lunes, 29 de diciembre de 2014

“A Ideia” y el surrealismo en Portugal

Dos gruesos números dobles de A Ideia. Revista de Cultura Libertária, el 71-72 y el 73-74, pasan a convertirse en una referencia ineludible a la hora de conocer el surrealismo tal y como se ha desarrollado en Portugal. Ambos tomos conforman una unidad, y aunque son editados en papel sin ningún afán de lucro, también se pueden descargar en la red.
En la nota introductoria al primero, leemos: “La cultura de los mandarines, la cultura mediática, la cultura repetida, la cultura ridícula de las academias, la cultura vedette, la cultura de la competencia, la cultura de los sabihondos, la cultura del gran comercio no nos interesa; apoyamos la cultura irreverente y libertadora, la cultura activa de los singulares, la cultura invisible. Con ella es con la que se construye el deseo, no con la otra. Dedicamos este número de A Ideia al surrealismo, paradigma modelar de la cultura libertaria. Homenajeamos a algunos de los creadores que entre nosotros mejor asumieron el espíritu pos-civilizacional del movimiento, algunos de ellos colaboradores de esta revista, y damos una contribución al conocimiento del espíritu de la corriente y de lo que en él hubo y hay de libertario. Al surrealismo dedicó A Ideia su primer texto en 1981 (de la mano de Nicolau Saião), al surrealismo volvió después (con Cesariny, Lisboa, Alves dos Santos y otros), al surrealismo regresa ahora y en el próximo número, desdoblando y alargando este. Al surrealismo regresará siempre y sin fin”.
Solo pretendo en esta reseña dar cuenta de lo que me ha parecido más destacado en un conjunto tan formidable, cuya realización se debe principalmente al esfuerzo de António Cândido Franco, autor ya de estudios capitales sobre el surrealismo en los tiempos de Cesariny. Una carta de Cesariny –1982– abre precisamente el primero de esos números, seguida de dos textos de Cruzeiro Seixas, soberbio el datado en 2007.
Entre las páginas siguientes, se reproducen los últimos inéditos de Alfredo Margarido, en torno al surrealismo, y hay estudios sobre las Folhas de poesia del Café Gelo, sobre Lima de Freitas, sobre el pensamiento poético de António Maria Lisboa, sobre Carlos Eurico da Costa y Herberto Helder, sobre Cesariny (su Horta de cordel, junto a una evocación suya por Nicolau Saião), sobre Mário Henrique Leiria (dos trabajos, uno de ellos dedicado a los Casos de direito galáctico), sobre Mário Botas, sobre Ernesto Sampaio, sobre Luiz Pacheco, sobre António José Forte, sobre la olvidada revista Pirâmide. Este último, por António Cândido Franco, es un estudio que hacía mucha falta, como hace falta ahora una reedición de esa y otras no pocas publicaciones colectivas e individuales.
Pero hay mucho más, como el estupendo ensayo del propio António Cândido Franco “André Breton libertario y automatista”, que no gustará a quienes buscan desesperadamente volver a pegar a Breton al marxismo-leninismo, o como las respuestas de Miguel de Carvalho a dos cuestiones sobre los últimos avatares del surrealismo en tierras portuguesas. Importantísima también es la idea de hacer un “Sumario cronológico del surrealismo portugués”, que en este número cubre las fechas 1942-1952 y en el siguiente las de 1953-1963. Es una cronología muy útil, que recuerda las de Analogon con el surrealismo checo y eslovaco, y que a la vez puede ser punto de partida de una mayor exploración.
No puedo dejar de anotar la presencia del “Manifiesto anti-turístico” firmado por Joaquim Palminha Silva. Se toca aquí una de las lepras más características de nuestro tiempo, y así la ve este maravilloso manifiesto del que deberíamos hacer una tirada de millones de ejemplares: el turismo es un “flagelo peor que el cólera o la fiebre amarilla”, con el que debemos acabar cuanto antes. Porque ya no es un problema solo de las tierras desgraciadas que se han vendido a él hace muchas décadas (como las Islas Canarias): hoy pulula por todas partes de este triste, vergonzante planeta.
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El siguiente número de A Ideia se ocupa en especial del surrealismo en los tiempos del Café Gelo, al cual introduce António Cândido Franco con otro sólido estudio. Un completísimo dossier se dedica a Manuel de Castro, que publicó tres libros de poemas entre 1958 y 1960 y de quien salió en 2013 la recopilación Bonjour, madame, faltando aún recoger sus escritos en prosa. Uno de los textos incluidos critica ásperamente al surrealismo, siendo desmedida la relación que en la nota de presentación se hace de él (páginas como esta las hay por ahí a cientos) nada menos que con “À la grande nuit ou le bluff surréaliste”. Nuevos apartados sobre Luiz Pacheco, Pedro Oom, Alfredo Margarido y Manuel d’Assumpção se suman a los del tomo anterior, sobresaliendo entre ellos el de Margarido, ya que un texto suyo, publicado en Italia en 1978, ofrece una invalorable información sobre el surrealismo en Luanda, con la exposición del grupo de Cruzeiro Seixas y sus amigos en 1957, provocadora de una virulenta reacción de la comunidad blanca.
Por contra, penosa es la entrevista a Isabel Meyrelles, que nos hace pensar que quizás fuera mejor tener piedad con estos ancianos y no preguntarles ya nada de nada. La Comendadora de la Orden de Santiago de la Espada (lo que es muy distinto de ser Comendador de primera clase de la Orden de Saturno y Gran Comendador de la Pereza Sagrada Surrealista, como era Victor Brauner) colabora hace un par de años con las huestes de Santiago Ribeiro, lo que no es de extrañar a la vista de las chorradas sobre Breton y los surrealistas que va aquí hilvanando. Leer para creer, tanta indigencia mental.
Una sección brasileña incluye textos de o sobre Benjamin Péret (con una exhaustiva “Brasílica de Benjamin Péret” elaborada por António Cândido Franco), Sergio Lima y el grupo DeCollage, que actualiza hasta 2014 su cronología y concluye con estas palabras: “En este momento, para el grupo la Intervención Surrealista se presenta como actividad directamente incorporada a la vida, manifiesta de forma consciente y constante, como el propio acto de respirar”.
Entrevista bien más interesante que la de Isabel Meyrelles es la que se le ha hecho a Pietro Ferrua, autor en 1982 de un pionero ensayo sobre surrealismo y anarquismo, que diez años después publicó como libro André Bernard en el Atelier de Création Libertaire.
En la sección de “Lecturas y Notas”, lo que más interesa a nuestra óptica es el bello texto de Laurens Vancrevel “El espejo negro de la poesía surrealista” y la semblanza que Miguel de Carvalho hace de Alan Graubard, pero hay muchas más cosas, sobre Natália Correia, Henrique Risques Pereira, de nuevo António Maria Lisboa, Teixeira de Pascoaes, etc.
Una sección con muchísimas y muy jugosas notas misceláneas cierra ambos tomos. Entre ellas hay una inaceptable, ya que se cita una declaración de Jorge Luis Borges (en una de las cientos de entrevistas que se le hicieron) para acercarlo al anarquismo. Su respuesta, hasta en la referencia a Spencer, no es más que un parafraseo de Macedonio Fernández (a quien, como es sabido, solía citar como uno de sus maestros, lo que es una verdadera desgracia para este espíritu maravilloso y sí que verdadera, profundamente anarquizante). Recordemos que Borges, entre muchísimas lindezas, llamó “caballeros” a los chacales de la junta militar argentina, que en Santiago de Chile recibió una distinción de manos de Pinochet en sus primeros años de dictadura y que varias veces (en los años del Vietnam) expresó su lamento porque los Estados Unidos no se decidieran a ser un verdadero imperio. A través de él –un señorito boanerense que despreciaba al pueblo argentino– es imposible que se haya expresado nunca la “tradición libertaria en Argentina”, por intensa que haya sido y sea. Borges, por mucho que ciertos aspectos de su mundo secreto y algunos temas de predilección hasta resulten cercanos al surrealismo, era tan fascista como un Celine, otro genio con el que es habitual tener complacencias tan solo porque era eso, un genio (explíquese si no cómo a un Tardi se le ha ocurrido trasladar las historias de este al cómic).
Muchas otras notas se podrían poner como polos opuestos a esta, pero me limitaré a las tres, esplendorosas, que se le dedican al situacionismo, la tercera de ellas a su relación con el surrealismo. Al igual que ocurre con el “Manifiesto anti-turístico”, mi deseo inmediato fue traducir esas notas, lo que, dada su mayor brevedad con respecto al manifiesto, voy a hacer:
“La Internacional Situacionista (1957-1972) resulta de la convergencia de tres núcleos distintos: el grupo psico-geográfico de Londres, la Internacional Letrista y el movimiento para una Bauhaus imaginista. Hicieron la crítica del urbanismo industrial, detectaron en el urbanismo la vaciedad de la modernidad, entendieron la espectacularidad inane de la mercancía, supieron apartar cualquier tentación de apropiarse del poder. Tropezaron en cambio cuando estigmatizaron cualquier ligazón con el pasado, cuando postularon la desaparición de los modos de producción artesanales, cuando creyeron en las potencialidades liberadoras de cualquier tecnología, cuando subvaloraron (o ni siquiera ponderaron) la no violencia tolstoiana/gandhiana en relación a cualquier forma de violencia, organizada o espontánea. Fue ese su irremediable fracaso”.
“Si el fracaso de la IS no fue mayor, si sus estragos quedaron pese a todo limitados y circunscritos, eso se debió ante todo a su rechazo de asaltar el poder, profesionalizando la contestación. Mostró ahí la IS un componente libertario esencial, que la salvó de un desastre más grave. Pero ni esa parcela esencial, ni cualquier otro punto a su favor, menos aún el estilo canoro y siempre consensual de sus principales teorizadores franceses, puede esconder el enorme fracaso del situacionismo como teoría crítica radical. Su principal limitación fue la incapacidad de percibir la importancia del modo de producción artesanal. Esta insuficiencia tuvo como contrapartida una creencia en el desarrollo técnico y en la automatización general de la producción. Tales supuestos conducen a que el situacionismo pueda ser hoy releído como una contribución de fondo al desarrollo del capitalismo tecnológico”.
“La línea que divide el situacionismo y el surrealismo es el esoterismo. La historia que el situacionismo, a través de Raoul Vaneigem (con el nombre de Jules-François Dupuis), escribió del surrealismo, Historia desenvuelta del surrealismo, es ejemplar de esta situación. Cuando se trata de entender la cadena de oro iniciática, que liga la naturaleza a su fuente original, reintegrándola en los poderes mágicos perdidos, todo lo que el situacionismo sabe decir, él que no tenía otro horizonte que el de la automatización, convirtiéndose por ahí en un amparo de la recepción acrítica de la técnica, es que se trata de un proyecto despreciable de reconversión mística o de resacralización del mundo. El surrealismo mantuvo siempre una relación fuerte con las fuentes esotéricas y ocultistas. Estas solo en el seno de una sociedad artesanal, de pura subsistencia, anterior al estadio de la mercantilización, encuentran plenamente el medio de su natural desarrollo. El surrealismo nunca abogó por el corte con el pasado ni estigmatizó los modos de producción anteriores (que nada producían, sino que creaban) al de la acumulación comercial y capitalista. Al contrario, vio en ellos el cuadro favorable para desarrollar la revolución crítica y pos-civilizacional que le es propia. Está pues en mucho mejores condiciones de presentarse como verdadera disidencia del mundo moderno”.
Siguen inmediatamente a estas notas otras tantas, y no menos lúcidas, sobre el anarquismo y el surrealismo en tanto “corrientes de pensamiento y acción”. Y aquí sí que estamos en un terreno de extraordinaria riqueza, siempre vivo y abierto, como sin ir más lejos muestran estos y otros números de A Idea, admirable “revista de cultura libertaria”.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Dax, Rodanski... Koons

 
Dibujo de Adrien Dax

Dos recomendaciones muy vivas, ya apuntadas aquí, pero que ahora podemos refrendar.
La primera es la exposición de Adrien Dax en las galerías parisinas vecinas Covergences e Intuiti, prolongada ahora hasta el 10 de enero y que además se ha enriquecido con una veintena de obras más. El catálogo ha llegado a mis manos y es modesto pero estupendo, con muchas reproducciones y un texto inteligente, comprensivo, iluminador, de Raphaël Neuville, a quien ya debíamos un artículo sobre este maestro del automatismo en el n. XXXIII de Mélusine: “Adrien Dax: automatismo gráfico y surrealismo después de 1945”. El de ahora se centra en sus invenciones y se titula “Manera de pintar. Materia de sueño”.
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La otra recomendación es el polard surrealista de Stanislas Rodanski Substance 13. Libro fantástico, que pasó a manos de Julien Graq y luego de Jacques Hérold, editándolo el año pasado François-René Simon. Yo lo he podido conseguir hace unas pocas semanas en segunda mano, y su lectura me absorbió como hace tiempo no me ocurría con un libro de imaginación narrativa. François-René Simon, decisivo en el retorno apoteósico de Rodanski, lo califica de “novela onírica”, con presencia de las grandes figuras del surrealismo, de Vaché a Tarnaud. Son unas 150 páginas trepidantes, más unos textos complementarios relativos a la obra, entre los que se incluye una carta a Breton.
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Del tal Koons, “une star à Beaubourg”, como lo llama Le Connaissance des Arts en portada de su último número, el director de la redacción de dicha revista dice en el título de su editorial que “controla los medias”, que “es un artista interesante en las proposiciones artísticas, a medio camino entre los ready-made de Marcel Duchamp, los múltiples de Andy Warhol y los objetos sobredimensionales de Claes Oldenburg”, y que “su biografía es apasionante, ya que, casado con una vedette porno, ha pasado del oficio de corredor en obras de arte a artista empresario administrando un equipo de un centenar de asistentes”. Entre los engendros que reproduce la revista y los que habrá en el museo, ninguno supera o puede superar a la porcelana de 1988 Michael Jackson and Bubbles, todo un símbolo de la época. Otro, titulado Ballon dog (orange), fue vendido en cerca de 40 millones de euros (el fulano es “el artista vivo más caro del mundo”). Pero dejo la palabra –magistral, sin desperdicio, de una lucidez aplastante– a uno de mis mejores corresponsales en París y resto del mundo:
“Te envío algunas informaciones sobre este Jeff Koons, niño bonito de los riquísimos coleccionistas franceses (Pinault, Arnaud y otros grandes capitalistas «capitanes de industrias» del lujo) que han encomendado a Frank Ghery una enorme monstruosidad inútil para el Bois de Boulogne, que no es más que una copia de Bilbao y de lo que ha impuesto en otros lados...
Copias de copias de copias...
Sobre la Place Vendôme, es Paul McCarthy quien ha instalado (con gastos del ayuntamiento de París) un enorme árbol de navidad que es de hecho un «anal plug» superdimensionado (como se encuentran en los pornoshops y que un humorista ha llamado un «enculador») y que puedes ver en la foto, portado por un Papá Noel de chocolate reproducido en millares de ejemplares... He aquí a donde ha llegado el arte «contemporáneo» público y subvencionado por los burócratas que no saben decir no y los artistas que continúan las ocurrencias de... Marcel Duchamp... ¡sin ser lo menos del mundo subversivos! (¿Dónde está la subversión cuando un golpe de cutter sobre un lienzo de Fontana se vende a más de un millón de euros???)”
Dada la extensión de la carta, excluyo en detalle un planteamiento del máximo interés sobre la “responsabilidad” de Marcel Duchamp en todo esto, no tanto por su lamentable herencia (eso ya lo señaló Marcel Mariën) como por haber sido “el coleccionista atento, maniaco incluso, del menor pequeño vestigio de su paso por la Tierra, su auto-archivista obsequioso y ávido de reconocimiento póstumo tras las maneras de dandy indiferente y pasotista”. Demostración de ello: la manera como su obra está protegida, catalogada y expuesta en el Museo de Filadelfia, donde se hizo museificar “con su acuerdo y su cooperación activa”. “Pese a su humor desesperado, Duchamp ha perdido el control de su propia subversión que ha sido recuperada, con su acuerdo (¿su complicidad?) por un sistema capitalista amoral y sin escrúpulos que reduce todo lo que toca a mercancía”. Un cierto Duchamp, con todo, era, “un gran romántico”, como Breton. Pero con la diferencia de que Breton “ha permanecido siéndolo toda su vida sin ningún compromiso y que Duchamp ha acabado por caer (por razones que le son propias y que yo no tengo que juzgar) en la trampa que él mismo le había tendido a la sociedad que pretendía despreciar”.
Reanudemos la traducción de tan admirable carta:
“Es evidente que desde los años 50-60 todas estas «grandes» exposiciones son organizadas por funcionarios pagados que se mofan del público al que se dirigen. Están en la moda de lo «moderno» (o de lo «contemporáneo» a todo precio –y el «público» mira eso pasivamente (¡como siempre y siempre!) preguntándose qué debe pensar).
«Está en el museo, por tanto es bueno...» «Está expuesto en Versalles, por tanto es admirable...» «¿Quién soy yo, ciudadano medio, para tener una opinión sobre todo esto?» Etc... etc...
La cuestión se planteaba ya cuando los emperadores, los reyes y los papas imponían a los pueblos arrodillados, que reventaban de hambre (¡y a los propios artistas!) capillas sixtinas, catedrales, palacios imperiales, circos y todo el resto del lujo explotador, del poder violento, de la fe sanguinaria... Jeff Koons en 2014 no es más que la reproducción contemporánea de la complicidad de un artista fascinado por su ombligo e interesado en ese mismo viejo sistema de admiración forzada, obligatoria, sufrida, totalitaria... (Siento lo mismo cuando me paseo por las ruinas romanas en el sur tunecino o en pleno desierto argelino, en el norte de Escocia, y veo reproducidos de modo idéntico los muros de ladrillos, las junturas de mármol, las fórmulas latinas impuestas uniforme y brutalmente a los galos, a los cabileños, a los arveños, a los bátavos y a todos los pueblos «ignorantes» y vencidos –y luego a los pueblos «paganos» con los crucifijos sangrientos instalados en todas las encrucijadas, en todas las aldeas, sobre todos los campanarios de todos los lugares llamados «San(ta) cualquier cosa» en toda Europa, por no hablar de la América latina. Idénticos procedimientos autoritarios, verticales, impuestos por la espada, el cañón, la fuerza, el dinero-rey...
¿Y el surrealismo en todo esto?...
La cuestión de su posición se plantea siempre –y en verdad, no es a través de las ínfimas querellas pueblerinas, distribuidas e intercambiadas por Internet, como se puede avanzar...”
Todos nosotros sabemos que ahora mismo, en París, la exposición de Adrien Dax (quien a lo largo de su vida expuso solo una vez, cuando ya tenía 63 años, y en una galería surrealista: La Marée de Bruselas, que llevaban Tom Gutt y su mujer), no es que sea superior a la de Koons, sino que la aplasta. Otro que no expuso hasta viejo (¡tenía ya 74 años!) fue el anarcosurrealista Clovis Trouille. No vendió casi nada, pero ello en realidad fue para él una satisfacción: “El fracaso comercial es para mí, espiritualmente, un éxito, y la venta, un triste signo de conformismo burgués, al haber considerado siempre mi pintura como anarquizante, anticuada y anticomercial”. Ya en 1959, o sea cuatro años después de que Max Ernst, Joan Miró y Hans Arp fueran consagrados en Venecia, escribía: “Nunca he trabajado con vistas a obtener un gran premio en una bienal de Venecia cualquiera, sino más bien para merecer diez años de prisión, que es lo que me parece interesante”.
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Posdata
En la reseña que hice del número cinéfilo de Patricide, olvidé llamar la atención sobre el precioso texto de Rhosyn Tynged “The screen”, que se inspira en la inolvidable película de Chris Marker La jetée y al que acompañan muy apropiadamente una serie de fotografías de Neil Coombs pertenecientes a la serie “Cinema. Disease of the eye”.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Cesariny lives!

Mário Cesariny, El surrealismo, 1959

Nada menos que tres publicaciones simultáneas aparecen sobre Mário Cesariny, auspiciadas por la Fundação Cupertino de Miranda.
Las Cartas de Mário Cesariny para Cruzeiro Seixas, calificadas por Perfecto E. Cuadrado en su prólogo como “cartas de la barricada”, van de 1941 a 1975. Su interés es muy desigual, yendo de lo anecdótico a la magnificencia. Como no vienen anotadas, algunas pelotas quedan en el alero. Especialmente conmovedora es la de 24 de noviembre de 1953, que comienza con un “Querido amigo Seixas: António Maria Lisboa murió ayer”. Cesariny tardó mucho en seguirlo, a pesar de que tanto en 1942 como en 1960 le hablaba a Cruzeiro Seixas de su intención de suicidarse. Otras cartas antológicas son la del “Mensaje e ilusión en el acontecimiento surrealista” (25 de febrero de 1954) y la de la “Constelación del ausente” (14 de marzo de 1963), pertenecientes a la larga época angoleña del ausente. Con Cesariny en Londres, le habla de Roland Penrose en 1965 como “el promotor del surrealismo aquí”, lo que muestra el aislamiento del surrealismo portugués en fecha tan tardía, ya que Roland Penrose era por entonces una figura rancia por lo que al surrealismo se refiere (es bien conocida la carta que un lustro antes le había mandado Mesens: “Yo permanezco en 1960 orgullosamente surrealista. Tú te ocupas del «gran» Picasso, en las orillas del Támesis y bajo el alto patronazgo de Su Alteza Real el Duque de Edimburgo”); pero también es cierto que faltaban dos años para que John Lyle hiciera resurgir el surrealismo británico, al convocar a Mesens y Conroy Maddox, este último sin duda la figura con la que Cesariny debería haber contactado, y no con “Sir” Penrose. La situación cambiaría muy pronto, al contacto epistolar con Sergio Lima, la visita a París donde lo acoge Vincent Bounoure y la aparición de nombres como Ted Joans y Laurens Vancrevel. De ahí ya pasamos a más allá de 1975, que es cuando la larga amistad se deshace en acusaciones e insultos mutuos y se acaban las cartas y los cariños.
La segunda publicación es el cuaderno 13 del Centro de Estudos do Surrealismo, A palavra que detona, homenaje en 13 poemas en prosa por Valter Hugo Mãe, acompañado de una antología de ilustraciones del artista.
Por último, Cesariny. Em casas como aquela, se compone de una amplia serie de fotografías del legendario piso del poeta en la Rua Basílio Teles, no muy alejada del zoológico de Lisboa. El fotógrafo es Duarte Belo y el texto de José Manuel dos Santos. Por desgracia lo cooedita la Fundación EDP, o sea Electricidade de Portugal, o sea Empresa Destructora de Portugal, que le dio un premio al final de su vida.
Pero hay aún mucho más por lo que respecta no solo a Cesariny sino al surrealismo portugués. Me refiero a los dos últimos números dobles de A Ideia. Revista de Cultura Libertária, absolutamente extraordinarios y que por ello merecen una nota aparte. Queda para la próxima semana.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

