domingo, 14 de diciembre de 2025

Correspondencia Gracq-Breton

Kurt Seligmann,
Los alrededores del castillo de Argol, 1941

Nuevo volumen de correspondencias de André Breton, esta vez con su amigo Julien Gracq. Edita Gallimard y a cargo de la edición está Bernard Voilloux, quien hace la introducción, muy brillante, y las anotaciones en colaboración con Henri Béhar. Por parte de Gracq, este es el primer epistolario suyo que se da a conocer.

Las fechas van de 1939, año de publicación de En el castillo de Argol, que tanto entusiasmó a Breton, a 1966, año de su muerte, pero hay un importante hiato entre 1940 y 1944, motivado por el exilio americano de 1713.

Julien Gracq es lo que se espera de él, con su perfil serio y sobrio de hombre de letras, algo que también era Breton, aunque nada tuvieran ni uno ni otro de militantismo literario (lo que incluso detestaban). En Gracq se daba un desinterés por la actividad colectiva, si bien colaboró en el juego de "Ouvrez-vous?" y en algunas publicaciones y encuestas del surrealismo; Vouilloux lo contrasta con Pieyre de Mandiargues, otro gran escritor, pero más implicado en la aventura surrealista. Sobre todo, Gracq se desentiende de la cuestión política y no firma declaraciones colectivas, excepto las que defienden a los condenados a muerte como Zavis Kalandra. A Breton lo consideraba el único "gran hombre" al que había conocido, y le escribe con cautelas, por mucho que Breton deje de lado siempre las divergencias. Son las "preferencias", por usar el término gracquiano, aquello que los une en una correspondencia que, si no resulta apasionante, nunca sufre ninguna mengua de interés ni contiene la paja habitual. A Gracq no le atraían mucho los fenómenos de azar objetivo ni los sueños y era poco parisino, pero en cambio le gustaba la música llamada clásica (los comentaristas de esta correspondencia aluden varias veces a la "sordera" musical de Breton, o sea que como no era melómano, pues era "sordo": ya va siendo hora de hacer un registro erudito de las excepciones a esa supuesta sordera). Entre las muchas afinidades, el amor de Nantes (y Breton le descubre las cartas de Vaché a la vez que Gracq a él El Golem de Meyrink), las lecturas valiosas que van comentando, la fascinación por algunos lugares naturales y emblemáticos como las gargantas del Tarn o el castillo hermético de Montségur. Señalemos de paso que el surrealismo que Gracq estimaba sobre todo era el originario, el de Pez soluble y Nadja, el de los primeros libros de Aragon y Éluard.

La correspondencia, como es sabido, se origina en el descubrimiento que en 1939 hace Breton, tan hostil a los novelones, de En el castillo de Argol. De inmediato, lo invita a participar en el número 14 de Minotaure, que no llegó a publicarse. En 1944, aún Breton en Nueva York, Gracq le informa de la vida literaria parisina, de La Main à Plume, de Aragon y Éluard convertidos en "poetas oficiales", del predominio del partido comunista en la vida cultural y del creciente interés en algunos medios por el propio Breton (cuya Nadja solo se podía conseguir a precio de oro), como antídoto a una literatura que ya empezaba a cansar, y que Gracq no dejaría de denunciar, como haría luego con el triste auge del existencialismo. 

Con Breton ya en París, sorprende un poco la decepción de Gracq por las intervenciones de Artaud, y menos o nada su distanciamiento con respecto al malhadado "affaire Pastoureau", que consideró, por lo que se refiere a Breton, un "gasto de energías". Las preocupaciones esotéricas de Breton sí le interesan, y ello acabará culminando en su respuesta a la encuesta de El arte mágico, donde la participación suya ni se cuestionaba.

Aunque el libro se lee de un tirón, hay cartas concretas que merecen resaltarse. La del 11 de octubre de 1939, por Julien Gracq, refiere una frase automática de obsesión, producto de la extrema fatiga en una jornada con el batallón del que formaba parte. Igualmente singular es la del 2 de septiembre de 1950, con Breton contándole un sueño de mal augurio que ha tenido a Gracq de protagonista, el mismo día que este le referirá ha recibido un relato onírico similar enviado por otro amigo; los sueños reaparecerán en una carta del 2 de agosto de 1952, con uno de carácter premonitorio que Gracq había tenido anunciándole el incidente de la gruta de Cabrerets, por el que Breton fue perseguido y condenado. El 3 de octubre de 1950, Gracq hace una caracterización espléndida de la Antología del humor negro que acababa de reeditarse. En la del 16 de abril de 1951 expone su repudio de Sartre, a cuyas obras prefiere leer en ese momento las Memorias de ultratumba.

Demasiado breve es la presencia de Nora Mitrani en esta correspondencia. Aparece por primera vez nombrada en la carta del 27 de agosto de 1957, y por desgracia protagoniza el intercambio de cartas más emotivo de todo el libro, cuando Breton, tres días después de su muerte el 22 de marzo de 1961, le envía sus condolencias con palabras ineludibles sobre ella y sobre "lo inexorable", a las que responde un conmovedor Julien Gracq el 27 de marzo. La correspondencia proseguirá sin interrupciones, la carta del 30 de noviembre de 1963 aludiendo a la tentativa de incendio del apartamento de Breton, perpetrada probablemente por ofendidos del dosier antirreligioso que había aparecido en el número 4 de La Brèche y que llegó a generar un inesperado jaleo en Venezuela.

correspondance 1939-1966

Cruzeiro Seixas, Homenaje a Julien Gracq.
"La littérature à l'estomac"
, 1953