En 2012 ya se
anunciaba el libro de Carlos M. Luis Horizontes
del surrealismo, recopilación de sus ensayos sobre la materia, muchos de
ellos publicados en la revista digital Agulha. Por desgracia, la edición ha
sido póstuma, pero ya está disponible, y puede obtenerse vía amazon.
Este es un
libro importante, que componen los siguientes ensayos: “Horizontes del
surrealismo”, “André Breton y la utopía surrealista”, “El surrealismo y lo
maravilloso”, “Eros, violencia y surrealismo”, “Ives Tanguy y sus dólmenes
surrealistas” (sic, ya que Carlos M. Luis
siempre pone Ives), “El surrealista que vino del Renacimiento” (y que no
es otro que Kurt Seligmann), Jorge Camacho entre pájaros y kachinas”, “Ludwig
Zeller”, “Matta en la América”, “Las máscaras en el surrealismo”, “Los
cadáveres exquisitos”, “Prismas de Wifredo Lam”, “Víctor Brauner, el mago”,
“Max Ernst: surrealismo, alquimia y collage”, “Los surrealistas en la América”,
José Lezama Lima y el surrealismo”, “Analogía, hermetismo y ludus surrealista”,
“Antonin Artaud entre cacas y gritos”, “Benjamin Péret o el mundo al revés”,
“El surrealismo y los límites del lenguaje” y “Bestiario, naturaleza y
hermetismo surrealista”.
No es Carlos
M. Luis un ensayista de primer rango (ni a buen seguro, conociendo su bonhomía,
pretendía serlo). A veces parece que estamos leyendo un manual divulgativo
sobre el surrealismo y maneja y cita con frecuencia libros vulgares, muchos de
corte académico, a lo que se suma la molesta lectura resultado de una
puntuación confusa, una coordinación descuidada y sobre todo el vicio amanerado
del subjuntivo imperfecto, que lo plaga todo. Sin embargo, sabe muy bien de lo
que habla, ha leído y entendido a la perfección a André Breton (el único
patinazo es cuando afirma que rechazaba el amor sáfico, lo que es completamente
erróneo) y se mueve con soltura por los campos más diversos del surrealismo,
profundizando inteligentemente en muchos tramos de sus ensayos. En este
aspecto, su obra es una buena introducción al surrealismo, agitando temas e
ideas con la misma lucidez con que se ha enfrentado a ese castrismo que ha
castrado a su país durante ya medio siglo –no por azar, Horizontes del surrealismo está dedicado a la memoria de su amigo
Jorge Camacho.
Carlos M. Luis
fue además una persona entrañable, y cierta placidez salutífera emana de su
escritura, a pesar de la referida afectación. Si en la América latina ha sido
muy extraño no desvirtuar el surrealismo, resulta enormemente meritorio
encontrarnos con una voz como la suya. Esperemos que tarde o temprano se pueda
acceder también a una publicación que dé muestra de su labor como collagista.