Sonámbula (www.sonambula.org) ha publicado ya doce
bellos libros del surrealismo, a saber: Esfera inacabada de Fernando
Palenzuela (también, independientemente, en edición francesa), Los
ultramuebles de la pasión de Susana Wald, Femme en songe suivi de Quand
l’animal des profondeurs surgit la tête éclate de Ludwig Zeller, Dans
l’écrin des jours noirs de Bernar Sancha, La grandeur de la lune brûlée
del grupo Les Boules, La chasse à l’objet du désir de la Liaison
surréaliste à Montréal, Insoumission poétique: Tracts, affiches et
déclarations du Groupe de Paris du mouvement surréaliste y Maillot
d’hécatombes pour Jeanne D’Arcula précédé de Vestibule de l’éternité de Guy
Girard, Les chemins qui zigzaguent y Les cités légendaires de Guy
Cabanel y Poèmes de l’amour rose de Raúl Henao. Un catálogo ya soberbio,
con mucha poesía auténticamente esplendorosa y documentos tan importantes como
el de las intervenciones del grupo parisino y el catálogo de la exposición de
Montreal.
Se suma ahora, en un volumen de un centenar de páginas, una selección de los poemas de Carmen Bruna, una de las grandes voces femeninas del surrealismo argentino, cuya nombre viene unido nada menos que a los de Olga Orozco, María Meleck, Alejandra Pizarnik y Silvia Guiard –sin olvidar, aunque en el terreno artístico, a Virginia Tentindó. Silvia Guiard es quien ha hecho el precioso prólogo-presentación, recordando los años del grupo surrealista Signo Ascendente, al que Carmen Bruna estuvo asociada y cuyo sello le publicó Morgana o el espejismo (1983) y Lilith (1987). La antología va de 1980 a 2003, e incluye también, por tanto, poemas de La diosa de las trece serpientes (1986), La luna negra de Lilith (1992) y Melusina o la búsqueda del amor extraviado (1993). Todos estos títulos hablan de la dimensión mítica de su poesía, que es también una poesía arrebatada y trágica, de furor y revuelta, donde las imágenes convulsivas se agitan en verdaderas mareas de fiebre.
Se suma ahora, en un volumen de un centenar de páginas, una selección de los poemas de Carmen Bruna, una de las grandes voces femeninas del surrealismo argentino, cuya nombre viene unido nada menos que a los de Olga Orozco, María Meleck, Alejandra Pizarnik y Silvia Guiard –sin olvidar, aunque en el terreno artístico, a Virginia Tentindó. Silvia Guiard es quien ha hecho el precioso prólogo-presentación, recordando los años del grupo surrealista Signo Ascendente, al que Carmen Bruna estuvo asociada y cuyo sello le publicó Morgana o el espejismo (1983) y Lilith (1987). La antología va de 1980 a 2003, e incluye también, por tanto, poemas de La diosa de las trece serpientes (1986), La luna negra de Lilith (1992) y Melusina o la búsqueda del amor extraviado (1993). Todos estos títulos hablan de la dimensión mítica de su poesía, que es también una poesía arrebatada y trágica, de furor y revuelta, donde las imágenes convulsivas se agitan en verdaderas mareas de fiebre.
Lilith, 1987, dibujo de Tony Pusey |
Entre los
poemas incluidos los hay dedicados a Sergio Lima (“Sergio Lima y el erotismo
estrellado de sus collages”), Silvia Guiard (“Silvia pájaro de oro”) y Kirin
(“A Kirin”), aparte el titulado “La lucidez de Nadja”.
Carmen Bruna
nació en 1924 y murió el pasado año. Por suerte, Raúl Henao le hizo poco tiempo
antes de su desaparición una iluminadora entrevista, que puede leerse en su
imprescindible libro La doble estrella. El surrealismo en Iberoamérica.
Notas y entrevistas poéticas (2008). Allí decía Carmen Bruna: “El mundo de
Lautréamont y de Rimbaud son mis mundos bárbaros, alucinantes. Mi poesía es la
poesía de los poetas malditos”.