Ha sido una gran idea reunir los escritos de Franklin Rosemont sobre la cultura popular estadounidense, resultando un volumen, como todos los suyos, explosivo. La mayoría de los textos han aparecido en las revistas del surrealismo y en sus propios libros, pero hay algunos que desconocíamos, por formar parte de volúmenes de la izquierda radical no ceñidos al surrealismo. Como siempre, es un disfrute la vehemencia con que nos habla Rosemont, quien solo conocía, por decirlo con palabras de Octavio Paz referidas a André Breton, "el lenguaje de la pasión".
Lo que él llama "el fértil y majestuoso río de la cultura popular", ha sin duda alimentado el surrealismo desde sus orígenes, generalmente como arma contra la llamada "alta cultura", y a decir verdad nunca ha sido estudiado como merece, o sea sin las habituales fronteras geográficas y temporales. En el grupo surrealista de París, tuvo quizás sus mejor adalides en Robert Desnos y Robert Benayoun, a quien se le reconoce su ejemplar posición en la gran época del grupo de Chicago, que fue la inicial.
Surrealism, Bugs Bunny, and the Blues es un título que nos sitúa bien, pero el contenido del conjunto va mucho más allá, como se muestra en el primer ensayo, dedicado a los "precursores" y publicado en 1970 en Radical America. Estos precursores del surrealismo norteamericano son algunos muy bien conocidos, y otros no tanto: Charles Brockden Brown, Poe, Herman Melville, Emily Dickinson, Ambrose Bierce ("nuestro más seguro guía"), Samuel Greenberg, Alfred Lawson, Charles Fort, T-Bone Slim, los blues, los comics y algunos pintores y cineastas, siendo las páginas dedicadas a la edad de oro del comic (o sea, los años 40 y 50) las más sugestivas y detalladas entre estas últimas: Bugs Bunny, Krazy Kat, Little Nemo, Happy Hooligan, Rube Goldberg (cuyas delirantes invenciones tuvieron un buen seguidor hispano en el doctor Franz de Copenhague), el Pato Lucas, Tom y Jerry, el primer Pájaro Loco, Tex Avery, Coyote y Correcaminos, el Capitán Marvel, el primer Hombre Plástico y, por supuesto, el ineludible Spirit. A la citada pasión con que escribe Rosemont unamos la solidez y la firme documentación con que todo lo trata.
De Arsenal viene un artículo clásico sobre Lovecraft y los mitos de Cthuluh y otro sobre Frank Becknap Long, escritor lovecraftiano, y de Surrealism and its Popular Accomplices el dedicado a la utopía de Edward Bellamy (titulada en España Mirando atrás, y que Mark Twain consideró "fascinante"). La primera sección de nuestro libro prosigue con un divertido estudio de la imagen del anarquista en la cultura popular, incluidas unas calas sobre el carácter subversivo del cine cómico (valiéndose como ejemplo del inolvidable Cops de Buster Keaton), y con unas páginas sobre blues y cine extraídas de la obra maestra de Rosemont, An Open Entrance to the Shut Palace of Wrong Numbers.
Se consagra la segunda parte a los comics, la animación y los artistas autodidactas, y se compone sobre todo de las semblanzas de Surrealism and its Popular Accomplices, dedicadas a Hulk (el Hombre Increíble), Bugs Bunny, el cautivador artista marginal Henry Darger, Basil Wolverton y su Powerhouse Pepper, Bill Holman y su Smokety Stover, Earl Barks y su Pato Donald, Chester Gould y su Dick Tracy (en especial por sus maravillosos malvados, como Flattop y Shaky), George Herriman y su Krazy Kat, el absolutamente genial Tex Avery (objeto de una monografía de Benayoun) y Mel Blanc (voz de infinidad de héroes, entre ellas las de Bugs Bunny, cuyo "What's Up, Doc?", frase favorita de Rosemont, él inventó); tanto el ensayo sobre Krazy Kat como el de Tex Avery están incompletos, y lo mismo ocurre con el ensayo posterior sobre "Música negra y revolución surrealista", así que los textos originales no son sustituibles. Por otra parte, es obligatorio para todos los interesados en esta materia acudir al citado volumen colectivo, que complementa estas páginas de Rosemont con otras de otros autores sobre programas televisivos (Los Tres Chiflados, Ernie Kovacs y The Shadow, tratado nada menos que por Philip Lamantia) y sobre creadores de comics (Elzie C. Segar y Popeye, Gustave Verzek y los Upside Down, Milt Gross y Count Screwloose, Jack Kent y King Aloo, George Carlson y los Jingle Jangle Tales, Carl Barks y Uncle Scrooge, Walt Kelly y Pogo): todo un mundo de fascinaciones.
Esta segunda parte prosigue con un trabajo extenso sobre el surrealismo y la primera época del cine, y por tanto enlaza con el libro de Charlotte Servel hace poco comentado aquí, incluso en el tratamiento de las prácticas espectatoriales de Vaché y Breton, que la autora mostró no eran tan raras en la época, aunque sin que ello quite un ápice a su calidad convulsiva. Sigue a este trabajo otro sobre los comics políticos, extraído del colectivo Rebel Voices.