|
Jacques-B. Brunius,
Retrato de un amigo desconocido, 1958 |
Este libro que comentamos hoy permite
por primera vez tener un conocimiento cabal de una de las figuras de proa del
movimiento surrealista. Es un tesoro de lucidez, ética y revuelta que reúne sus
textos más significativos a lo largo de cerca de 500 páginas, rematadas por una
serie de testimonios, entre los cuales destacan los de Fredy Buache (quien lo
evoca al morir, en 1967), Maurice Henry (dentro de una carta a John Lyle), Ado
Kyrou (nadie como él podía situar a
Brunius en el contexto cinematográfico) y Jean Renoir (para quien era un gran
actor de cine, que “nació surrealista”).
El título, Dans l’ombre où les regards se nouent, es el de uno de sus más
célebres ensayos sobre el cine, publicado en el n. 11 de Minotaure. La cubierta, que lleva, ocupando portada y contraportada, un precioso collage suyo, anuncia
en el interior “escritos sobre el cine, el arte y la política”, entre 1926 y
1963, pero hay mucho más: poemas, cartas, ensayos sobre literatura, crítica
teatral, etc. Y es que, como señala Grégory Cingal en su espléndida
introducción (“Vida del califa Brunius”), caben en su “extraña carrera
semi-oculta y dispersa” infinidad de facetas: “inventor del domingo, cineasta
del lunes, crítico del martes, poeta del miércoles, ensayista del jueves,
traductor del viernes y actor del sábado, surrealista de todos los días”, y
además dibujante, inventor de collages, guionista, cronista radiofónico,
conferenciante, productor cinematográfico... Dibujos y collages sí que se reproducen pocos, siendo de esperar la aparición algún día de un volumen dedicado a esta faceta suya.
Como crítico de cine, Brunius
recibió el influjo de Robert Desnos y se adelantó a los grandes críticos del
surrealismo que luego irrumpirían, en particular Ado Kyrou, Gérard Legrand y
Robert Benayoun. Aparte ensayos magistrales como “El sueño y el cine” y “El
cine y el amor”, se recogen reseñas de películas como Metrópolis, el Napoleón
de Abel Gance, El gabinete del Doctor
Caligari, Un perro andaluz, La ópera de cuatro centavos, L’Atalante, The Ox-bow incident, La
exótica, A vida o muerte, Larga es la noche, Mr. Verdoux, La golfa, El año pasado en Marienbad y Le jour se lève. Extraordinarios son los
que dedica a Caligari, L’Atalante y Marienbad, filme que explica de modo a mi juicio certero por el
sueño recurrente. Brunius, como es bien sabido, fue también actor,
interviniendo en 22 películas, a veces con papeles de órdago como el del malvado
Fouché de Los
gavilanes del estrecho de Raoul Walsh (1953). En
tanto director, apareció en 2009 un dvd con algunas de sus películas,
incluyendo el genial Violons d’Ingres
y, como bonus, Le palais idéal de Ado
Kyrou (ya que, recuérdese, fue Brunius quien “descubrió” la prodigiosa creación
del cartero Cheval) y un diaporama de fotos de sus películas y sus dibujos.
Damos a continuación la ficha del dvd y algunas de sus reseñas:
*
|
Jacques-B. Brunius, Matador cavernícola (hembra), 1943 |
La única inclusión discutible en
todo el conjunto es la de unas cuantas cartas a su hija, especialmente patética
una en que, aún niña, le profetiza que verá un mundo maravilloso a principios
del siglo XXI, entre otras cosas –y cuesta citar tal memez– porque “habrá
entonces invenciones extraordinarias, ya que los hombres serán cada vez más
inteligentes”. Ofrecen en cambio un interés excepcional las dirigidas a André
Breton, cuyo puñado va de 1932 (sobre el affaire
Aragon) a 1946. Hay ocho del período 1942-1944, incluyendo la del 3 de
diciembre de 1943 un retrato invalorable del surrealismo británico y de sus
antecedentes (sobre los que encontramos en el volumen un ensayo dedicado al Jabberwocky de Carroll, escritor con
cuyas lecturas Brunius aprendió el inglés, y el prefacio a la traducción
francesa del Vathek de Beckford). La
última de estas cartas le desenmascara a Breton el personaje de Pierre
Brossolette, que aparecía tratado con buenas tintas en Arcane 17 (Oeuvres complètes,
tomo 3, p. 89), aconsejándole incluso que rectifique si hace una nueva edición.
