António Dacosta, s.t., 1942 |
En su momento
señalamos que, con motivo del centenario de António Dacosta (1914-2014), hubo
una retrospectiva suya en la Fundação Gulbenkian de Lisboa, y se publicó un
amplio catálogo sobre su obra.
El catálogo,
ya en mis manos, está muy bien ilustrado, aunque mezclando las dos etapas del
artista, que son 1937-1948 y 1980-1990, y sin que en los dos ensayos se den las
referencias a las imágenes comentadas, que hubieran permitido manejarlo con
comodidad. El primer ensayo, de José Luís Porfírio, está muy bien, pero no así,
por lo que respecta al surrealismo, el segundo, de Ruth Rosengarten, quien
considera que, al comienzo de la segunda carnicería mundial, “la mayoría de los
surrealistas europeos se encontraba geográficamente dispersa, haciendo carreras
individuales, ya no unidos por su adhesión a un objeto común”. Aparte la
deformación universitaria de las “carreras”, ello supone olvidar al grupo La
Main à la Plume y el rápido aglutinamiento neoyorquino de VVV. Se dice
luego que “es sintomático del atraso cultural de Portugal durante la dictadura
salazarista el hecho de que los principales grupos surrealistas portugueses
solo se constituyeran en 1948”, pero ¿qué decir entonces de Holanda, donde
Brumes Blondes irrumpe en 1959, o de los Estados Unidos, donde el grupo Arsenal
solo surge a fines de los años 60? Estamos, es obvio, ante la típica confusión
del surrealismo con una vanguardia o un movimiento artístico. Se afirma, por
último, que, cuando Breton y los exiliados regresan a Francia, no se dan “la
oportunidad” ni el “impulso” necesarios para reagrupar el movimiento, cuando
basta recordar el manifiesto Liberté est un mot vietnamien, de inicios
de 1947 y el extraordinario relanzamiento de esos años, cuya excepcional
importancia no es hace mucho que precisamente un estudioso portugués, António
Cândido Franco, ha puesto definitivamente de relieve. En fin, todo se encharca
definitiva y repugnantemente cuando se habla poco más adelante de la “misoginia
surrealista”.
António
Dacosta, poeta y pintor, fue uno de los pioneros del surrealismo en Portugal,
tras haber conocido a António Pedro. Se estableció para siempre en París el año
1947, participando en la exposición de la galería Maeght, firmando Rupture inaugurale y estableciendo el
lazo entre el grupo parisino y el de Lisboa. Dos años después dejaría la
pintura tras haberse pasado a la abstracción, que era la moda. Sin embargo, en
los años 70 reaparece tras la liquidación del régimen dictatorial y escribe una
serie de prosas automáticas con Cesariny, una de ellas traducida en el catálogo
de la gran exposición surrealista de Chicago (1976) y reproducida, con otras
dos, y bajo el título de “El norte de Europa”, en el libro de Cesariny Primavera autónoma das estradas (nada de esto se señala en el catálogo).
En 1999 se publicaron a la
vez O trabalho das nossa mãos y Dacosta em Paris. Textos (Fundação
Cupertino de Miranda), que vienen tras A
cal dos muros (1994).