Tras un
interregno de tres años y pico, resurge la revista del grupo surrealista de
Leeds, Phosphor, con su número cuarto, dedicado a “La ciudad
onírica”, como los anteriores a las “narrativas de la ausencia”, los “objetos
fantasma” y la “memoria recuperada”.
Firman la nota
introductoria, titulada “Puerto de Praga”, el editor Kenneth Cox y Bill Howe,
quienes, pese a reconocer que las ciudades han sido cada vez más presa de la
racionalidad miserabilista y la ideología neoliberal, consideran aún posible
introducir en ellas la indagación propiamente surrealista, no dejando de
señalarse la diferencia de esta con las propuestas vanguardistas y
psicogeográficas. Estas investigaciones sobre el sueño y la ciudad son un punto
importante de coincidencia entre el grupo de Leeds y el de Madrid, que dedicaba
una parte del último número de Salamandra a la misma cuestión
–recuérdese, además, que el grupo madrileño fue una referente fundacional del
británico.
En 2014, el
grupo de Leeds celebró su veinte aniversario volviendo al juego del “hombre
nuevo”, lúdica exploración de su ciudad que practicaron en sus inicios. Kenneth
Cox, en su artículo de presentación, señala el empeoramiento con respecto a
1984, con el triunfo del “homo economicus”, pero también aquello de que donde
hay siempre queda (el problema se produce, a mi juicio, en todos los órdenes de
la realidad, cuando lo que queda ya no justifica que uno se desviva por ello).
M. Richardson, collage de Los misterios de Nueva York |
Abren el fuego
cuatro invitados: Bruno Jacobs, Guy Girard, Krzysztof Fijalkowski y Vangelis
Koutalis. El primero describe y comenta sueños referentes a Veracruz (uno surgido
de los paseos nocturnos y otro cuando, ya en Estocolmo, siente el deseo de
retornar a la ciudad mejicana) y Cádiz (un sueño présago), más un cuarto en que
visita a Penelope Rosemont y esta le da unos consejos para recorrer la ciudad,
con punto de partida del sueño unas fotos de Oporto que le ha enviado Eugenio
Castro; un capitulillo final, titulado “La sustancia de los sueños”, remonta a
las pinturas de Chirico, como antes ha mostrado el encanto poético de los
dibujos de Hergé cuando se los despoja de sus figuras. Guy Girard, en “Una
ciudad es otra” –título rimbaldiano que señala el planteamiento de su
comunicación–, viaja bellamente de sus recuerdos de Cherburgo a París, hoy tan
tristemente “museificada”. Las evocaciones oníricas de Krzysztof Fijalkowski lo
son de Santiago (de Compostela), Nantes y Praga, y van acompañadas de un
collage de Michael Richardson, perteneciente al ciclo de 2012 The mysteries
of New York, estos nuevos misterios neoyorquinos mereciendo conocerse
plenamente, ya que otra muestra, al final de la revista, es igual de
espectacular. En cuarto lugar, Vangelis Koutalis, del Surrealist London Action
Group, aporta el poema “La reina de Saba en Leeds”, que ilustra una imagen de Rue
K, el espléndido cortometraje de Pierre-André Sauvageot.
Los
componentes del grupo de Leeds siguen con varios textos interesantísimos, que
conciernen al juego desarrollado en 2012 “Desiertos en la ciudad”. El de Josie
Malinowski refiere una serie de visitas a la ciudad onírica con sus días y sus
horas; al igual que en la mayoría de los casos, el relato va acompañado de su
documentación fotográfica. Gareth Brown opta por una narración que le inspira una
curiosa experimentación realizada con objetos sonoros en un lugar “neutral” de
la ciudad. El propio grupo (Gareth Brown, Kenneth Cox, Jan Drabble, Bill Howe,
Josie Malinowski, Sarah Metcalf, Mike Peters y Martin Trippett) firma un texto
en respuesta a los objetos encontrados durante una visita diurna a la zona
explorada y un “sueño-narrativa” escrito en un bar tras un paseo por una de las
partes de dicha zona. Poemas de Cox y Howe, siempre referidos a “Desiertos en
la ciudad”, vienen enmarcados por dos collages y tres fotos del sorprendente
objeto “La brújula de Ariadna”, todo ello de Jan Drabble. (Otras ilustraciones
que merecen señalarse son la foto de un fantasma descubierto en Leeds por Juan
Carlos Otaño y el collage Sueño de Ícaro de Kathleen Fox.)
“La ciudad
onírica” concluye con tres invitados más. Ody Saban denuncia los horrores de la
explotación humana en las urbes, como ejemplo el de su natal Estambul, donde
las mujeres de Anatolia limpiaban las ventanas de los grandes edificios cayendo
a veces al vacío, como en el París actual le ocurre a algunos “sin papeles”;
apropiada ilustración, su pintura La villa caníbal. Jonathan Tooke firma
un inquietante escrito sobre el potencial onírico de las escaleras. Y Joël
Gayraud es un marino que llega a una ciudad donde no puede tomarse una copa y
de cuya gigantesca plaza de espejos no puede salir.
Este último
texto de Joël Gayraud expresa óptimamente lo que para mí son ya las ciudades:
irrupciones oníricas o que, sobre todo, se levantan en los paisajes de la
imaginación, ya que, desde hace más de una década, les di la espalda para
siempre por lo que respecta a vagabundearlas. Ello no significa en absoluto que
no siga con el máximo interés esta línea de investigaciones poéticas del
surrealismo actual. Y este número de Phosphor es, para la materia, una
aportación apasionante y de primer orden.
Phosphor se completa con una serie de reseñas y una lista de novedades,
pero de ello trataremos el martes que viene.