domingo, 14 de noviembre de 2021

“Peculiar Mormyrid” y la reinvención del Viaje


Este es uno de los mejores números de la revista Peculiar Mormyrid, con infinidad de colaboraciones repartidas a lo largo de unas 250 páginas, y sin que ninguna de las verbales se convierta en el típico tostón habitual en otras. Con el reciente número de Alcheringa (Grupo Surrealista de París), brinda una óptima oportunidad de acceder a las fuerzas del surrealismo actual, fértil en indagaciones, propuestas e inventiva.

El volumen se estructura muy bien, en catorce secciones. Con abundantes ilustraciones a todo color, es un placer hojearlo, a distancia brutal de la edición digital (a ver si se les mete en la cabeza a todos que un libro o revista-libro sencillamente no existe).

En las “Preparaciones para el viaje”, Mattias Forshage pasa revista erudita a los viajeros sistemáticos, esporádicos o accidentales del surrealismo: Cramer, Viot, Mary Low, Artaud, Breton, Péret, Benoît, los emigrantes a América, Granell, Tarnaud, Ted Joans, Rik Lina... De Ted Joans no me consta para nada que trabajara en una empresa aérea ni sin duda puso nunca un “selfie”, y no conocer los viajes de Rik Lina no da permiso para cuestionarlos (en su casa de Amsterdam pueden admirarse sus cincuenta cuadernos de dibujos realizados a lo largo de sus dilatados viajes por el mundo). Pero sea como sea, el viaje surrealista queda a años luz del viaje romántico, y no ofrece nada que se pueda comparar ni remotamente al Voyage à Orient de Gérard de Nerval.

Sigue un cuestionario con respuestas del propio Forshage, Jason Abdelhadi, Michèle Bachelet, Steven Cline, Joël Gayraud, Stuart Inman, Juan Carlos Otaño y Christopher K Starr. Hay aquí observaciones muy interesantes y las preguntas están bien planteadas.

Sasha Vlad, movilomanía

La caja de sorpresas sigue con una soberbia colaboración de J. Karl Bogartte, la “movilomanía” de Sasha Vlad (dibujos realizados con el movimiento del autobús en que se viaja), un juego itinerante de The House of Mysticum, una muy fina comunicación de Antonella Gandini y otra de Janice Hathaway (con un divertido poema para acompañar las demostraciones de su viaje fotográfico en la propia casa), los encuentros por Jason Abdelhadi de unos naipes (entre ellos el del Barco Ebrio) dispersos por los alrededores del “Grotesque Nameless Monument” y un breve ensayo de Anthony Redmond que se cierra con unos versos del inmortal Hellhound on my Trail de Robert Johnson.

Es el momento de surgir una diatriba de lo más feroz contra el turismo y el “sistemático desencanto” del mundo llevado a cabo en estas últimas décadas hasta el último rincón del planeta. Todos los párrafos de esa página 89 los marqué con asteriscos e ídem toda la siguiente en general, hasta encontrarme al final con que Massimo Borguese nombra mis viajes portugueses, recorrido el rectángulo rebelde “a la manera de un rabdomante”. Nada puede halagarme y alegrarme más que un piropo a Lusitania fantasma y sus fotografías correspondientes: mis incontables vagabundeos, siempre solitarios y abismados, por la tierra portuguesa, creo que pueden ser un ejemplo de abolición de la contradicción entre viaje interior y viaje exterior, aparte haber sido fuente de la mayor parte de los poemas y relatos que he escrito en los últimos 34 años.

Esta implacable diatriba contra el turismo debe ser ubicada con todos los honores junto al “Manifiesto anti-turístico” de Joaquim Palminha Silva, publicado en el número 73-74 de la revista libertaria portuguesa A Ideia. Aquí antecede a otro de los momentos fuertes de la revista: “Reinventando el espacio (Memorias del agua)”, en que seis maravillosas pinturas de Izabella Ortiz inspiran un texto de Mattias Forshage magnífico como todos los suyos.

Izabella Ortiz, pintura

Los mormíridos elaboran luego unas estupendas tablas sobre los modos de transporte (en forma de encuesta), los viajeros estáticos, los grandes viajeros pre-surrealistas y los juegos surrealistas itinerantes, con sus lugares de celebración. Es otro de los puntos altos de este número, ya que el texto de Jason Abdelhadi cala bastante hondo y se enriquece con un apéndice curiosísimo en que intervienen el dibujante de cómic Rodolphe Töpffer, los circos que recorrían América, un misterioso hombre provisto de un yelmo que le impedía ver y que pretendía recorrer el mundo en 1908 tan solo con un carrito, con la finalidad de encontrar novia, un actor elizabethiano que viajaba danzando, el propio Charles Fourier y los viajes de la Armonía, etc.

Sasha Vlad y Dan Stanciu nos deleitan con seis nuevos capítulos de uno de los libros surrealistas más memorables de los dos últimos decenios: The Parasite of the Azure; he aquí uno de ellos:

Dan Stanciu/Sasha Vlad,
Le parasite de l'azur

En fin, para no ser prolijos (y de nuevo cada lector encontrará sus preferencias), resumiré destacando la sección centrada en el sueño; la dedicada a las islas, los archipiélagos y el surrealismo, en que, aparte la intervención preceptiva del Inner Island Group y el relato verdaderamente excepcional de un viaje  a Sirenusa por el grupo La Sirena (con un estupendo poema colectivo), la introducción nos recuerda la experiencia surrealista de 2017 en la isla de Wight (The archaeology of hope) y nos remite a un documento del grupo surrealista de Estocolmo (We see the sea); el guion de una película por Steven Cline; y un recorrido que consta en los Ghost Paper Archives. Más textos e imágenes hay de Bruno Jacobs, Paul McRandle, Javier Gálvez, Kathleen Fox, David Coulter, Doug Campbell, Vittoria Lion, Erik Vole, Hazel Cline, Guy Girard, Joël Gayraud, Tony Roehrig, Philip Kane, Abegalia, Benedict Keaney, Eugenio Castro, Wade German, Nicholas Alexander Hayes, Aaron Dylan Kearns, etc. Nada hay aquí de relleno ni nada que nos aleje del surrealismo.

Por descontado, cuando se La nombra, nadie habla sin respeto y devoción de la “Pandemia”, aunque Stuart Inmann cita el último libro de Giorgio Agamben (Where are we now?), uno de los pocos pensadores europeos que ha desenmascarado ese nuevo disfraz de Elohim. Por otra parte, hallo insidioso que uno de los colaboradores (carece de importancia cuál) insinúe que viajar sea “una necesidad humana para todos” (nunca me ha gustado eso de “todos”). Poco antes de la aparición del neoElohim, el presidente de España, un deficiente mental (y criminal) dijo, quedándose tan pancho, que el turismo “está inscrito en el ADN humano”, pero yo conocí en las tierras portuguesas de Miranda y Carrazeda seres sublimes (y para mí envidiables), hoy ya en la Tierra de la Verdad, que no salieron jamás de su aldea y de su entorno (lo cual sin duda nunca los acomplejó), por no hablar de los “viajeros sésiles” enumerados en una de las tablas de los mormíridos a que más atrás me refería.

Con diez espléndidos números en su haber, Peculiar Mormyrid expresa un surrealismo vivo y sin concesiones, ya con seis años en el candelero.

pm 10

Doug Campbell, Tormenta sobre Sirenusa, con el castillo de Praga