“Patricide” y el cine

El número 7 de Patricide se dedica al cine y el surrealismo, y viene acompañado de un disco con nueve películas.
Introduce el número su editor, Neil Coombs, que lo acompaña de numerosos de sus collages y fotografías. Como primer texto, el célebre decálogo de Jan Svankmajer y un fragmento de un guion suyo. Hay otros guiones, de Edward Knight, John Welson, Rafet Arslan y Desmond Morris. El de este último es el de Time flower, su película de 1950 a la que recuerda en una nota donde refiere cómo lo impactaron juvenilmente no solo las películas de Buñuel, sino también las de Cocteau. Lo mismo ocurre con Jeff Keen, cuya semblanza traza aquí extensamente su hija, esforzada en discernirle sus “estéticas surrealistas”. Parece que no encontramos en otros lugares la claridad que había en París con respecto al siniestro Cocteau, y si Mad love, la más larga de todas las películas incluidas en el disco (unos 45 minutos) no resulta satisfactoria, ello se debe quizás a las equívocas, por no decir turbias huellas del Orfeo. Con todo, Jeff Kean, suerte de anarcosurrealista a su aire, es una figura interesante, y Mad love, filmada entre 1972 y 1976, o sea en la resaca de las felices revueltas de los años 60, tiene buenos momentos en su sucesión frenética de historias con buenas dosis de humor, erotismo y violencia.
Krzysztof Fijalkowski (un nombre que nunca me saldrá mal, porque nunca me lo podré aprender y siempre tendré que comprobarlo) realiza un trabajo muy interesante sobre el cine y el surrealismo servio, que, aunque no dejó frutos, mantuvo relaciones esenciales con el versátil celuloide. Hay guiones y especie de guiones de Aleksandar Vuco, Monny de Bouilly, Marko Ristic. Vane Bor cultivó la crítica de cine y además sí que llegó a realizar una película, sino que desaparecida: Les mystères de Belgrado, que acabó en 1936 y que era un homenaje surrealista a los adorables seriales de Pearl White.
De Michael Richardson es una divertida fotonovela en fondo negro donde aparecen André Breton, Jacques Vaché, Philippe Soupault, Robert Desnos, Antonin Artaud, Georges Duhamel, Luis Buñuel, Toyen, Robert Benayoun, Ado Kyrou, Mimi Parent, Nelly Kaplan, Nora Mitrani, Gérard Legrand...
Más artículos hay sobre Man Ray, sobre David Lynch, sobre Chris Marker, sobre André Delvaux (en concreto sobre Cita en Bray, por Michael Richardson), sobre Arcimboldo en Svankmajer y sobre Georges Franju (por Richard Misiano-Genovese).
Para el final se revela una sorpresa: el artículo “El principio de placer” de un tal Michael Kemp, verdadero repertorio de estupideces profundas sobre el surrealismo. Baste con decir que la reacción de Antonin Artaud contra la realización que hizo Germaine Dulac de La concha y el clérigo, reacción apoyada por sus amigos, es vista como una muestra de la misoginia de los surrealistas, ignorando que era una representante de la vanguardia tan detestada por el surrealismo en todos sus nombres, sin diferencia de género. A él le ha gustado esta pelmazada insufrible, como también le gusta Cocteau, cuya senilidad, por lo que veo, tiene su éxito en las mentalidades adolescentes o estancadas. Tampoco falta en estas dos páginas ridículas lo del “papa del surrealismo” y sus “excomuniones”. Este artículo es tan grotesco que he llegado a pensar si su inclusión en la revista no será una boutade de su editor.
Tras Mad love sigue cronológicamente la película Nat Pinkerton, filmada por Ian Walker en 1981. Dura poco más de 20 minutos y es excelente, en un blanco y negro muy adecuado, e inspirándose en un guion de Magritte. Un texto de Ian Walker refiere los avatares de la filmación de esta joya que merecía esta recuperación definitiva.
De 1994 es Origami meat play (3’22), que a la sazón fue incluido en el vídeo de Songs of the New Erotics Broadcasta and solar interruptions. Dirigida por William A. Davison, su protagonista única parece salida del dibujo de portada de Los vasos comunicantes.
El resto pertenece al nuevo siglo. Pica (2001, 3’00), de Kenay Kerkman, se presenta como “un sueño sobre una picazón, un deseo antinatural de comer pegamento, fajos de papel y todo tipo de antojos que desemboca en la autodevoración”. De 2010 son The dream key (23’06) de Darren Thomas (autor del artículo sobre Man Ray y cercano al grupo de Leeds, si hago caso a que en una secuencia se ve un número de Manticore); Shards of memory (7’39), de Kathleen Fox, con sonido de Johannes Bergmark y creada como parte de la instalación organizada por ella en el Freud Museum, bajo el título de “Los espacios del Inconsciente”); y Haunted house (3’36), de Tony Convey, maravilla visualmente muy impactante.
Por último, hay dos cortos realizados en 2013 y 2014 por el maestro de ceremonias, Neil Coombs. The story of the eye (5’29) vuelve a la irrepetible secuencia inicial de Un perro andaluz, pero superior es la muy atmosférica Dark space (5’12).
En suma, otro “must” de Patricide. Lástima que Michael Kemp, al pasar revista a Dreams that money can buy, no haya dicho que deliró con el sketch de Fernand Léger.

“Infosurr”, n. 111


Al fin Infosurr vuelve a situarse en su año, ya que este número pertenece a los dos primeros meses de 2014. Un gran esfuerzo ha hecho Richard Walter para ganar terreno, sin merma de la riqueza informativa.
Dos figuras poco conocidas y recientemente desaparecidas son aquí iluminadas. La primera es Elie Delamarre-Deboutteville (1947-2013), uno de cuyos primeros poemas fue publicado en el n. 6 de L’Archibras (1968). Al socaire del mayo del 68, siguió caminos libertarios y próximos al surrealismo, aunque sin reaparecer en el Bulletin de Liaison Surréaliste. La nota de Bruno Duval nos dice que participó en Point d’être, “revista un tanto disidente en relación al grupo surrealista, publicada bajo la invocación misticizante de Antonin Artaud por los émulos de Stanislas Rodanski, reunidos bajo la égida de Michel Fardoulis-Lagrange, amigo muy discreto de Georges Bataille”. En las ediciones de la revista publicó Face à peu de temps en 1983 y Poèmes pour un dieu égaré sur terre en 1986. Autoras de miles de poemas y de incontables dibujos, su figura es abordada en el n. 23 de la revista parisina Empreintes.
En segundo lugar, Heribert Becker habla de Maximilian Barck (1962-2013), quien fundó en 1985, en Berlín oriental, con toda audacia pues, una asociación de artistas y escritores independientes llamada Maldoror, luego convertida en Herzattacke (Crisis Cardiaca), con su revista homónima, aún existente con dirección de su hijo, y cada uno de sus números abriéndose con una cita de Los cantos de Maldoror. Herzattacke es una revista gruesa y lujosa, con cinco números anuales, tirada de 95 ejemplares y una veintena de obras gráficas originales firmadas por cada autor. En ella ha aparecido una enorme cantidad de traducciones alemanas de textos surrealistas, sobre todo franceses. Barck también fundó en 1989 las ediciones Maldoror, con muchos libros en ediciones para bibliófilos. Fue por tanto un extraordinario difusor del surrealismo en Berlín durante las últimas décadas.
Heribert Becker comenta también el libro Nadja revisited, de Rita Bischof, nombre que a mí me sonaba de algo, y que no vino a ser algo bueno: en efecto, al final del estudio que Karl Srp dedica a Toyen en su enorme monografía, se apoyaba en ella para meter el típico enfoque feminista. A pesar de que sus parafraseos de ella son inquietantes, le concedo (a duras penas) el beneficio de la duda a esta especialista en Bataille, por recomendar su libro Heribert Becker. Dado que está en alemán, nunca sabré si ese beneficio está justificado, y lástima me da no haber nunca obtenido un artículo de Annie Le Brun en que criticaba con aspereza la obra de Srp, por si decía algo de paso sobre Rita Bischof.
Michel Remy informa de una reedición, en Dark Window Press, de Inrock, la novela de Desmond Morris que transcurre dentro de un megalito viviente, publicada en 1983. Guy Ducornet reseña el catálogo de la Maison de Victor Hugo La cime du rêve. Les surréalistes et Victor Hugo, ya tratado aquí, como hicimos también con el catálogo de la retrospectiva de Meret Oppenheim, que reseña extensamente Gérard Durozoi. Durozoi coincide en lo esencial con lo que entonces dijimos: “El efecto principal del dispositivo adoptado ha consistido en pretender hacer de Meret Oppenheim una artista aparentemente mucho menos concernida por el surrealismo de lo que se dice habitualmente –¡sugestión inmediatamente denunciada por las propias obras!” Lo más divertido, para sumar a algunas bajezas e imposturas que yo apunté en su día es cuando comenta la recepción del catálogo:
“Ciertos «especialistas» no han perdido la ocasión de reavivar las acusaciones de misoginia hechas contra Breton y sus cercanos. Esta vez, el pompón puede ser atribuido a Stéphane Corréard, «coleccionista, galerista, periodista, crítico de arte, experto y comisario de exposición» [¡vaya ridículum!]. No se puede resistir al placer de citar algunas líneas de su artículo: «Claude Cahun, Leonora Carrington, Leonor Fini, Valentine Hugo, Frida Kahlo, Toyen, Unica Zürn y Meret Oppenheim: el surrealismo habría tenido sin duda otro rostro si ellas hubieran ocupado un lugar a la altura de su talento. En el lienzo manifiesto Au rendez-vous des amis, Max Ernst ni se tomó el trabajo de representar a ninguna de ellas» –lástima que el lienzo sea de 1922: Carrington tiene 5 años, Kahlo quince, Zürn seis, Oppenheim nueve, Fini catorce, Toyen descubre París en 1925, Hugo solo interviene en el grupo a partir de 1928 y Cahun a partir de 1933...” Pero el artículo de Gérard Durozoi, aunque más diplomático que yo con farsantes como este, merece leerse en su integridad.
Una nota sin firma se dedica a la traducción inglesa de la antología sobre el surrealismo británico de Michel Remy, en la que se alude al grupo Slag sin que se sepa ni lo que significan sus siglas, cuando este grupo es bien conocido desde hace algunos años, y se ha convertido en uno de los más activos del surrealismo, con nombres –Merl Fluin, Josie Malinowski, Patrick Hourihan– que ya se han individualizado y que hasta han sido nombrados en Infosurr

