domingo, 28 de febrero de 2021

Mário Cesariny: “Uma última pergunta”

La Fundación Cupertino de Miranda ha tenido la gran idea de reunir las entrevistas a Mário Cesariny, y publicarlas en su colección Documenta. Son en total veintiséis y van de 1962 a 2006, aunque comiencen en 1952 con una entrevista del propio Cesariny al pintor Carlos Botelho. La organización e introducción es de Laura Mateus Fonseca, a quien hay que agradecer tan útil trabajo. El prefacio (firmado en “el año de la peste de 2020”, o sea que aquí hay otro que también se debe haber tragado el embolado de la “pandemia”) es de Bernardo Pinto de Almeida, quien ya ha escrito páginas magníficas sobre Cruzeiro Seixas, y está bastante bien, aunque no escape al típico masoquismo cultural portugués (del que no estaba exento ni el propio Cesariny): si en efecto hay aquí entrevistadores mentecatos, ello no se debe a que Portugal sea un “país inculto”, ya que sin ir más lejos Breton se dejó entrevistar por las no menos mentecatas Madeleine Chapsal y Claudine Chonez (son solo dos ejemplos), por no hablar del pez gordo español José María Valverde. El Portugal popular tradicional, que era algo fastuoso, y el Portugal de los grandes artistas, literatos y pensadores es un país tan culto como cualquier otro de los países mayores de Occidente, donde siempre han coexistido la grandeza y la miseria.
Las entrevistas son suculentas y se leen a todo tren. Cesariny nunca es fatuo ni pedante, siempre es simpático, ocurrente y divertido y por lo general es de una lucidez implacable, a la que no duelen prendas. La vivacidad general impide que las reiteraciones y obsesiones resulten molestas, y solo al final hay algunas concesiones, cuando empieza a hablar de la familia y nos enteramos de que veía los noticiarios de la televisión (parece que el propio Breton cayó en ese horror) y particularmente cuando refiere la visita en su casa del presidente de la república (a la sazón Jorge Sampaio, un plúmbeo personaje que hasta poseía ciertos rasgos faciales mongoloides) para condecorarlo con la Gran Cruz (¡!) de la Orden de la Libertad (oxímoron tan grosero como el de los “enfermos asintomáticos”). La última vez que estuve en su casa, Cesariny me regaló António António, Corpo visível y Uma combinação perfeita (¡eso sí que es un regalo!) y me despidió con un gran abrazo diciéndome que mis huesos estaban fuertes para entrar en el siglo XXI: espero que el abrazo que nos dimos le haya parecido más agradable que el que le propinó aquel bobo de Sampaio, quien además no debería estar poco zangado por tener a aquellas horas de la tarde tal compromiso en su agenda, cuando de seguro que prefería estar echándose las copas con los amigotes –tudo isto existe, tudo isto é triste, tudo isto é fado, por decirlo con una canción de Amália Rodrigues, a quien descubro que Cesariny, como yo, estimaba incluso más que a Fernando Pessoa.
La materia de estas entrevistas es bien analizada por Pinto de Almeida. Yo conocía muy pocas. La más extensa es quizás la que le hizo César Antonio Molina, y que Cesariny me envió fotocopiada con una serie de correcciones, algunas de las cuales eran consecuencia de que, a pesar de su extensión, se habían recortado muchas cosas. Molina (a no ser que haya sido algún pajullo experto en manipulaciones de los que tanto pululan por los pudrideros periodísticos) eligió, dando muestras de gran cultura española, el título “Del surrealismo no queda nada...”, pero la entrevista decía cosas muy diferentes y además se enriquecía con un admirable texto de Granell (“La salud del surrealismo”) y otro de André Coyné que no le iba a la zaga.
¡Grande, inesquecível Mário Cesariny, siempre vivo y en forma!

Mário Cesariny, Memorización de México IV, 1977
 
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“El trabajo sin precedente del surrealismo fue dar un sentido agente a aquello que parecía inconexo: el poeta, desde que existe; el tiempo, que en cualquier milésima de segundo es todos los tiempos; el espacio que es fuera y simultáneamente dentro. Contra este trabajo nunca faltarán ni pueden faltar los historiadores de ataúd y clavo.” (1979)
“En mi óptica, no hay una sola de las premisas del surrealismo que no guarde sus virtualidades.” (1982)
“Podrá decirse que la gracia y la novedad primitivas del surrealismo desaparecieron hace décadas. Es verdad. ¿Pero qué decir de la gracia y de la novedad del post-ismos, en lucha permanente y mortal para salir de todos los ismos? ¿Cree que lo van a conseguir? ¡No! El surrealismo continúa siendo el último enunciado verdadero de los problemas centrales de nuestro tiempo, para quien quiera vivir como un hombre, y no como un cerdo harto y satisfecho.” (1990)
“Breton nos hizo apenas el favor de intentar dar sentido a lo que parecía disperso a través de los tiempos y lugares. Se dirá que es poco, pero ese «apenas» cubrió ya casi todo nuestro siglo y no parece dispuesto a desistir de entrar en el siglo que viene.” (1991)
“El surrealismo es siempre de hoy, nunca de ayer. Nada es tan mistificador como hablar de la actualidad o de la inactualidad del surrealismo. El surrealismo es de hoy, pero inactual, tan inactual como lo puede ser un indio. La actualidad es pequeñita y siempre de ayer. ¿Vio, hace poco, el libro de René Guenon que Antonio Barahona me dio para que yo percibiera cómo se puede ultrapasar a Breton por encima? La única cosa que vi es que Breton es inultrapasable.” (2002)
“La revolución surrealista es aún algo de que los instalados ni quieren oír hablar.” (2002)
“El propio André Breton decía que el surrealismo era una manera de ligar lo que, a través de los tiempos, andaba desligado, de los insurrectos, de los románticos. Él va hasta Hermes Trismegisto, en la mitología griega, para ligarlo todo en una corriente subterránea. Creo que hay una relación con el ocultismo, la magia negra, el sol negro.” (2002)
 
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Cesariny intervino sobre este billete postal del Golfo de Lanzarote, que me regaló con ocasión de alguna de sus cartas. Es pues rigurosamente inédito.