Patrick Négrier completa su profunda indagación en la persona y la obra de Marianne van Hirtum con otro libro, titulado L'Art plastique de Marianne van Hirtum & outres essais sur Hirtum. Por desgracia, no le han permitido reproducir obras de la artista (ni siquiera las que él posee), y tenemos que contentarnos con la detallada descripción que ha hecho de cada una de ellas.
Desde el primer párrafo de su presentación, aflora el filósofo que hay en Patrick Négrier, pero lo que resulta más notable, como en el anterior libro, es el comprometido elemento personal de su relación afectiva con el sujeto de su estudio, y que encontramos sobre todo en el primer capítulo, "Evocación de Marianne van Hirtum", donde se suman a los recuerdos una impresión de su obra poética que es en realidad una valoración global.
En el capítulo segundo se aborda su relación con la poca conocida pintora y amiga suya Man Collot (1903-1962), sobre quien llegó a escribir. E ilumina la figura de su marido, André Collot, que ilustró la traducción francesa del poema marino de Coleridge que hizo Marianne en 1965 (y que llevaba un prefacio de Mac Orlan), así como el enigmático relato pornográfico Symphonies amoureuses, reeditado por Losfeld en 1971 como Le gorille, atribuyéndolo a un improbable Alexandre Lecaude, quien parece ser en realidad... Ado Kyrou.
Todas las creaciones conocidas (pinturas, dibujos y estatuillas esculpidas) son catalogadas y descritas en el capítulo siguiente, y concordamos en que esa obra plástica es "tan significativa como su poesía por sus temas y su tratamiento"; más aún: una y otra deben ser vistas unitariamente. Al estudiar los influjos y los motivos, se señala 1971 como una fecha clave en su trayectoria, centrándose nuestro estudioso en dos grandes temas: los totems y el "bello como" maldororiano. Este es un capítulo especialmente denso, sobre todo en la sección titulada "Un ontologismo moral doblado de un pneumatismo político-pedagógico", donde se polemiza con la consideración que hizo René Passeron del arte de Marianne como "nocturno", como ubicado "en la línea del surrealismo más nocturno", lo cual no funciona con toda su obra plástica, que sufre otra mutación relevante, por motivos estrictamente biográficos, en el año 1973, fecha a partir de la cual no se puede hacer semejante afirmación.
El capítulo IV se dedica al "anticristianismo de Marianne van Hirtum y sus cuatro excepciones notables". Si bien será difícil de seguir para quienes limitan su visión del surrealismo y la religión a la célebre foto de Péret y la no menos célebre frase de Breton (casi diría que es mi caso, aunque me haya interesado por la historia de las religiones desde las preceptivas lecturas juveniles de Mircea Éliade y haya estado siempre atento al fenómeno de la religiosidad arcaica y al de de la religiosidad popular), contiene un buen enfoque de los lazos de la artista con las culturas amerindias, un tratamiento valioso de la crítica de la religión a través de Sade, Feuerbach, Lautréamont, Nietzsche y Breton y una interrogación sobre la posible cercanía de Marianne como poetisa a Antonin Artaud, interrogación a la que tratará de responderse en el capítulo séptimo.
Los ensayos de los dos capítulos siguientes son más específicos, pero interesantísimos. El quinto se dedica al estudio de los poemas desechados de Les balançoires d'Euclide, que ella debió considerar demasiado bisoños y menos combativos que los restantes. El sexto nos lleva a su emisión radiofónica de 1977, cuando eligió para un programa de Michel Camus veinte textos de autores amados, a saber Pitágoras, Lichtenberg, Hegel, Fourier, Nietzsche, Éluard, Breton, Duprey, Gisèle Prassinos, Julien Torma, Artaud, Poe, Lautréamont, Cravan, su amigo el psicoanalista y poeta Benoît Dalle, Félix Féneon, Lewis Carroll, Kafka y Einstein (obsérvese que solo hay una mujer, porque aún no existía la parida política de la paridad, y de haber existido le hubiera importado un carajo; hoy, ni le dejarían hacer el programa). Patrick Négrier analiza las razones de sus veinte elecciones.
El capítulo séptimo, a la vez que trata de responder al citado interrogante artaudiano, vuelve sobre su caracterización como personalidad del surrealismo. Y no puedo dejar de citar el final del libro, cuando Patrick Négrier considera que el surrealismo "sigue poseyendo valores objetivos y un poder vigorizante útiles para el derrocamiento y la abolición de la dictadura globalista y europeísta que ha perseguido, torturado y alienado a las personas desde hace tres años desfigurando a la vez lo que las culturas tenían hasta entonces de más verdadero y de más necesario". Pues eso va a ser que no, porque si desde 2020 asistimos a una ofensiva brutal de esa dictadura, también asistimos (y en este caso, estupefactos) al naufragio de la inteligencia más elemental y al triunfo de la cobardía sumisa más vergonzante por parte de quienes menos se esperaba, surrealistas incluidos.
En suma, un gran libro sobre Marianne van Hirtum, que prolonga y complementa la obra anterior. Ojalá las figuras más amadas del surrealismo y que son menos conocidas reciban un tratamiento similar, un tratamiento tan profundo y enriquecedor.