Caligrafía y pintura de Huizong |
Una de las satisfacciones que nos da la actualidad surrealista de los
últimos años es la aparición más o menos regular de los pequeños folletos
poéticos –o impregnados siempre de poesía– que se autoedita Guy Girard en
Saint-Ouen. El otoño de 2017 nos trae nada menos que el número 20, que con el
título de Le poème de Longzhou, se
une estrechamente al anterior Poème de
Tucheng y a otras derivas orientales como André Breton en China o Trois
poèmes coréens, todo ello aparecido en esta informal “serie”.
El poema de Longzhou comienza con el canto del gallo, “viejo hijo de la
luz”, escuchado por el viajero, y acaba con la explosión de risa de Lü Dongbin,
uno de los ocho inmortales. Pero aún hay espacio para tres sueños “chinos”. El
primero refiere un encuentro con el emperador del siglo XII Huizong, famoso
tanto por su ineptitud política como por su finura taoísta de poeta, pintor,
calígrafo y músico; presto para huir hacia el exilio, Huizong lo que más
lamenta es tener que abandonar, más que todos sus tesoros, “su fabulosa colección
de piedras de sueño”. En el segundo, el poeta y sus amigos, al pasar las
aduanas chinas, han de presentar sus documentos enrollados en el interior de
unas botellas de cristal. Por último, en un restaurante le sirven “una gruesa
carpa cuya cabeza es la de una serpiente todavía viva y una tortuga hervida de
caparazón translúcido”.
Como habitualmente, el cuaderno de Guy Girard viene realzado por un
frontispicio de Pierre-André Sauvageot.
guy.girard10@sfr.fr
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