Colección Francis Dumont

De las dos más recientes subastas parisinas en que interviene el experto Claude Oterelo, llamo la atención sobre el catálogo del 17 de noviembre, ya que se dedica a la colección de Francis Dumont. En portada, uno de los preciosos jeroglíficos de Eva Svankmajerova, lo que sorprende cuando lo habitual es que no se pase del período bretoniano.
Francis Dumont formuló en 1943 un cuestionario interesante sobre los maestros a los que se debe más, cuyo resultado no sé si llegó a publicarse (creo que no). La respuesta de Maurice Blanchard, como es de esperar, debe haber sido la mejor: “Le hasard, le temps, les brutes, les repus, les assis, leur absurdité et leur ignominie ont cultivé patiemment mon agressivité” (no traduzco, para que no se pierda lo de “les assis”, que envía al gran poema de Rimbaud, definitivo en la materia).
Una carta de Adrien Dax despotrica de Cocteau y evoca a René Alleau, con quien se encontró en Saint-Cirq: “Me ha parecido un hombre extraordinario desde cualquier punto de vista. Muchas reservas, una gran cultura, sin el menor sectarismo, en fin, tantas cosas que nos alejan, felizmente, de los habituales chamarileros de lo oculto”.
En imágenes, hay dos bellos dibujos de Camacho: Le boiteaux se révolte y Le loup. El primero figura en el anverso del catálogo de la exposición suya en la galería Raymond Cordier, en 1962, y lleva la leyenda “La belleza será convulsiva o no será. A. B.” El segundo está dedicado a Gilbert y Marie-Françoise Lely.


De Léo Malet hay varias cosas. Esta es una carta collage, en que una escultural muchacha le arroja una silla a los polis, reunidos en los Campos Elíseos  para defender una vez más el orden de los poderosos. En otra foto, realizada nada menos que por Denise Bellon, vemos a Malet haciendo de Nestor Burma, cachimba en una de las manos a pesar de levantarlas ante un enemigo que lo ha cogido por sorpresa. Se deduce de aquí que la foto de Malet que aparece en la página 174 de La vache enragée, y de la que no se dan créditos, es también de ella, ya que Malet aparece vestido igual, y debe tratarse pues de una serie sacada por la maravillosa fotógrafa surrealista.
Pero lo mejor viene de Claude Tarnaud: dos piezas en que se vale del collage, la cera y la tinta china, con destaque para esta: Les voyeuses Braille l’anémone de mer, precioso montaje hecho a partir de collages de manos.


¡Abajo la ciencia! (2)

El texto sobre la ciencia ha levantado algún revuelo, hasta el punto de habérseme llamado “estúpido”, “idiota” y “presuntuoso”. Quien considera que las rencillas internas son miserabilistas (y “estúpidas”, en palabra al parecer favorita), incurre exactamente en lo mismo que reprueba, ya que en ningún momento de mi artículo entro yo en calificaciones ni en descalificaciones. Como esta página, evidentemente, no nació para estos “infightings”, despojo ese artículo de lo que viene tras las citas, porque además, realmente, el debate me parece irrisorio.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Al día

Este sábado se presenta en Santiago de Chile Ventanas quebradas, nuevo libro de poesía de Rodrigo Verdugo, del grupo surrealista Derrame.
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Y también este sábado, se lanza en Lisboa el n. 73-74 de la revista anarquista A Ideia, dedicado al surrealismo en general, pero con destaque para la época lisboeta del Café Gelo. Coordinado por el mejor nombre posible: António Cândido Franco.
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Jacques Zimmermann, uno de las pocas figuras del surrealismo belga (vía Phases) con que aún contamos, expone una amplia retrospectiva en el Centre d’Art de Rouge-Cloitre, Bruselas, hasta el 25 de enero de 2015. En la hojilla del centro, leemos estas ajustadas palabras:
“Jacques Zimmermann explora un mundo de contenido poderosamente onírico que se sitúa en la encrucijada de las formas inventadas y del paisaje imaginario. Combinando sensaciones vegetales y alusiones minerales, esta suerte de paisajes instalan imperiosas trayectorias lanceoladas irguiéndose hacia el cielo o rayando horizontalmente el espacio como bajo el efecto de borrascas o de erupciones volcánicas. Esos paisajes fantásticos se revelan tanto más sugestivos y expresivos cuanto se abstienen de todo reflejo ilusionista, para dejar solamente hablar, más allá de los espectros tornasolados, la pura invención de las formas a la vez que el poder de las materias y, particularmente, de los colores”.


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En la colección del umbo, serie Passages du Sud-Ouest, acaban de publicarse Trois chemins de nuit, de Hervé Delabarre, y Carnets de voyage en bonhommie, de Ana Tot, con respectivos frontispicios de Bernar Sancha y Antonio Ramírez.
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La revista digital A Agulha, que incansablemente anima Floriano Martins, y donde siempre hay cabida importante para el surrealismo y cercanías, muda de dirección y publica su número 9 de esta segunda época. En el 8, que aún no conocíamos, hay estudios sobre La valija de fuego de Aldo Pellegrini, sobre María Meleck Vivanco y sobre Qorpo Santo (reconocido antecedente del surrealismo brasileño), más un fino trabajo de Claudio Willer sobre surrealismo y filosofía y un ensayo sólido de António Cândido Franco titulado “André Breton libertario y automatista”, en que se aborda en particular la relación bretoniana con el anarquismo francés. Ilustra Antonio Beneyto.
En el número 9, Susana Wald diserta sobre lo maravilloso y hay un estudio de Rosário Fusco (pionero del surrealismo en Brasil) y una entrevista sobre vanguardia y surrealismo rumanos, que quizás interese a los expertos en esa materia.
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Hablando de Rumanía, hasta el 31 de enero de 2015 se celebra en Bucarest una versión de la exposición de los surrealistas checos y eslovacos “Other Air”. Lugar: UNAgalería, y en simultaneidad, retrospectiva de Jan Svankmajer.
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Ab Irato publica un nuevo libro de Guy Cabanel, que es el tercero que le dedica. Journal intime, del que algunos pasajes habíamos leído en L’Échaudée (revista de “crítica social, poesía y utopía”, ya por su número 4), lleva dibujos de Jean Terrossian. He aquí un pasaje:
“Une petite chambre très pauvre meublée de deux chaises et d’un lit de bois très haut avec un édredon rouge.
Un homme épuisé de fatigue pénètre dans la pièce, monte sur une chaise et de là grimpe sur le lit, mais ne parvient pas à s’endormir. Il me semble que cet homme et moi ne faisons qu’un, mais je ne puis m’identifier totalement à lui.
Un mal de tête tenace me maintient entre inconscience et conscience. Brusquement la cloison s’ouvre et se referme. Une estafette vient m’ordonner de partir immédiatement pour une mission lointaine. Aussitôt l’homme fatigué s’enfonce dans la nuit. Et moi qui étais lui, je reste. Dès son départ, la chambre change d’aspect complètement. C’est un vaste salon aristocratique. Dégustant quelques liqueurs, une élégante compagnie y échange des propos mondains.
L’homme fatigué, déjà de retour, se tient dans un coin. Entre ces gens et moi, une hostilité s’est nouée. Moi seul entends le cri funèbre d’une trompe. Du balcon je peux voir un grand remous de foule d’où surgit une grosse voiture noire. Une femme vêtue de noir est assise au fond. À côté d’elle un homme d’allure noble et de taille gigantesque, mais tout noir, se tient debout. Les gens effrayés fuient ou meurent. Je crie: «Le prince de la Mort!». Mais personne ne m’écoute."
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Como se recordará, en 2011, varios grupos surrealistas (Derrame, Brumes Blondes, Slag, Leeds, Madrid, etc.) dieron su apoyo activo a la defensa de la poetisa surrealista y defensora de los campesinos y obreros indios Angye Gaona, detenida en Colombia con la acusación de “rebeldía” y “tráfico de estupefacientes” (¡!) y liberada cuatro meses después bajo fianza, tras la presión de grupos de defensa colombianos y extranjeros, entre estos los citados grupos surrealistas. Angye Gaona, que ha participado en “El umbral secreto” y otras actividades surrealistas, organiza este mes, en varios locales de la villa de Bucaramanga, un homenaje a los 50 años de Brumes Blondes, titulado “Lo que será”, con proyecciones de imágenes y lecturas de poemas contenidas unas y otras en el almanaque y con un taller de juegos surrealistas.