Textos de interés especial para
el surrealismo son los dedicados a Violète Nozière, a las primeras novelas de
Julien Gracq, a las Nouvelles impressions
d’Afrique (Brunius, por cierto, fabricó la máquina para leer a Roussel,
presentada en la Exposición Internacional del Surrealismo de1938 y de la que no
ha quedado ni el rastro fotográfico), sobre Antonin Artaud (una bella evocación
en 1963) y sobre su compañero de tantos años de brega surrealista, E.L.T.
Mesens (un ensayo sobre sus collages, para la exposición de 1963, que no es
solo lo mejor que se ha escrito sobre él, sino una reflexión de envergadura
sobre el collage y el surrealismo). Grandes estudios son los titulados “Sin dios
ni diablo”, “Idolatría y confusión” (en colaboración con Mesens), “La parte del
diablo” y “El sueño. El inconsciente. Lo maravilloso”. Tampoco falta, por
supuesto, el legendario artículo de 1936 dedicado al cartero Cheval y su Palais
Idéal. Y, por lo que respecta a sus colaboraciones con París, la respuesta a la
encuesta sobre las representaciones eróticas publicada en La Brèche y dos textos muy importantes del catálogo Le surréalisme en 1947: la declaración
del grupo surrealista inglés redactada por él y Mesens y el magnífico artículo
“Certezas sobre la libertad” –por alguien que sabía perfectamente lo que esta
era.
*
|
Jacques-B. Brunius, Collage en nueve episodios, 1942 |
Estas son las
respuestas que Brunius dio a la encuesta de Le
Savoir Vivre, realizada por René Magritte en 1946, y también insertas en
este soberbio volumen. Las cosas que más detesta: “Los paraguas, el
cristianismo, los ladridos de los perros, el remordimiento, el tipo agente
doble, las camisas de seda, el olor a cura, el tono pederasta, conducir un
automóvil, no hacer nada”. Las que más le gustan: “A las cinco de la tarde, el
orgasmo de la mujer que amo. Después de la cena, la agonía de un cura. Los
números 133 y 375. El día de la eclosión de los cólquicos. El relleno de las
rodillas, el hueco de la cintura, el color rojo. Las grandes ciudades por la
noche. Una foca solitaria en el mar de las costas de Cornouailles. No hacer
nada”. Lo que más desea: “Una revolución que le diera la felicidad al hombre.
Ver sobre las ruinas de todas las iglesias podrirse los despojos de todos los
curas, chinches, militares, aragones, caseros, perros guardianes, degaullistas,
carmelitas y similares, etc. –ya se ve lo que quiero decir. Hacer largos viajes
por mar, no tener identidad, vivir encima de una montaña en un castillo que no
dé sino al cielo. Durar aunque sea pasando a la posteridad. No hacer nada”. Lo
que más teme: “La estupidez nacionalista, particularmente la francesa. La
estupidez religiosa, particularmente la católica. La estupidez masoquista,
particularmente la religiosa. La estupidez de los tecnólogos, especialistas,
humanistas y otros burócratas de la religión del progreso. La estupidez. La
utilización del psicoanálisis para «adaptar» al hombre. Las revoluciones
fallidas. No ver llegar durante mi vida aquello que deseo. No hacer nada”.
(En esta página
editorial, aparece el número de páginas del libro como 244, cuando son
realmente 544.)