Ya hemos llamado la atención un par de veces sobre el hallazgo de los “fantasmas” inventados por Neil Coombs, y sobre la propia figura de este surrealista inglés editor de la revista Patricide, ya con cinco números monográficos en su haber: Documentary Surrealism, Seaside Surrealism, Surrealism and the Uncanny, The Sound of Surrealism y The Surrealist Cookbook, este último reseñado aquí mismo hace dos semanas.
Esta publicación de Dark Window Press lleva por título The Phantoms of Surrealism, pero añade una suite de diez sarcásticos collages en que Neil Cooms traza Una historia ilustrada de las Islas Británicas, una breve (en solo cuatro collages) Historia del arte y el deseo y, en la línea de los Fantasmas, trece fotografías, sobre todo de paredes, que componen sendas Enfermedades del ojo, como la dedicada a la conjuntivitis:
Los “fantasmas” que nos presenta aquí Neil Coombs son los del propio surrealismo, especialmente en su vertiente británica, habiéndose inspirado para ellos en diferentes lugares asociados al surrealismo y visitados, durante los años 2011 y 2012, en busca de sus poderes magnéticos y evocativos. Cada fotomontaje se compone de quince rectángulos en que son colocadas sendas fotografías, con el fin de proceder a la interpretación del lugar fotografiado, el propio Neil Coombs señalando cómo los lazos del surrealismo con sus espacios, que él intenta indagar, se caracterizan por sus resonancias psicológicas y visionarias, más que pintorescas o románticas. El resultado es sorprendente, una fiesta de imaginación, juego y humor que no recuerda a nada anterior, por mucho que Krzystof Fijakolwsky, en el fino ensayo que abre el libro, busque sus antecedentes en Arp, Brauner, Magritte, Dalí, Man Ray y sobre todo Luca. Salta aquí otro nombre, bien anterior al surrealismo: Arcimboldo, de quien puede decirse que nunca fue una referencia mayor del surrealismo, hasta que Svankmajer borrara todas las reservas que hasta entonces había hacia él por el carácter ante todo metonímico de sus “fantasmas”.
En estas páginas hemos reproducido ya el fantasma de Freud y la portada de la exposición realizada en el castillo de Bodelwyddan, donde el fantasma presente no es otra cosa que un compuesto ya completamente frankensteiniano de otros fantasmas. El que tenemos aquí es el único no británico, ya que se trata del fantasma de los Buttes Chaumont, sobre el que, por cierto, hay más fotos en el n. 3 de
Patricide. Es bueno recordar aquí el mejor libro que existe sobre el París de los surrealistas, y que además se debe a otro nombre británico: George Melly, en cuyo maravilloso
Paris and the surrealists dedica unas obligadas páginas, acompañadas por cinco fotos de Michael Woods,
a los Buttes Chaumont, el parque “menos natural” que él había visto nunca. El “phantom power” de este fotomontaje lo forman André Breton, Louis Aragon y Marcel Noll, los tres visitantes de este lugar, inmortalizado, con su Puente de los Suicidas, por
El campesino de París.
El que vemos a la derecha es el fantasma de Bradford, dedicado a Tony Earnshaw, y en particular a su pájaro Wokker, cuyos comics son favoritos de Coombs, quien señala cómo el fantasma hasta se le parece a Wokker, tal si fuera “una respuesta subconsciente al viaje”. Fotografió sobre todo el parque de Bradford y los edificios circundantes.
Luego tenemos los fantasmas de Farley Farm, donde residieron Roland Penrose y Lee Miller; de Cork Street, donde estaba la London Gallery de Mesens; de Westminster, donde tuvo lugar la legendaria exposición de 1936; de Maresfield Gardens, refugio de Freud (aquí le llamaron la atención los árboles esqueléticos); de Leeds y Birmingham, dos de las capitales del surrealismo británico; de Dymchurch, por Paul Nash; de Blackheat, donde vivió Humphrey Jennings filmando un célebre trabajo documental; de Liverpool, por George Melly; de Oxford, en homenaje a Lewis Carroll como fotógrafo de Alicia, etc. El más colosal de todos los fotomontajes es el del Duque de Lancaster, y el más despojado el de Paul Nash, en su paisaje marino anterior a Swanage:
Pero la gran sorpresa para mí ha sido el encuentro con el fantasma de Portmeirion, en el País de Gales, ya que Neil Coombs no ha olvidado viajar al lugar donde se rodó la más grande serie televisiva de todos los tiempos (con permiso de Los vengadores, también británica, y hasta simultánea en su apogeo con Diana Rigg): El prisionero, que, pese a ser una serie de contenido nada comercial, pasaba, aunque en horario de noche avanzada, la televisión española allá por 1968, habiéndome dejado –tenía yo 13 años– una huella indeleble, y precisamente por ser cada uno de sus 17 capítulos surrealistas de cabo a rabo. (Por más azar objetivo, la tienda Red Lick, mi suministradora de música de blues desde hace un par de décadas, se ubicó durante muchos años en Porthmadog, muy cerca de Portmeirion). La foto invertida que forma la boca del fantasma de Portmeirion, si no me equivoco, estaría sacada en uno de los rincones de la fantasmal población donde se encontraba recluido el tal prisionero, inolvidable personaje en permanente busca de su libertad, que encarnaba Patrick McGoohan, a la vez alma mater de la serie y hasta guionista y director de algunos de sus capítulos.
Este precioso libro de Neil Coombs, profusamente ilustrado a todo color, incluye unos extractos de su blog Surreal Phantoms, donde refiere las circunstancias de algunas de sus pesquisas geográficas, y un buen artículo de Catriona McAra sobre los collages de la Historia ilustrada de las Islas Británicas, uno de los cuales, Incendio en la granja, de 2010, vemos aquí:
Y así volveríamos a donde empezamos: a las “enfermedades de la vista”, que Neil Coombs convierte realmente en poderes de la visión, como si él mirara a través de todos los ojos de estos “fantasmas del surrealismo”.