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De París me celebran la exposición de Adrien Dax en las galerías Convergences e Intuiti (barrio del Marais), que contrasta de modo total y absoluto con la de Jeff Koons (¡imagínese mi ignorancia del arte contemporáneo, que es la primera vez que oigo ese nombre!): “Jeff Koons ocupa el Museo de Arte Moderno durante seis meses... después de haber instalado sus enormes «perros» en Versalles... ¡Nunca tan POCO se habrá beneficiado tanto del dinero público!”.
Es la primera vez que la hija de Adrien Dax acepta exponer las obras de su padre, quien jamás hizo nada para promover su “carrera de artista” (solo le conozco una exposición en 1976, en Bruselas).
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Un número “hors-série” de Connaissance des Arts ha sido dedicado a la exposición de indios de las llanuras celebrada hace algunos meses en el Musée du Quai Branly. Todos los trabajos son buenos, y he aquí sus títulos: “El pueblo de las llanuras”, “Cazadores y caballeros”, “En busca de visiones”, “Un arte de la memoria”, “Lo que dicen las perlas”, “El tiempo de las reservas”, “Entre dos mundos”, “Indios de las llanuras en la pantalla grande”. En el penúltimo se reproducen algunas bellas pinturas de artistas indios. Arriba vemos El espíritu del viento, acuarela del artista comanche-kiowa Tsate Kongia (Blackbear Bosin), hacia 1955, evocación maravillosa de los tornados de la pradera, con las nobles figuras indias inmersas en una naturaleza tan pronto maternal como devastadora. No menos bella es Danza del sol cheyenne. El tercer día, otra acuarela, de hacia 1949, obra de de Wapah Nahya.
Pero aquí tenemos el Transtotem de Guy Ducornet, mi corresponsal de lujo en París, quien, al igual que André Breton, puede hablar de “mis amigos los indios”.


Entrevista a Cruzeiro Seixas

Cruzeiro Seixas, Na rua William Blake, 1986. Fund. C. de Miranda

A liberdade livre es el título de un pequeño libro en que José Jorge Letria entrevista a Cruzeiro Seixas.
Lo primero que hay que decir es que Cruzeiro Seixas da para muchísimo más, aquí la entrevista dedicándose sobre todo a seguir los avatares de su vida, con alguna que otra profundización. No hay supervisión de quien conozca mejor los intríngulis del surrealismo, y un Perfecto E. Cuadrado, por ejemplo, hubiera tenido algunas cosas que corregir. Así, José Pierre es llamado por Cruzeiro Seixas un par de veces Jean Pierre, y al hablar de André Koyné (sic) dice que este había “trabado conocimiento con uno de los mayores poetas del surrealismo. Ahora no consigo acordarme del nombre” –obviamente, César Moro. Más extraño es que Cruzeiro Seixas lamente que Fernando Alves dos Santos “merecía que se hiciese algo por él, pero los editores son muy perros”, cuando hace nueve años que Assírio & Alvim publicó su poesía completa, precisamente por manos de Perfecto E. Cuadrado. Cruzeiro Seixas dice que Cesariny, a Alves dos Santos, “no lo apoyó nada”, pero lo cierto es que intentó publicar en 1988, sin suerte, su último libro, De palavra a palavra.
El entrevistador cumple, pero saca su rejo de periodista en la página 25, cuando llama a André Breton “papa” y “controleiro” del surrealismo. Lo de “papa”, como siempre, me recuerda a Octavio Paz cuando llamó “cerdos” a todos los que se valían de esta designación, y a Pieyre de Mandiargues, que manifestó su deseo de romperle los bezos a quienes en su presencia hacían lo mismo. Por otra parte, en la solapa (que puede ser obra del entrevistador o no) se dice que Cruzeiro Seixas “es un artista plástico, comprometido con una estética surrealista”. Ello, pese a que él ha rechazado siempre aquella categoría, y que lo hace aquí mismo: “Si no me gusta el término «intelectual», todavía me gusta menos el término «artístico». Los pintores andan por ahí muy contentos con la designación de artistas. ¡Yo no! ¡Yo no quiero ser artista! Mi gran sueño es ser tan solo un hombre”. Y luego lo de la “estética surrealista”, que ya tiene que acabar de crisparlo. Eso mismo le hacía decir un periodista recientemente a Miguel de Carvalho, nada menos que como titular de una entrevista, y a pesar de que el propio Miguel de Carvalho le dijo que ni se le ocurriera poner tal cosa. En verdad, sería mejor que ningún surrealista concediera ya entrevista alguna a un periodista, cualquiera que sea. En tiempos de Breton, aunque también es verdad que se dejó entrevistar por algunos cretinos y cretinas, sin ir más lejos por el español José María Valverde, aún había un Henri Parisot, pero ¿hoy?
Cruzeiro Seixas es un excelente conservador, y yo nunca olvidaré su soberbio diálogo con Eurico Gonçalves, registrado en disco con motivo de la exposición “O surrealismo abrangente”, que tuve la suerte de ver en Lisboa. De ahí que haya aquí momentos apasionantes, con su energía de siempre. Para empezar, al defender, como siempre, el surrealismo: “Para mí ha sido una compañía de todos los minutos. Ha sido realmente el gran amor de mi vida”. A la pregunta de si es su “programa de vida” responde, por supuesto, afirmativamente: “Sí. Cuando encuentre otro, estoy absolutamente dispuesto a adoptarlo. Pero con 91 años ya no es fácil encontrar”. En otra ocasión lo expresó con aún mayor felicidad: “Existe, parece ser, quien esté cansado del surrealismo, pero no puedo dejar de sentir curiosidad por saber lo que descubrieron en su lugar”. ¡Bravo!
Ante tantos fracasos de proyectos revolucionarios, considera que “lo que se tendrá que inventar ahora, naturalmente a partir del surrealismo (pero nadie quiere, porque todavía no hay gente suficiente para creer en eso), es la idea de una otra libertad, pero eso a partir del surrealismo”. ¡Bravo, de nuevo!
Sobre el automatismo, siempre cuestión tan polémica e incomprendida, deja claro que su creación plástica está marcada por él tanto como su poesía. Luego están las evocaciones de sus amigos, en particular Cesariny y Lisboa, de quien dice: “António Maria Lisboa, a mi juicio, puede ponerse a mi lado y al de Cesariny. No en la extensión de la poesía, no es tan luminosa, es más subterránea, pero todo aquello es profundamente sentido y de una seriedad y honestidad a toda prueba. Y eso es una cosa que yo admiro profundamente en las personas”.
África merece algunas páginas estupendas, esa África que lo situó durante catorce años “lejos de esta civilización horrible” y en la que escribió toda su poesía, curiosamente en las andanzas por el interior, ya que la ciudad no le interesaba nada. Esto último me inspira personalmente un nuevo ¡bravo!, y no digamos cuándo, en el momento de referirse a su colección “abrangente”, al contar cómo esa colección se hizo siempre por trueque, dice: “Es una linda manera de hacerlo todo en la vida. Solo entraremos en una civilización seria cuando volvamos a trocar un burro por siete coles”.
Hay, por último, en esta breve reseña de un libro muy recomendable, algunas felices calas en la realidad portuguesa. Por ejemplo, sobre el 25 de abril. A la sazón, Cruzeiro Seixas dirigía la galería São Mamede, que con él realizó una labor pasmosa. Llega la fecha “revolucionaria” y empiezan a recibir llamadas telefónicas y cartas diciendo que iban a quemar todo aquello, lo que llevó al dueño a cerrarla y marcharse a París. Dice Cruzeiro Seixas: “En el campo de la libertad, será otra cosa, pero en el campo de la cultura ese es el cuadro que yo puedo trazar del 25 de abril. ¡Es triste! La cultura no veo que haya mejorado en nada, al menos en la razón de nuestra esperanza”.
Amenazas de todo tipo recibió por entonces Amália Rodrigues, que acabaron agriándole el carácter. A mí mucho me place que Cruzeiro Seixas la evoque de pronto, o sea sin que se la nombre el entrevistador, cuando este le señala que la “marca de su libertad” es el “desprendimiento del lado material de las cosas”. “Eso no quiere decir –le contesta– que yo sea muy feliz. No lo estoy. ¿Amália no era una mujer con una voz extraordinaria? ¡Y era tan infeliz! Y tenía dinero a montones. Una vez almorcé con ella y fue interesantísimo y conmovedor, porque todo lo que ella decía era cierto”. “Era –le dice José Jorge Letria, de quien por un momento olvido lo del “papa controleiro”– muy inteligente y una mujer de una profundísima intuición”. “Yo hoy –concluye Cruzeiro Seixas– aún me siento conmovido siempre que oigo su voz. Me parece extraordinaria la voz de ella. Es como la voz de este país si este país tuviera voz”. Esto último resulta contradictorio: Amália era esa voz, la de un mundo telúrico que prácticamente desaparecía con ella. “Es un fenómeno que aconteció en Portugal”, le oí decir a un hombre popular que, como yo, había asistido a un concierto suyo y se alejaba con unos amigos por la noche de Coimbra. La voz que había llevado al extremo máximo el inconfundible lirismo portugués, parecía ser para él un prodigio de la vida azarosamente encarnado en aquel pequeño país, pero estaba equivocado: era realmente la apoteosis de ese mundo de savia popular del que Amália venía, y que un misterioso “fado” había alimentado del más intenso lirismo –el derramamiento de la “saudade”, ese “sentido del alma”, como lo definió un espíritu gemelo de Amália, el poeta Teixeira de Pascoaes, y como sabe ese otro poeta inmenso que es Artur do Cruzeiro Seixas.

