Si yo seguía los consejos de Her de Vries
cuando me avisaba de una publicación poco recomendable o deleznable, él hacía
lo propio conmigo, y su primera carta del año 2012 me comunica que no va a
hacerse con el diccionario de Keith Aspley, a tenor de lo dicho por mí. No sé
si llegó a obtener Potence avec paratonnerre. Surréalisme et philosophie, ya que confiesa que sus
conocimientos filosóficos le impiden comprender a veces lo que dice Georges
Sebbag; no creo que yo sepa más de filosofía que él, pero uno se defiende
captando el sentido general y muchas cosas, aunque otras queden en la penumbra.
Otra vez las cartas se suceden y pocos días
después, en este mes inaugural de 2012, vuelve “el cartero Cheval neerlandés” a
traerle la importante novedad de los dos primeros números de L’Or aux 13 îles: “Tenías razón, es en efecto
una revista maravillosa. Con el mayor placer he ojeado y leído estas páginas
llenas de maravillas, bajo una cubierta magnífica de nuestro amigo Belotti. En
el primer número un artículo muy interesante sobre nuestro amigo Jean Terrossian,
a quien he encontrado una vez, hace ya varios años, y de quien tenemos un muy bonito
dibujo a la tiza, de cuando estaba influido por Gorky y sobre todo Matta. Y el
artículo de Bruno Montpied sobre el abad Fouré: lo he leído con mucho interés.
Tenía algún conocimiento de sus obras, pero he aquí un texto e ilustraciones
perfectas. Luego, el segundo número, con las maravillosas fotos de Pierre
Bérenger, un bello texto de mi antiguo amigo Vincent Bounoure, de quien he
podido admirar su colección de arte llamado primitivo. Nos ha dejado, después
de su compañera, muy pronto. Lo mismo Pierre Peuchmaurd, con quien yo he
compartido el amor por la poesía de Valentine Penrose (hemos intercambiado
varios «hallazgos» sobre ella). El retrato de Nicole me ha emocionado. Y de
nuevo Bruno Montpied, con un «Reino paralelo» maravilloso”.
La siguiente carta de 2012 viene motivada
por la recepción del segundo volumen de Viaje sin retorno. Nunca había estado él en Portugal, pese a
que su trabajo burocrático en la Wagons Lit le permitía recorrer Europa en tren
gratuitamente, pero sí en España, llegando a Madrid y a Toledo, donde le
pareció “alarmante” encontrarse con guardias civiles por todos lados. Portugal,
a tenor de mis fotos, debe ser un país “magnífico y magnetizador”, pero,
obviamente, yo solo daba la visión de cierto Portugal, aquel en que pervivía la verdad
antigua, masacrado despiadadamente por los sucesivos gobiernos europeístas. De
nuevo le seducen las rocas (“que a menudo representan animales o insectos”) y
los castillos (que hacían “soñar” a Eric Bragg), y de nuevo los castillos en
ruinas le hacen pensar en el de La Coste. Como novedades “el sin número de
líneas de tren y de traviesas de ferrocarril con ojos fosilizados”, pareidolias
ya publicadas en Surrint y que en este caso llamaron la atención de mis amigos
Sasha Vlad y Dan Stanciu, quienes les dedicaron unas espléndidas prosas.
“Magnífica” (y no se vea en mí vanidad alguna, ya que lo importante en todas
estas fotografías no es el fotógrafo, que yo ni me considero como tal, sino la
realidad fotografiada) le parece “la roca con peldaños que llevan a ninguna
parte”, realmente un altar romano-lusitano de sacrificios animales, dedicados a
los dioses infernales:
Del mismo modo, le parece “un enorme anfiteatro
de los tiempos antiguos” esta imagen en que vemos las fabulosas terrazas
(“socalcos”) del vino de Oporto en el Alto Duero, portentosa zona de Portugal
que para mí ha sido desde que la descubrí el paisaje definitivo:
De los castillos me individualiza el de
Penedono, “donde han sido celebradas las últimas ceremonias secretas del mundo
occidental”:
Y también destaca estas “puertas que se
abren a un mundo misterioso”:
Y estos simpáticos bueyes de la sierra de
Montemuro (la más secreta de Portugal hasta que los hijos de puta la llenaron
de molinos eólicos y le plantaron, a las puertas mismas de esta aldea de
Bigorne de donde eran las vaquitas, un enorme y pestífero “aterro sanitario”, o
sea vertedero de basura) “ostentando una especie de casco, como si fueran
soldados”:
Acompañaba mi envío de Viaje sin retorno una de las pulcras
publicaciones de Loplop que la amabilidad de Alex Januário me hacía llegar
siempre duplicadas desde los Brasiles, en este caso Os deuses falam pelos govis, ensayo de Pierre Mabille con dibujos
de Wifredo Lam, un ensayo sobre las ceremonias vudúes que sin duda le interesaban
a él mucho, como todas las culturas primigenias. Me cuenta que Cruzeiro Seixas
le ha enviado un catálogo reciente, contándole que a los 91 años (la edad en
que moriría Her de Vries) está casi ciego y ya no puede dibujar o leer, pero a
veces hablábamos de otras cosas que el surrealismo. Por aquel entonces yo
obtenía unos magníficos oportos vintages de la casa Niepoort, fundada a
mediados del siglo XIX por holandeses, pero que él no conoce: “Sin duda me
gusta beber un oporto, pero generalmente tomo un vino tinto, de preferencia
español o chileno, que son mejores que los vinos franceses y sobre todo más
económicos”. Con 81 años él seguía sin acceso a internet, por lo que se le
escapaban noticias y novedades, pero gracias a los amigos seguía al corriente
de lo que sucedía “en el mundo surrealista”. Entre lo nuevo, le pongo al tanto
del libro sobre surrealismo y esoterismo de Patrick Lepetit, y también le
refiero mi reciente contacto con Jean-Pierre Lassalle, a quien para mi sorpresa
conoce ya que contactaron cuando estuvo en Amsterdam y de quien señala que
“sabe mucho sobre Lautréamont”.
