La Fundación
Cupertino de Miranda ha tenido la gran idea de reunir las entrevistas a Mário
Cesariny, y publicarlas en su colección Documenta. Son en total veintiséis y
van de 1962 a 2006, aunque comiencen en 1952 con una entrevista del propio
Cesariny al pintor Carlos Botelho. La organización e
introducción es de Laura Mateus Fonseca, a quien hay que agradecer tan útil
trabajo. El prefacio (firmado en “el año de la peste de 2020”, o sea que aquí
hay otro que también se debe haber tragado el embolado de la “pandemia”) es de
Bernardo Pinto de Almeida, quien ya ha escrito páginas magníficas sobre
Cruzeiro Seixas, y está bastante bien, aunque no escape al típico masoquismo
cultural portugués (del que no estaba exento ni el propio Cesariny): si en
efecto hay aquí entrevistadores mentecatos, ello no se debe a que Portugal sea
un “país inculto”, ya que sin ir más lejos Breton se dejó entrevistar por las
no menos mentecatas Madeleine Chapsal y Claudine Chonez (son solo dos
ejemplos), por no hablar del pez gordo español José María Valverde. El Portugal
popular tradicional, que era algo fastuoso, y el Portugal de los grandes
artistas, literatos y pensadores es un país tan culto como cualquier otro de los países
mayores de Occidente, donde siempre han coexistido la grandeza y la miseria.
Las
entrevistas son suculentas y se leen a todo tren. Cesariny nunca es fatuo ni
pedante, siempre es simpático, ocurrente y divertido y por lo general es de una
lucidez implacable, a la que no duelen prendas. La vivacidad general impide que
las reiteraciones y obsesiones resulten molestas, y solo al final hay algunas
concesiones, cuando empieza a hablar de la familia y nos enteramos de que veía
los noticiarios de la televisión (parece que el propio Breton cayó en ese
horror) y particularmente cuando refiere la visita en su casa del presidente de
la república (a la sazón Jorge Sampaio, un plúmbeo personaje que hasta poseía ciertos
rasgos faciales mongoloides) para condecorarlo con la Gran Cruz (¡!) de la Orden
de la Libertad (oxímoron tan grosero como el de los “enfermos asintomáticos”).
La última vez que estuve en su casa, Cesariny me regaló António António,
Corpo visível y Uma combinação perfeita (¡eso sí que es un
regalo!) y me despidió con un gran abrazo diciéndome que mis huesos
estaban fuertes para entrar en el siglo XXI: espero que el abrazo que nos dimos
le haya parecido más agradable que el que le propinó aquel bobo de Sampaio,
quien además no debería estar poco zangado por tener a aquellas horas de
la tarde tal compromiso en su agenda, cuando de seguro que prefería estar
echándose las copas con los amigotes –tudo isto existe, tudo isto é triste,
tudo isto é fado, por decirlo con una canción de Amália Rodrigues, a quien
descubro que Cesariny, como yo, estimaba incluso más que a Fernando Pessoa.
La materia de
estas entrevistas es bien analizada por Pinto de Almeida. Yo conocía muy pocas.
La más extensa es quizás la que le hizo César Antonio Molina, y que Cesariny me
envió fotocopiada con una serie de correcciones, algunas de las cuales eran
consecuencia de que, a pesar de su extensión, se habían recortado muchas cosas.
Molina (a no ser que haya sido algún pajullo experto en manipulaciones de los
que tanto pululan por los pudrideros periodísticos) eligió, dando muestras de
gran cultura española, el título “Del surrealismo no queda nada...”,
pero la entrevista decía cosas muy diferentes y además se enriquecía con un
admirable texto de Granell (“La salud del surrealismo”) y otro de André Coyné
que no le iba a la zaga.
¡Grande, inesquecível
Mário Cesariny, siempre vivo y en forma!
Mário Cesariny, Memorización de México IV, 1977 |
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“El trabajo
sin precedente del surrealismo fue dar un sentido agente a aquello que parecía
inconexo: el poeta, desde que existe; el tiempo, que en cualquier milésima de
segundo es todos los tiempos; el espacio que es fuera y simultáneamente dentro.
Contra este trabajo nunca faltarán ni pueden faltar los historiadores de ataúd
y clavo.” (1979)
“En mi óptica,
no hay una sola de las premisas del surrealismo que no guarde sus
virtualidades.” (1982)
“Podrá decirse
que la gracia y la novedad primitivas del surrealismo desaparecieron hace
décadas. Es verdad. ¿Pero qué decir de la gracia y de la novedad del
post-ismos, en lucha permanente y mortal para salir de todos los ismos? ¿Cree
que lo van a conseguir? ¡No! El surrealismo continúa siendo el último enunciado
verdadero de los problemas centrales de nuestro tiempo, para quien quiera vivir
como un hombre, y no como un cerdo harto y satisfecho.” (1990)
“Breton nos
hizo apenas el favor de intentar dar sentido a lo que parecía disperso a través
de los tiempos y lugares. Se dirá que es poco, pero ese «apenas» cubrió ya casi
todo nuestro siglo y no parece dispuesto a desistir de entrar en el siglo que
viene.” (1991)
“El
surrealismo es siempre de hoy, nunca de ayer. Nada es tan mistificador como
hablar de la actualidad o de la inactualidad del surrealismo. El surrealismo es
de hoy, pero inactual, tan inactual como lo puede ser un indio. La actualidad
es pequeñita y siempre de ayer. ¿Vio, hace poco, el libro de René Guenon que
Antonio Barahona me dio para que yo percibiera cómo se puede ultrapasar a
Breton por encima? La única cosa que vi es que Breton es inultrapasable.”
(2002)
“La revolución
surrealista es aún algo de que los instalados ni quieren oír hablar.” (2002)
“El propio
André Breton decía que el surrealismo era una manera de ligar lo que, a través
de los tiempos, andaba desligado, de los insurrectos, de los románticos. Él va
hasta Hermes Trismegisto, en la mitología griega, para ligarlo todo en una
corriente subterránea. Creo que hay una relación con el ocultismo, la magia
negra, el sol negro.” (2002)
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Cesariny
intervino sobre este billete postal del Golfo de Lanzarote, que me regaló con
ocasión de alguna de sus cartas. Es pues rigurosamente inédito.