Sergio Dangelo, La promenade de Blake

¡Abajo la ciencia!

“El arte es el árbol de la vida; la ciencia es el arte de la muerte”. William Blake
“La ciencia descansa sobre el mismo presupuesto que el ideal ascético: un empobrecimiento de la vida –los afectos enfriados, el tempo retardado, la dialéctica ocupando el lugar del instinto, la seriedad grabada en los rostros y en los gestos. Examínense las épocas de un pueblo en las que el hombre docto aparece en el primer plano: son épocas de cansancio, de crepúsculo, de decadencia –la fuerza desbordante, la certeza vital han desaparecido”. Friedrich Nietzsche
“La ciencia moderna entera no tiene el menor valor de conocimiento”. René Guénon
“La ciencia nada explica”. Macedonio Fernández
“La ciencia, como la religión, nos lanza a todo tren hacia el abismo”. Malcolm de Chazal
“El biólogo pasa, la rana permanece”. Jean Rostand
“La ciencia teme el vuelo de la poesía y de la imaginación; tiene miedo hasta del amor”. Robert Benayoun
“Una ciencia envilecida desde el día en que abandonó el empirismo y la busca de la piedra filosofal por la fabricación en serie de sueños humanitarios y la transmutación del radio en bálsamo para cancerosos”. Robert Desnos
“Toda ciencia crea una nueva ignorancia”. Henri Michaux
“Los verdugos de nuestro tiempo están en los laboratorios”. Robert-Lucien Geeraert
“La ciencia, a causa de su método y de sus conceptos, ha promovido un universo en el cual la dominación de la naturaleza ha quedado unida a la dominación del hombre”. Herbert Marcuse
“La ciencia no me interesa. Me parece presuntuosa, analítica y superficial. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas todas que me son preciosas”. Luis Buñuel
“La ciencia no es más que una mitología. Sus leyes y su materia son puros mitos, y no tienen ni más ni menos realidad que las convenciones de un juego cualquiera”. Marcel Duchamp
“La ciencia es como una tumba, donde yacen las cosas o seres enclaustrados en plúmbeos nombres, que derivan del griego y del latín... Mirad las pobres flores, en los jardines, pegadas a la horrible etiqueta. Todas sufren del nombre que les fue impuesto, y sus pétalos claman por el otoño”. Teixeira de Pascoaes
“Monopolistas de la ciencia, y al margen, como tales, de la vida social, los sabios forman ciertamente una casta aparte que ofrece mucha analogía con la casta de los sacerdotes. La abstracción científica es su dios, las individualidades vivientes y reales son las víctimas, y ellos son los inmoladores consagrados y patentados”. Bakunin


miércoles, 3 de diciembre de 2014

“Hydrolith”, n. 2 (II)


Tras el ensayo de Bruno Jacobs que citábamos al final de la primera parte de esta reseña, encontramos un largo texto de Ribitch refiriendo sus indagaciones de carácter práctico en el lenguaje de los niños, a través de los cuentos inspiradores y apoyándose en maestros gitanos. La búsqueda de una restauración de la imaginación en el lenguaje de los niños se origina para él en el descubrimiento de los juegos surrealistas, por lo que tienen de liberadores de la imaginación, y de ahí que este texto sirva también como pórtico a los diversos juegos diseminados a lo largo de la revista.
El primero de ellos que vamos a citar procede del propio Ribitch: las “historias encadenadas”, juego descubierto al pulsar despistadamente una tecla mientras leía electrónicamente una novela erótica del siglo XIX. Frases resaltadas se fueron encadenando unas con otras, generando nuevos sentidos en un resultado que puede apreciarse con deleite a lo largo de dos extensas historias.
El otro juego de creación individual es obra de Sasha Vlad. Se trata en realidad de una “experiencia”, pero las fronteras aquí no son rigurosas. El punto de partida es un sueño en que se tiene la idea de hacer magia por la unión de diferentes objetos, y se llega a la conclusión de que bastaría con hacer que se tocaran. “He tenido antes –escribe Sasha Vlad– sueños sobre objetos que he intentado recrear visualmente, pero, evidentemente, este sueño me empujó a actuar por su «revelación», también. Como el sueño fue puramente verbal (algo raro en mi mundo onírico, considerando que soy ante todo una persona visual), elegí una manera de expresarlo visualmente”. Considerando que los objetos están hoy “en peligro de desintegración bajo el insidioso ataque de lo virtual”, decide valerse de todo tipo de objetos y de la forma del collage, que permite abolir las proporciones, como en los sueños. El fenómeno táctil, por supuesto, nos aproxima aquí de señeras investigaciones, en particular las realizadas por los surrealistas checos. Y es que no solo hay comunicación entre los seres humanos y los objetos, sino entre los propios objetos... El hallazgo de Sasha Vlad está en mostrar la magia de esa comunicación, gracias al fenómeno táctil. Su aportación me parece valiosísima, y viene acompañada de seis ejemplos de los que aquí vemos dos:


