Nacido en la Bretaña en 1947, Jean-Pierre Guillon ha muerto recientemente.
Jean-Pierre Guillon fue siempre fiel al surrealismo, y esto es una manera de hablar, ya que la idea de fidelidad connota un sentido de obligación que no existe para quienes nos hemos entusiasmado con el surrealismo y en ningún momento hemos perdido ese entusiasmo, de carácter sin duda que visceral. Jean-Pierre Guillon “está” en el surrealismo desde el n. 7 de La Brèche, cuando solo tenía 17 años, hasta el último número de S.u.rr..., la revista actual del grupo surrealista de París. Sin renegaciones, sin distancias, sin idas y venidas.
Todo Jean-Pierre Guillon está ya en el muy bello poema que le publicó en 1964 el director de la Brèche, o sea André Breton: “3º sueño y naufragio del Múltiple Blanco”, ya que Guillon fue ante todo un poeta que auscultaba el universo de los sueños. El poema, extenso, se originó en una frase de sueño que había tenido un año antes: “Los hombres del sueño vivían cien millones de años; cada uno de ellos tenía veinte años: era la edad deseada por Avalcanti cuando su viaje en 1629”.
Hace luego oídos sordos al decreto liquidacionista de los Schuster, Pierre, Courtot y compañía, prosiguiendo la aventura surrealista también en su dimensión colectiva, y así nos lo encontramos en el Bulletin de Liaison Surréaliste, que no solo aglutinaba a una serie de nombres claves del grupo sino a surrealistas de otros países, como siempre ha sido de ley en el movimiento surrealista, centrífugo donde los haya.
En el n. 3, su colaboración se titulaba “Le burgeon-corail”, tratándose de nuevo de un título de origen onírico, en este caso el de un cuadro de A.B. (supongo que André Breton) “percibido en sueños”. Es una serie de frases como las del Le La de Breton (su última publicación poética), o sea mensajes escuchados en sueños. Así las presentaba el poeta:
“...Frases de sueño, de duermevela o de vigilia, presentan todas ese carácter repentino que las proyecta bruscamente sobre la pantalla –siendo lo más bello que en ese momento el espíritu del que emanan no tiene una dirección determinada, sino que se dirige hacia otra parte.
Que la comunicación, comúnmente considerada como la virtud esencial del lenguaje, se vea aquí maltratada, no es razón para detener en tan buen camino a los que están decididos a no satisfacerse con el mundo tal y como se ofrece, ya que su única intención es la de hacer caso omiso.
Fragmentos de sentencias o de de enigmas cuyo sentido, con respecto a la razón clara, se revela al menos difícilmente penetrable, esas frases evidencian en todo caso la permanencia en el ser humano de una corriente continua, perceptible en ciertos momentos privilegiados –no teniendo la poesía otra esperanza, otro deseo que el de recrear, hasta el infinito, la magia trastornadora de tales instantes”.
Algunas de esas nuevas frases son: “El Cáucaso abrirá sus puertas sobre un nido de serpientes”. “Sobre las 202 hojas del corsario Oxígeno preparad los 103 cubiertos de Nina”. “Ve más allá de los ojos”. “Pinta tus pájaros”. “Los arenques de la luz...”. “Hacia el Este Juan domina las cabezas de pétalos de caucho multicolor”.
En el n. 9 de la revista (1974), Guillon escribe una página sobre “Las manos de Anne-Marie”, ilustrado su artículo con estas imágenes de un cuadro de conchas, un óleo, un encaje y una composición con lápices de colores:
De Anne-Marie Guillon nos dice que sus preferencias van a Toyen y Mimi Parent, o sea al corazón del surrealismo. Su artículo acaba: “En cuanto a nosotros, antes incluso de que haya concluido su servidumbre eterna, «las cosas extrañas, insondables, repulsivas, deliciosas» que encontrará la mujer en su conquista de lo desconocido, según el magnífico arrebato de ternura de Rimbaud, «nosotros las cogeremos, nosotros las comprenderemos»”.
En la revista que sucedió al Bulletin, o sea Surréalisme, Guillon interviene con un juego surrealista que ha hecho con sus estudiantes (n. 2). A la vez lo vemos en Phases, la revista con la que muchos surrealistas siempre colaboraron en plenitud, mal le pese a las vestiduras de algún que otro sobreviviente del ya citado y rancio liquidacionismo. En el n. 4 de la segunda serie, de nuevo lo inspira un sueño, en este caso haciéndose coincidir con el centenario de Alfred Jarry y de su “corazón imantado”. Al siguiente número (1975), Guillon da la primera advertencia de su interés por Maurice Fourré, tras haber descubierto La madrina de la sal; aún muy recientemente (2011), prologaba Il faut chaud! et autres nouvelles.
En 1987 publica L’état second y en 1996 Les nuits du veilleur de nuit, celebrado por Pierre Peuchmaurd. En ese mismo año ha surgido S.u.rr..., donde hay numerosas intervenciones suyas, como un anticlerical “ready-made muy avanzado”; la reseña de un libro sobre Alexander Cozens, visto como el gran iniciador del automatismo; el extenso poema “El meollo de la cuestión”, dedicado a Gabriel Der Kevorkian; “Los infortunios de la libertad”, sobre El castillo de la pureza de Arturo Ripstein; “Lord Aliquis y Miss Cascade”, sobre la “geografía pasional”, y precedido de la cita legendaria de Petrus Borel: “Necesito una enorme suma de libertad”; “La cabeza de Medusa”, sobre el “automatismo radical” de Hervé Delabarre; o unos incisivos fragmentos de “Lenguas y caricias”, con una embestida al pedante Roland Barthes y una exaltación de la magnificencia de Saint-Pol Roux, polo opuesto a la falta “de vida, de sangre y de savia” de la poesía moderna “tal y como se despacha en las revistas o en los libros actuales”.
Anotemos también la estupenda presentación que hace al clásico de Onslow-Ford sobre su maestro Tanguy (Yves Tanguy et l’automatisme, 2002). Pero muy pronto, a propósito de Les nuits du veilleur de nuit, volveremos a hablar de Jean-Pierre Guillon, sobre quien además remitimos a esta bella evocación: