subterráneo. Recuerdo
por último que una de las maravillosas historias de Adèle Blanc Sec transcurre
en estas catacumbas.
De las fotos que hice en París, pongo aquí la que supongo sea de la Rotonda
de las Tibias, no aportando nada ninguna de las otras a las imágenes portuguesas,
como no sea la del pórtico de entrada con el verso de Delille “Arrête! C’est
ici l’empire de la mort”, entre columnas de rombos blancos sobre pintura negra.
capillas de huesos
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Rik Lina me aporta esta foto suya del osario de Évora, que me hubiera gustado mucho sacar, al presentar también el tan portugués motivo de los azulejos:
Rik Lina, iglesia de San Francisco, Évora |