Estas “contactomanías oníricas” ya se anunciaban en Other air, y el texto de Sasha Vlad había aparecido en la página “Le poignard subtil”. Pero en este caso, se agradece su paso al soporte del papel.
Josie Malinowski presenta el juego de los “animales interiores”, en que han participado cinco miembros del Surrealist London Action Group: ella misma, Mattias Forshage, Paul Cowdell, Patrick Hourihan y Merl Fluin. El objetivo es encontrar los animales míticos que nos poseen, pero más interesante aun es el proceso por el cual Josie Malinowski llega al propio juego: ella sola se dedica a seguir por los laberintos de Londres, durante el mismo día, a alguien que la conducirá a algo sorprendente, que en el tercer caso es una postal con “el perro de Pompeya” y en el cuarto una estatuilla marmórea, que es la que va a inspirar el trazado simultáneo, en la misma tarde del descubrimiento, de los cinco “animales interiores” (¡el tercero es, incuestionablemente, el de Patrick Hourihan!):


El texto de Josie Malinowski es encantador, en esa busca de los “secretos de Londres” que solo las grandes ciudades pueden permitir, y no digamos cuando nos refiere, en la cuarta “persecución”, como, al perder por primera vez a la persona que seguía, ello quería decirle que “algo importante iba a ocurrir”. Esto es surrealismo en su quintaesencia.
Este grupo Slag se ha convertido sin duda en el número 1 en la cuestión de los juegos. Aquí tenemos también el titulado “Mutus liber”, bien sencillo como de costumbre, porque los mejores juegos surrealistas nunca han sido alambicados. Cada jugador mira la contribución del anterior solo unos segundos, hace una respuesta y se la pasa al siguiente, con la restricción de que el medio usado ha de ser diferente. Así, se comienza con un dibujo, se sigue con unos versos, luego con un dibujo, con una prosa, con otro dibujo, con una foto... Intervienen Paul Cowdell, Wendy Risteska, Patrick Hourihan (¡de nuevo inconfundible!), Merl Fluin, Aniano Henrique, Miguel Almagro y Josie Malinowski.
Del grupo surrealista madrileño, Eugenio Castro, Vicente García Escudero y Noé Ortega ofrecen un experimento de conversación surrealista, ejemplo de lo que puede ser un “lenguaje liberado”. Pero supongo que este texto aparecerá en el nuevo número de Salamandra, evitándome ahora el trabajo de leer la conversación propiamente dicha.
El grupo surrealista de St. Louis da una muestra de juegos clásicos del surrealismo: silogismos, condicionales, preguntas y respuestas y cadáver exquisito, este inspirado en el “estilo haiku” del poeta Quincy Troupe.
Por último, de los grupos de Londres, Estocolmo y Atenas aunados, tenemos, ya conocido, pero aquí con plenos detalles, “Surrealist survival kits”, que parte de una idea de Leonora Carrington. Son “colecciones de objetos poéticos, mágicos, oníricos que funcionan simbólicamente, como indicadores de nuestra capacidad de superar los límites de nuestra sustancia individual en la dirección de la total emancipación”. Creados en el encuentro de tres días en Atenas, al final se elaboraron las “instrucciones” para el uso de cada uno de esos grupos de “bártulos de supervivencia”, cuyas fotografías acompañan en el documento de Hydrolith las interpretaciones correspondientes.
No estamos aquí lejos de las recientes indagaciones sobre el objeto realizadas por el grupo surrealista de Madrid, indagaciones a las que se dedica en Hydrolith amplio espacio, con una crónica de los eventos y tres notables textos: el de Noé Ortega sobre los objetos suicidas, el de María Santana y Antonio Ramírez sobre “el objeto inesperado” y el de Vicente García Escudero intentando una taxonomía de los objetos urbanos. Menos el último (y quizás), todos estos textos son ya conocidos, alguno de ellos hasta en inglés. Lo mismo ocurre con los dos ensayos de José Manuel Rojo, con el de Will Alexander, con el de Pierre Petiot, con el de Javier Gálvez y con algunos más. Aunque se entienda el deseo de dar a conocer textos de otras lenguas, una cierta decepción producen tantas repeticiones. De esta manera, hasta comienza uno a aborrecer el internacionalismo surrealista, tan facilitado hoy por la comunicación electrónica. ¿No sería mejor una revista de menos paginación, pero más contundente en su fuerza original?
Más ensayos hay de Rik Lina, Hande Koçak, Richard Misiano Genovese, Paul Bogaers, Jeffrey Karl Bogartte, Parry Harnden, John Barrett Erickson, Michael Löwy... Alguno que otro resulta algo bisoño, cuando no se cita a Sartre sin despotricar de él, se toma en serio a una Louise Bourgeois o se habla de “automatismo estético”. Pero predominan las aportaciones valiosas, como la de Rik Lina sobre el automatismo colectivo (también total o parcialmente conocida), la de Michael Löwy sobre Mariátegui (acercando su honesta reflexión sobre el surrealismo a la que por aquel entonces hacía Walter Benjamin), las de Misiano Genovese sobre sus propias experimentaciones, la de Parry Harnden sobre las resistencias subversivas en internet, la de Jeffrey Karl Bogartte –espléndida– sobre “el método poético” o la de Paul Bogaers sobre la fotografía de los pensamientos. Este último nos da noticia de un libro suyo sobre estas búsquedas insólitas, publicado en 2010: Upset down.
Michael Löwy cita un pasaje de Mariátegui muy interesante: “¿Puede alguien imaginarse, en la occidental, burguesa, decadente Europa, una encuesta sobre el amor? (...) Es necesario un gusto absoluto por el desafío y la provocación para proclamar de manera tan apasionada las exigencias del amor”. He aquí lo que un hombre de la envergadura de José Carlos Mariátegui decía en 1930, y lo cito para que se lo compare con las acusaciones y valoraciones miserables que, desde su confortable atalaya académica post-mayo francés, se le han hecho al surrealismo y a Breton en particular por aquella encuesta, y no digamos por la de la sexualidad. (Sobre esta, cuarenta años después, podrá Maxime Alexandre escribir, con cursivas mías: “Todos los testimonios demostraban nuestra determinación de no separar la sexualidad del amor, en desacuerdo (una vez más) con una tradición sólidamente enraizada en el espíritu de nuestros contemporáneos”.)
Como ya he aludido a los textos de Merl Fluin y Eric Bragg en una nota aparte –el de Merl Fluin muy divertido y el de Eric Bragg, por mucho que plantee cuestiones vitales, desmedido en sus personalizaciones y con un resultado que al menos para mí deja incólume a Mattias Forshage–, solo me queda decir algo acerca del otro largo ensayo de Eric Bragg, también sumamente polémico en su defensa de una ciencia otra. Pero eso ya queda para la próxima ocasión.

El sentido mágico de Malcolm de Chazal

Cubierta de P. J. Morillas Rosa
Revelador de las muchas carencias de la cultura poética española es el hecho de que, hasta el momento, no existiera traducción de ningún libro de Malcolm de Chazal. Recientemente aparecía, en Madrileña de Juegos, Creativos y Literarios, la antología Historia del dodo, pero aún más importante es que, en la misma editora, vea ahora la luz una traducción completa de los 755 breves poemas que componen Sentido mágico.
La traducción la ha hecho, competentemente y con una buena “Introducción a Chazal”, el poeta Pedro José Morillas Rosa, quien, además, aporta al final unas notas aclaratorias a algunos de los poemas, en una de ellas nombrando a Ramón Gómez de la Serna, quien sin duda en la visión de algunas de sus greguerías no estaba muy alejado de Chazal. (Y si he podido considerar a Chazal como uno de los pocos pensadores verdaderamente originales del siglo XX, la clausura de ese arbitrario período me permite ya valorar como su escritor español más genial al hombre que tenía una pluma en cada dedo, la profusión no habiendo sido obstáculo para que se me haya encaramado a tal posición.)
Sentido mágico se publicó en 1957, después de que, en los años 40, André Breton descubriera Sentido plástico, otro de los grandes libros del teórico de la voluptuosidad, en este caso de aforismos y reflexiones deslumbrantes, bien merecedor de otra traducción.
Sentido mágico –escribe Morillas Rosa– “viene a colación al mundo para hablarnos o aún más, para cantarnos la desnudez y no sugerir, sino hacernos ver a golpe y galope de poema que en el origen de nosotros como visionarios está la auténtica verdad del universo”.
El libro será presentado... en una floristería, gran idea que sin duda hubiera entusiasmado al prodigioso artista de Isla Mauricio, tantas veces disertador de las flores, los colores y las mujeres. El propio traductor-poeta ha preparado para ello este breve documento: