domingo, 1 de agosto de 2021

“Littérature”, n. 20

En agosto de 1921 acababa la primera serie de Littérature, con un número dedicado en su integridad al llamado “affaire Barrès”.

Hoy cuesta imaginar la fama que tuvo Maurice Barrès en su tiempo, sin la cual no se explica esta contundente reacción de la muchachada surrealista, que asumió la forma de paródico juicio, celebrado a la misma hora que el consagrado escritor disertaba sobre “el alma francesa durante la guerra”. Como a Claudel o Bergson, no se le perdonaba a Barrès su actitud durante la I Carnicería Mundial.

El “affaire” está perfectamente estudiado por Marguerite Bonnet en una publicación de Corti, pero debe consultarse también, al añadir documentos inéditos, el tomo de la colección “Surréaliste” de Jean Michel Place dedicado a los procesos surrealistas que organizó Monique Sebbag.

A veces se ha visto este caso como un típico “asesinato del padre”, pero obviamente hay mucho más y esa no es sino una explicación fácil.

Tras el “Acta de acusación” formulada por André Breton, desfilan los testigos. Uno de ellos es Tristan Tzara, quien dice cosas muy interesantes pero concluye con una ridícula cancioncita dadá reveladora de aquello a lo que el ácido movimiento alemán había llegado en París. Hay una intervención de Ungaretti y otra de Jacques Rigaut. Esta es colosal, de un derrotismo a prueba de bombas.

La gran publicación surrealista del momento fue Le passager du transatlantique, primer poemario de Benjamin Péret, en la Colección Dadá de Au Sans Pareil, con cuatro dibujos de Hans Arp y una tirada de 50 ejemplares. Soupault lo reseñaría en el primer número de la segunda serie de Littérature.