jueves, 22 de marzo de 2018

Artaud, en “La Vertèbre et le Rossignol”

Raman Rao/Thom Burns, Artaud en Irlanda

Los entusiastas de Antonin Artaud –entre quienes me cuento desde que lo descubrí hace unos 44 años– están de albricias con la aparición del número 5 de La Vertèbre et le Rossignol, a él íntegramente dedicado.
David Nadeau ha realizado un relato de la vida extraordinaria de Artaud –o de sus vidas extraordinarias– a partir de los escritos de Rodez, en que se incluían, por supuesto, sus recuerdos del surrealismo. La lectura de este relato ha inspirado a una multitud de invitados, que han podido partir de lo que más les apeteciera o resultara más significativo, resultando curioso ver cómo hay ciertos capítulos de esa biografía extraordinaria que seducen especialmente.
Irene Plazewska,
El báculo de S. Patricio
Los “invitados” son mayoritariamente surrealistas (y “aliados”), pero hay también un contingente de patafísicos (y “cercanos”) y algunos amigos quebequianos cercanos a La Vertèbre et le Rossignol y “outsiders”. Yo, sobre Artaud, he comulgado siempre con la perspectiva inflamada de Mário Cesariny, para quien Artaud (y no Bataille) era quien complementaba a Breton, distanciándome al mismo tiempo de surrealistas que, por su orientación más politizada, no se han mostrado interesados por Artaud –discrepancia cordialísima en casos como los de mi muy querido, admirado y siempre recordado Eugenio Granell. He deplorado por otra parte, acerbamente, la captación que en los años 70 hicieron los telquelianos de Artaud para oponerlo tan estúpida como calculadamente a Breton, y, aunque ya sin nada acerbo, veo al gran Artaud mucho más en el volcanismo surrealista que en el cerebralismo lúdico-patafísico, que es además el que lo ha convertido en “santo”, idea no muy afortunada, ya que poco pueden gustarnos los santos, sean del tipo que sean (ni, aunque sepamos que se trata de un símbolo usurpado por el cristianismo, las cruces, tanto que ni vilipendiadas me hacen gracia; siempre que voy por caminos de tierra y árboles encontrándome con su aparición involuntaria en forma de ramitas, en seguida las aparto con el zapato).
Se encontraba amodorrada la actualidad surrealista cuando ha surgido este número sensacional, en que se conjunta un montón de surrealistas dispersos por el mundo, para celebrar a Artaud y a algunos de sus amigos más señalados. Alex Januário abre el fuego con la foto de la Rue Artaud, y luego, en una lista incompleta y desordenada, aparecen imágenes de Amirah Gazel, Luiz Morgadinho, Susana Wald, Rodrigo Mota (André Breton, en éxtasis, lanza diamantes a Philippe Soupault), los Recordists (Artaud, Masson, Leiris y Limbour en el Bureau de Recherches Surréalistes), Verónica Cabanillas Samaniego (El Bureau de Recherches Surréalistes ha sido lanzado al mar y Artaud se me aparece para ir a la fiesta del peyote), Freddy Flores y Patricio Álvarez Aragón, Steve Morrison, Ody Saban (dibujo astrológico sobre Breton), Jon Graham (André Breton encontrará el tau chino del ser), Pinina Podesta (Marcel Noll es el esclavo de los fantasmas alojados en el fondo de sus ojos),  Nelson de Paula (Pierre Unik y Marcel Noll), John Richardson, John Welson, Craig S. Wilson (La danza del ciguri), Irene Plazewska, Zazie (Cervecería de La Coupole), Thom Burns y Raman Rao (Artaud en Irlanda), Byron Baker (Las seis esposas de Artaud), Guy Girard (de su serie Antonin Artaud en ruta hacia Agartha), Jason Abdelhadi, Aldo Alcota, Janice Hathaway, David Coulter, Singwan Chong Li, Paul McRandle (La voz de Heliogábalo)... Nada más incitativo que esta lista de nombres y de títulos, con el añadido de la contribución de Steve Venright (presentado como “outsider”) Los ojos de Tangaël (Yves Tanguy).
El número concluye con unos artículos poco conocidos de Roger Vitrac y Roland de Renéville sobre Artaud, más el pasaje de El velo de Isis de René Guénon en que este alude a Artaud.
Número deslumbrante, tanto por el largo texto de David Nadeau como por la fuerza de imaginario que posee el conjunto de las ilustraciones. Y número que sucede a otros dos grandes logros como son el del surrealismo y el mito templario y el de “La prueba peligrosa”.

The Recordists, Artaud, Masson, Leiris y Limbour
en el Bureau de Recherches Surréalistes

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Verónica Cabanillas Samaniego,
Artaud se me aparece para ir a la fiesta del peyote

La edición puede conseguirse tanto en papel como en pdf; en el segundo caso, como ocurre exactamente con el n. 3 de Spectra, aparecido simultáneamente, resulta un poco molesto buscar las correspondencias de las imágenes con sus créditos, por la costumbre de no dar estos datos debajo de cada imagen, lo cual podrá estar bien en un libro que manejamos manualmente, pero no funciona en este tipo de ediciones.

Craig S. Wilson, La danza del ciguri