Marianne van Hirtum (1ª fila, segunda por la derecha), en el desierto de Retz con el grupo surrealista, 1960 |
Hirtum, poète surréaliste ya fue anunciado aquí, y aunque la información que nos llegaba dDesde el título del primer capítulo, vemos que no se ha intentado la operación habitual de aminorar el surrealismo de la figura estudiada: "Hirtum, una auténtica surrealista". Como tal es estudiada, a partir de su actitud de revuelta integral, de su capacidad de decir NO, consecuente a sus "posturas frente a las pruebas de la vida", título del capítulo siguiente. El cuarto lleva por título "Hirtum exégeta implícita de Lautréamont", que nos vuelve a situar en nuestras recientes preocupaciones ducassianas. Pero es en el capítulo sexto donde nos acechaba una verdadera sorpresa. Al tratar de la política y la poética en Hirtum, se califica su postura como la de un "individualismo anarquista garantizador de una libertad salutífera", individualismo libre que la alejaba de todo gregarismo, de "toda pertenencia ilusoria a una sociabilidad", pero apresurándose Patrick Négrier a aclarar (remitiendo al ensayo de Vratislav Effenberger "El individuo y el grupo") que ello no se contradice con su pertenecia duradera a la colectividad surrealista, ya que a lo que ella se negaba (a diferencia incluso de no pocos surrealistas) era a dejarse engañar por las cantinelas del mañana y de sus luchas sociales, a ese Futuro que no es otra cosa que el tiempo de la Muerte, o dicho con Jean-Louis Bédouin, en cuya cita mía favorita de la cuestión de la Utopía se apoya Patrick Négrier: "Somos utopistas; pero nuestra utopía es la vida, la vida inmediata, la vida que se descubre en su plenitud, aquí y ahora". ¿Y la sorpresa? La sorpresa está en que nuestro ensayista, al comparar las preocupaciones políticas de la época de Hirtum y las actuales se insurge ardiente y lúcidamente contra el actual mundialismo económico y su oligarquía del dinero, pasando revista en las páginas 120 y 121 a toda la peste contemporánea, a los continuos atropellos a los principios del "derecho natural" acontecidos por aquí (Occidente) desde la "pandemia" decretada por la siniestra OMS y en fin a todas las medidas que las élites financieras han ido imponiendo a sus títeres de los gobiernos occidentales y la complicidad de estos y de los llamados "medios de comunicación", que ya no son sino medios de transmisión e imposición de órdenes a los esclavos. Négrier se detiene en algunas aberraciones de su país, pero su análisis es aplicable al resto de los países. Y si se podrían discutir algunas de las respuestas que él baraja, difícilmente el retrato que hace de la época actual, en que hemos asistido de paso a la debacle de la propia inteligencia revolucionaria, que en paz descanse.
En este orden de cosas, Patrick Négrier hace unas puntualizaciones acertadas a la ilusión en que cayó el propio Breton con aquella pifia de Garry Davis y la "constitución de los Estados Unidos del Mundo", y lo hace ensarbolando las armas de la poesía y la libertad como contrapartida cara a las dictaduras políticas, que han pisoteado hasta las más nimias "libertades", sin grandes repulsas, apoyadas en su fascismo sanitario y últimamente su fascismo climático. Que en todos lados gobiernan criminales, señores, no se olviden de esta verdad elemental.
Uno de los capítulos más interesantes de este libro es el octavo, donde se estudia el arte poética de nuestra surrealista a través del Diálogo entre cocodrilo y sol, texto fascinante, aunque todos los suyos lo sean. Y Patrick Négrier nos brinda, a la vez que estudia las ideas objetivas de la escritora, un ensayo magistral sobre la propia poesía como fenómeno irreductible. Este libro ofrece más de lo que promete y va mucho más allá de su título.
El capítulo noveno, a la vez que subraya la importancia de su cercanía al pensamiento amerindio, estudia Proteus volens, uno de sus últimos escritos o "gritos", como así los llama Patrick Négrier, quien remata su breve conclusión general con estas palabras: "Marianne van Hirtum encarnó la esencia misma de la poesía en lo que la vida puede tener de duro, de terrible y de maravilloso a la vez".
Tras una cuidada y muy útil cronología, se reproducen algunas dedicatorias de Marianne van Hirtum a Patrick Négrier, demostrativas de lo estrecho de su amistad, a la que debemos algunas confidencias y detalles personales no meramente anecdóticos, o sea sustanciosos. Ella vivía en un piso de la Rue Delambre, por la que yo pasé accidentalmente la tercera y última vez que estuve en París, hará unos veinte años (prometí no volver jamás), encontrándome por fuera del Hotel Delambre la siguiente placa, y es que allí estaba el Hotel des Grands Hommes donde Breton y Soupault escribieron Les champs magnétiques; vivía pues ella en la misma calle (y muy cerca, ya que su número era el 1 y el del hotel el 35) donde nació la escritura automática y por tanto el propio surrealismo: