miércoles, 6 de noviembre de 2013

Cesariny revisitado

Un pequeño homenaje a Mário Cesariny es este número monográfico de la revista tinerfeña La Página. Inicialmente la idea era incluir la correspondencia de Cesariny con Sergio Lima, pero, al estar las muchísimas cartas solo en versión original, y haber dificultades en organizarlas a tiempo, se acabó desistiendo de la idea. El director y editor de La Página es un trabajador a destajo, por lo que, además, ni yo tuve acceso a una lectura final que hubiera alterado algunas cosas, como por ejemplo la no anotación de algunos errores en las cartas de Granell a Cesariny (Vancravel por Vancrevel en dos ocasiones, Arpad Mezei convertido en checo) y una referencia en mi comentario de los “Noa-noas” a un cadáver exquisito de Cesariny, Vancrevel y Ted Joans, que donde aparecerá es en El oro del tiempo, próxima publicación de La Página recopilatoria de los textos de “Surrealismo internacional”.
El número se abre con la adaptación de mi nota sobre Cesariny, y también aquí hubiera incluido unas adiciones, en particular sobre los trabajos rimbaldianos –muy importantes– de Cesariny y sobre la edición de 2007 de Titânia. História hermética em três religiões e um só Deus verdadeiro –libro escrito en 1953, Cesariny lo editó en 1977, pero solo lo dio por concluido en 1993; la edición de 2007 lleva cinco preciosos dibujos de Cruzeiro Seixas, pero, como no hay nada que no tenga un sino, sin los pies correspondientes.
En una nota así (o sea, perteneciente a un volumen celebratorio), tampoco hubiera dado cabida a mi enojo porque Cesariny, al final de su vida, hubiera aceptado recibir en su casa a algo tan asqueroso como un presidente de la república, o sea alguien que forma parte de lo más bajo de la escala humana. Espero que, al llevar acompañamiento mediático, a este triste y nocivo Jorge Sampaio (hombre de leyes) no se le haya ocurrido proferir un discurso, pues los que daba eran famosos por poner a dormir a la audiencia en cuestión de escasos minutos. ¿Cómo podemos imaginar al indomable Cesariny en el momento en que recibe de aquellas manos la Gran Cruz (¡!) de la Orden de la Libertad? No sé si es lo mismo, pero he leído que también lo hicieron, como luego a Cruzeiro Seixas, Caballero de la Orden de Santiago de la Espada, orden que en sus buenos viejos tiempos fue la principal orden militar de la caballería cristiana.
En 1966 decía Cesariny en Madrid, públicamente: “La libertad no es una cosa que se da o se recibe, como un regalo de navidad. La libertad es algo que se le arranca a quien, hombre, cosa o idea, trae el uniforme del verdugo. No existe hombre libre sino en la conquista de la libertad”. Con estas palabras hubiera cerrado yo mi nota sobre Cesariny, porque ese era el verdadero Cesariny, y no el que aquella noche se disfrazó para recibir a uno de los verdugos del Portugal saqueado y arrasado por el montaje democrático y por el macroproyecto de la Europa del capital.
El gran difusor de la obra de Cesariny, o sea Perfecto E. Cuadrado, avanza con un bonito ensayo sobre los “silencios, diálogos y monodiálogos” del surrealismo en España y Portugal. Nadie como él puede abordar esta cuestión, que se detiene en la presencia hispánica en los pintores surrealistas lusitanos, en concreto Cândido Costa Pinto, Marcelino Vespeira, António Dacosta, Fernando José Francisco y, por fin, Mário Cesariny, en quien rastrea la huella hispánica a lo largo de su producción poética; la lectura “siempre sagaz y siempre iluminadora” de la obra de autores hispánicos (Jorge Camacho, Octavio Paz, Luis Buñuel); el “Dossier España” de los capitales Textos de afirmação e de combate do movimento surrealista mundial, las frecuentes visitas del poeta a España y su amistad en particular con José Francisco Aranda, con Enrique Carlón y con el grupo surrealista Salamandra; y, por último, la difusión de su obra en España, donde el propio Perfecto E. Cuadrado se ha ocupado de él amplia y frecuentemente (Ortofenia y otros poemas, 1989; antología y encuesta sobre él en el n. 6-7 de Espacio/Espaço escrito; Un país de bondad y de bruma, 1998; De profundis amamus, 2001; y “Navío de espejos” en el número 43 de La Página también dedicado a Cesariny, 2001).
Un apartado especial se dedica a la relación muy amistosa entre Cesariny y Eugenio Granell, dos colosos del surrealismo en la Península Ibérica que desde principio de los años 70 mantuvieron un fructífero y apasionante diálogo. En las cartas de Granell, hay referencias al encarcelamiento de Breyten Breytenbach (y por cierto que Granell fue el primero que me habló de él) y a las lecturas que Granell hace de algunos libros de Cesariny, en concreto Nobilissima vissão, Burlescas, téoricas e sentimentais y los Textos de afirmação e de combate. Este último, “estupendo cofre de sorprendentes tesoros”, es visto como un libro “hecho a cañonazos de pura libertad”, pero Granell le hace una reserva: la inclusión de “ciertos nombres de quienes tal vez estén manchados por sus veleidades político-religiosas y por su voluntaria profesión de enterradores del surrealismo”, en la primera categoría encajando, creo, Aragon y Sadoul (¿y Arrabal?) y en la segunda sin duda Jose Pierre y Jean Schuster.
Lo que sigue en este número lo tiene en esta página el lector: mi trabajo sobre los “Noa noa” de Cesariny, que aparecen muy bien reproducidos. Repasando las cartas que tengo de Cesariny, encontré un par de datos al respecto. En una del 2 de agosto de 1988, me comenta que, por diversos motivos editoriales, se ha abandonado el proyecto del n. 2 de A Phala, al alimón con Sergio Lima (con quien Cesariny me había puesto en contacto un año antes). En Portugal, el nombre “A Phala” había sido “usurpado” por la editorial Assírio & Alvim para un boletín de actualidad cultural, y por ello Cesariny piensa ahora en reconducir la revista con otro título, que no es otro que... ¡Noa-Noa! También me cuenta que no le gusta lo de “Revista do Movimento Surrealista”, porque “quien cree que lo es, cree que lo es, y quien cree que no, ¡muchas felicidades!” El título sería un “homenaje en serio y de verdad al primero (que se sepa) en marcharse huyendo de este continente, el ilustre Gauguin”. A los pocos meses, Cesariny avanzaría con las hojas que llevan el título destinado a la revista.
En la carta en que Cesariny me enviaba el Noa noa de los surrealistas argentinos contra la pareja Schuster-Pierre, me dice, en su estilo inimitable: “Los señores Jose Pierre y Jean Schuster son, a lo largo de muchos años ya, gente de pasado poético surrealista ninguno. Historialistas. Como tal, han decidido firmar el descenso a la tierra de mutis (el fin del Surrealismo como tal) en el año tal-tal (1969, creo). Crearon hasta una asociación para probarlo, escribirlo y confirmarlo. A eso están dedicados sin encanto y con alguna grosería. Le mando el manifiesto que, con motivo de una Semana Surrealista en S. Paulo, Brasil, algunos surrealistas argentinos firmaron y leyeron contra esos dos. En cuanto a Édouard Jaguer, que yo estimo y admiro, se ha puesto en contra de la publicación, portuguesa o francesa o china, del texto de los supracitados argentinos. El porqué no me lo concibo. ¿Será porque, como me escribe Petr Kral, los surrealistas parisinos se han transformado todos en unos «tíos viejos» (él dice: tías)? De todos modos, Jaguer es un tío grande, de una estatura que ninguno de los otros dos tiene. ¿Los necesitará para pequeños líos?”


En otra carta, pero ya de 1993, me encuentro este mini Noa noa, motivado por su cólera al ver el sello bretoniano de los correos franceses (¿y qué decir del de Malraux, en que se valieron de una foto suya... quitándole el cigarro de la boca?). Al dorso pone: “M. C. 30 exemplares”.
Para la historia de los pequeños misterios del surrealismo, retengo un detalle de esa carta. Cesariny me envía el documento “1499-1992”, contra la celebración del “descubrimiento” de América, que fue firmado por varios grupos surrealistas y que yo traduje en Canarias. Y me cuenta cómo, del epígrafe del texto original, ha desaparecido, en todas las versiones (inglesa, francesa y española) del Bulletin International du Surréalisme en que fue publicado, este inciso de Breton: “en tanto que no se sepa hacer nada sin poner para ello cara de saberlo todo, con la Biblia por un lado y Lenin por el otro”. Palabras que Cesariny considera “magníficas” y que alguien ha cortado “sabe el diablo surrealista por qué”.
Cierra este número de La Página una “brevísima antología” de poemas hecha por Perfecto E. Cuadrado, y que precede una lista de sus obras y de las principales traducciones que han tenido. Antología en efecto muy breve, pero que contiene algunos de los poemas híticos de este poeta (y artista) extraordinario, como “You are welcome to Elsinore”, “A Antonin Artaud” y “El navío de espejos”.