Estamos en el verano de 2012, que es cuando
no pocos nos indignamos con el ataque de Hervé Télémaque a Jorge Camacho,
solidarizándose él con la carta de Margarita y con las mías propias. Concluye:
“No comprendo por qué Gilles Bounoure, el hijo de Vincent ha aceptado tal
texto. Pero en fin, sabemos a partir de ahora que Hervé es un cretino o un
canalla” (estos calificativos vienen en español, por lo que deben haber sido
tomados de mi carta). Me sorprende en cambio que mantenga relaciones
epistolares con Claude Courtot y que se haya comprado los cuatro tomos de sus
crónicas; lamenta lo que dice de Édouard Jaguer y las críticas a Brumes Blondes, que curiosamente, mostrando
su talante bondadoso, le parecen “amistosas”, a pesar de que son malignamente
coherentes con su papel de propietario de las empresas fúnebres del surrealismo
tras la muerte de Schuster. La siguiente carta ya responde a mi inquietud sobre
su blanda postura con Courtot, cuyas “crónicas” sin duda ha seguido leyendo:
“Estoy completamente de acuerdo en lo que concierne a Claude Courtot. Lo que ha
escrito sobre nuestros amigos vivos o muertos es horroroso. Al igual que tú, yo
pensaba que se trataba de un libro de recuerdos del tiempo en que participaba
de la actividad del grupo, pero, al contrario, es un arreglo de cuentas con sus
viejos amigos. Hay además un relato de sus viajes a Alemania bastante tedioso.
Lo que me ha asombrado más es lo que se ha atrevido a decir del ataque contra
las Torres Gemelas de Nueva York. Dice que lo ha «entusiasmado» el
«espectacular» atentado, que lo ha «llenado de alegría». Le he escrito que no
comprendo en absoluto que alguien pueda disfrutar con la muerte de más de tres
mil inocentes... Su respuesta: que lamenta que algunas de sus opiniones hayan
chocado mis buenos sentimientos, pero que no las retira porque «ni la gentileza
ni la compasión ecuménica fueron jamás mi fuerte». Se muestra sorprendido por
mi incomprensión del atentado, «usted que ha leído a Breton y conoce la famosa
frase del segundo Manifiesto sobre el acto surrealista más simple».
¡Verdaderamente increíble, que se atreva a hablar de esta manera! ¡Me he
quedado en efecto estupefacto! Pero, en fin, lástima haber gastado dinero en
tales estupideces. Como bien dices: «dinero perdido»” Y es que para colmo los
cuatro tomos, sumados, costaban más de cien euros, no pasando yo del segundo a
la vista de lo que fui leyendo (y habiendo comprado los primeros engañado por
el título, que, como señala Her de Vries, hacía pensar en sus años con Breton y
en los inmediatos). En cuanto a lo de las Torres Gemelas, recibió por aquel
entonces un varapalo tremendo de Guy Ducornet.
Esta es una carta triste, porque me cuenta
que su mujer, con la que lleva cincuenta años, se ha caído y roto la cadera,
pero con el agravante del surgimiento de problemas mentales que van a convertir
su vida de los siguientes años en un calvario. A fin de año me refiere que la
operación no salió bien, que la hospitalización se ha prolongado muchas
semanas, que ha aparecido un cáncer de hígado, que ha perdido la memoria de las
cosas recientes... “Ahora está en casa conmigo, ya que no he querido de ninguna
manera dejarla en un centro de rehabilitación con imbéciles seniles. Es muy
difícil, tengo que pasar el día entero cerca de ella, porque olvida que no sabe
caminar sin andador, de modo que ya se ha caído varias veces aquí en la casa”.
Las palabras que siguen, y por cuya tristeza me pide disculpa, no quiero
traducirlas: “Mon seul souhait es qu’elle ne soufrira pas, qu’elle saura encore
que c’est moi qui lui tient dans ses bras quand elle va mourir, son vieux
compagnon depuis plus de cinquante ans...”
El 20 de mayo de 2013 recibo la segunda
parte de sus cajas y objetos: “Por fin he encontrado un poco de tiempo para
hacer este librito con mis cajas y objetos, que he realizado con tanto placer y
diversión y del que tengo igualmente el placer de enviarte un ejemplar. Espero
que te diviertan igualmente. No te los tomes muy en serio”. Ya está en marcha
el proyecto magnífico del almanaque Ce qui sera, pero va a ser Laurens Vancrevel quien cargue con el trabajo (“enorme,
pero que va haciendo con gusto”), ya que la situación no cambia en su casa:
“Ella olvida todo lo que se le dice, la falta de memoria, la confusión y, en
fin, todo eso no ha mejorado. Pero vivimos aún, continuamos viviendo, del mismo
modo que la vida continúa también”.
Este segundo volumen seré yo quien lo ubique
en una caja de puros, para que armonice con el anterior. Y helo aquí:
Otras cartas, ya en octubre y noviembre, dan
cuenta de L’Impromptu, con la avalancha de publicaciones
orquestada por el incansable Jean-Pierre Paraggio, del número 2 de A Phala (donde aparece de nuevo su
relato magritteano), de los noa-noas de Cesariny. A fin de año aparece en Le Grand Tamanoir, ahora
perfectamente editado, Ciels changeantes, que ya pude yo reseñar en esta página, como había hecho con las cajas
y objetos:
nuevas cajas y objetos
fata morgana
Dominique Rabourdin dedicó un excelente
artículo a este importante estudio bretoniano, acompañado, por lo que veo, de una nota mía:
Y sobre las cajas, recupero esta breve pero
como siempre muy jugosa reseña que Édouard Jaguer dedicó en el número 8 de Infosurr al primer tomo, con una caracterización
que por supuesto vale también para el segundo:
Puede decirse que, paradójicamente, estos
fueron unos buenos años para Her de Vries desde la perspectiva del conocimiento
que pasó a tenerse de sus trabajos, ya que en 2014 tiene lugar una exposición
de sus cajas y otros objetos en la Galería Krans de Ouwerkerk, con cuyo motivo
se lanza una bonita monografía en que se incluye una bibliografía de sus
trabajos e intervenciones, monografía reseñada por Bastiaan Van Velden en el
número 114 de Infosurr:
regardez attentivement
El libro ya no me lo mandó él, sino
Vancrevel, y a la exposición ni pudo acudir, dada la salud de su mujer. Este
año aparece Ce
qui sera, que
me parece la última gran manifestación del movimiento surrealista hasta el
presente, y sin un solo átomo de sectarismo. Nuestras cartas comienzan a
espaciarse, a causa de su estado depresivo al que se añaden los dolores
musculares que ya lo le permitían andar, pero aún me escribe con el calor de
siempre al recibir la segunda edición de Calidoscopio surrealista. Su mujer fallece en 2016
(pese a que al principio los médicos no le habían dado sino unos meses de
vida). Sé que luego se operó de la cadera y quedó mejor, pero la vejez es algo
atroz (mi amigo el cuidador de gallos Alejo Yánez, sometido con más de 90 años
a vértigos espantosos, me dijo una vez: “Miguelillo, no llegues a viejo”, y
también que, pese a lo religioso que era, había pensado en cosas que prefería
ni contarme).
Lamento que en estos últimos años hayamos
acabado por perder el contacto directo, que ya lo era solo a través de Laurens
Vancrevel. Creo que importó mucho el hecho de haber cometido yo el error, como
tanta gente, de abandonar el correo tradicional, dada la facilidad del
electrónico, que permite corregir y con el que en realidad se acaba escribiendo
más. En 2018 me contaba Renzo Margonari: “Ahora la
Academia Nacional Virgiliana de Ciencias, Letras y Artes, de la que soy
asociado, prepara una semana en mi honor con una pequeña exhibición, y soy el
primer miembro vivo en recibir este honor en los 500 años de historia de la
Academia, que este año celebra su aniversario de fundación. Pero no tengo a
nadie con quien compartir, ya ni siquiera hay amigos. Creo que pude disfrutar
de todo esto porque me hice demasiado mayor. El cerebro, sin embargo, todavía
funciona bien, con algunos brotes de depresión Recientemente escuché lo mismo
de mi querido Her de Vries, quien también sufrió la pérdida de su pareja y está
bastante triste. Le escribí recientemente, pero no he recibido respuesta hasta
ahora”. También mantenía el contacto
con él Guy Ducornet, quien creo que lo visitó ese mismo año en su casa de
Alkmaar (donde, por cierto, se compusieron los ya legendarios números de Brumes Blondes).
Aún di noticias suyas en los albores del año
2019:
noticias de her de vries
Y concluyo así este homenaje personal a mi amigo Her de Vries.