Los fotocollages de Pierre-André
Sauvageot son conocidos sobre todo a través de las pequeñas publicaciones
artesanales de Guy Girard. Pero también por Le chasse à l’objet du désir
hemos tenido noticia de su actividad cinematográfica, entre cuyos títulos se
cuentan Cessare Battisti, Résistances, Rue K. y Opposants
poétiques. Rue K., cortometraje de 2009 definido como “transcripción
del sueño precedente al viaje a Praga”, fue proyectado en la exposición
canadiense. Con animación, se trata de un
paseo por una calle onírica donde afloran las referencias surrealistas checas,
aparte Kafka y Gregorio Samsa, que habita en ella y hasta cuyo cuarto, como
vemos en este fotograma, logramos entrar una vez sucedida con éxito su
metamorfosis. Sauvageot está también presente en Other air y en Ce
qui sera, allí con una imagen de Rue K., aunque titulada Street
bazar, y en Ce qui sera con uno de los fotocollages cuya
reproducción seleccionamos para reseñar este almanaque, y que me fascina de
manera como para reproducirlo aquí de nuevo, con calidad ahora óptima. Título:
“Adèle et les limules”.
La organización de los
fotocollages en series ha dado las “fotoníricas” y las “instantáneas de
imaginario”, sobre las cuales escribe Sauvageot:
“Mis fotocollages son como clichés
mediúmnicos. Captan fantasmas, o dicho de otro modo fragmentos de imágenes ya
vistas, o sea robadas. Eso no debe sorprendernos. Es el principio mismo del
collage surrealista: hacer encontrarse los objetos, las personas, los lugares
que no parecen hechos para cohabitar. Y sin embargo, en el mundo de la
surrealidad o en el de los sueños, todas esas cosas tienen que ver; su
yuxtaposición tiene sentido. Las instantáneas de imaginario son precisamente
eso: revelan sobre un mismo cliché fotográfico acontecimientos que han tenido
lugar en tiempos o a veces incluso en espacios diferentes, pero que han dejado
trazas que solo la película imaginaria puede captar simultáneamente. Los
elementos se entrechocan en los pliegues del espacio-tiempo, mostrando a un
paseante atraído por un cartel de cine desde hace tiempo desaparecido, una
mujer desnuda en un escenario improbable o un personaje de película bruscamente
proyectado en nuestra realidad”.
Entre las series, podemos citar Esperando
el desayuno sobre la hierba, con nueve fotocollages de bellas mujeres
desnudas en espacios donde reinan ellas solas; Las imágenes extrañas, a
la que pertenece “Adèle et les limules”; y La vida secreta de las estatuas.
El Homenaje a Léo Malet, perteneciente a Las imágenes extrañas,
se vale de la ilustración que apareció en el boletín de suscripción para el
poema erótico Ne pas voir plus loin que le bout (Éditions Surréalistes,
1936):
Respecto a la serie La vida
secreta de las estatuas, escribe Sauvageot:
“Las estatuas viven, pero en una
extraordinaria lentitud; tan grande que no puede vérselas mover y que nos
parecen perfectamente inmóviles. Sin embargo, todos hemos advertido, al pasar
de nuevo por un parque o una sala de museo, que habían cambiado ligeramente de
postura. Tal Venus que miraba a Hércules, se ha dado la vuelta hacia Apolo.
Vivimos con demasiada rapidez como para captar sus movimientos. Pero fijándonos
bien, podemos percibir lo que las anima. Ellas viven a su ritmo, sintiendo como
nosotros emociones: el amor, los celos... Ellas, en fin, viven su vida”.
Sobre la vida de las estatuas de
que habla Sauvageot yo no dudo, y nada podría agradarme más que pasar una temporada
en esta edificación marina, a la vez satisfaciendo mi viejo deseo de ser farero
(hasta tuve los temas de las oposiciones) y observando los movimientos de estas
bellas estatuas, que sin duda no deben ser allí tan lentos. La mayoría de las
estatuas de Sauvageot aparecen en el mar, cercanas a la costa, y no debe haber
mejor espacio para sus movimientos. Del mismo modo, el Escuchador (una de las
“imágenes extrañas”) ha elegido un campo granítico para exacerbar su sentido y
extrañar aún más sus sensaciones:
De este útil objeto, informa
Pierre-André Sauvageot lo siguiente:
“Escuchador
n. m. (bajo latín auscultorium)
Instrumento destinado a conservar
los sonidos a fin de volver a escucharlos cuando se desee. Basta para ello con
abrir los cajones de sonidos.
Expresión: Los escritos se
desvisten, pero las palabras acaban en el cajón.
Cita: El mejor uso que se puede
hacer de la palabra cuando se está cerca de un escuchador es callarse. Tchoum
Tseu (inventor del molino de palabras)”.
El surrealismo, a través de las
intervenciones de Pierre-André Sauvageot y de otros amigos y cómplices en el
mundo, sigue agitando su bandera negra de la poesía y la revuelta.