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Toyen, Ellos me rozan en el sueño, 1957 |
Hace algún tiempo se quejaba así Jan Svankmajer: “El último trabajo científico fundamental dedicado al sueño, La interpretación de los sueños, tiene ya casi cien años”. Científicos o no científicos, lo menos que puede afirmarse es que los estudios e investigaciones del mundo onírico, y de sus vasos comunicantes con la vigilia, son bien escasos. Por eso es de celebrar este trabajo de Julio Monteverde, que ha titulado De la materia del sueño, y del que un adelanto apareció en el n. 17-18 de Salamandra, hace cuatro años.
Porque Julio Monteverde, nacido en Cartagena en 1973, desde 2001 forma parte del grupo surrealista de Madrid, en cuya revista interviene con poemas, notas y ensayos. Como poeta ha publicado los libros La luz de los días y La llama bajo los escombros. Un poema del primero es protagonista de un relato de azar objetivo aparecido en el n. 15/16 de la revista (“Órdenes son órdenes”), número en el que, precisamente, otros breves poemas, en concreto “Pequeño cofre”, “El reino de obsidiana”, “El doble” y “La piel de los soñado (Súcubo)”, contienen como motivo clave el del sueño. Este es el que lo proclama desde su título, “La piel de lo soñado”:
“En los pequeños cambios, / las estrellas del día / arrastrando el firmamento de la sombra. // Al seguir los pasos en la nieve / pequeñas manchas de sangre marcaban el camino. // Ella era una mujer en mi sueño. / Y la semilla mágica llegaba entre sus labios, / sembrando un campo de amapolas en la noche”.
Los sugestivos relatos de azar objetivo que Julio Monteverde ha dado a conocer en Salamandra ni que decir tiene que se bañan en una luz onírica. Aparte el ya citado, son “Otra casa poco sólida” y “En el lugar del accidente”, el primero con presencia del poema “Una casa poco sólida” de Monte de piedad, la primera recopilación poética de André Breton.
Con estas credenciales, no sorprende que, afortunadamente, Julio Monteverde, en De la materia del sueño, introduzca su experiencia personal, como cuando refiere un sueño en que habla con Edgar Allan Poe y otro en que la visión de la bocaza del jardín de Bomarzo genera la “casa del alquimista”, de la que nos da un dibujo esquemático.
Las referencias bibliográficas que van dispersándose a lo largo de estas páginas no pueden ser mejores: El libro de la interpretación de los sueños de Artemidoro de Daldis, El simbolismo en el sueño de Schubert (del que se dice que “modeló el pensamiento romántico sobre el sueño”, aunque, al ser de 1814, ya había corrido mucho romanticismo soñador), los análisis diversos del caso Gaspar Hauser, El promontorio del sueño de Víctor Hugo, el precioso libro de Hervey de Saint-Denys sobre los medios de dirigir los sueños, los clásicos de Freud y Breton, El alma romántica y el sueño de Béguin, las reflexiones –capitales– del surrealista rumano Dolfi Trost y, en fin, Le surréalisme et le rêve de Sarane Alexandrian.
De la materia del sueño se divide en tres partes: “Sueño, poesía y realidad”, “Algunos aspectos concretos del sueño” y “La conducta onírica”. La segunda cuenta con los siguientes capítulos: “El sueño como realidad”, “El sueño y el deseo”, “El sueño y la unidad”, “El sueño y la personalidad”, “El sueño como acto social individual”, “La creación de la sensibilidad en los sueños”, “El aprendizaje en los sueños (donde se aborda la paramnesia), “El sueño como experiencia límite”, “El sueño constante por debajo de la vigilia”, “El sueño y lo maravilloso”, “El tiempo de los sueños” y “El sueño y el futuro”. Aunque se trata de un libro orgánico, las páginas que nos han atraído más son las dedicadas a “La conducta onírica”, en que Julio Monteverde ajusta cuentas con el “chantaje” interpretativo de psicólogos y psicoanalíticos, contra su “pensamiento lógico” y su “método científico”, y donde afirma sin ambages que “el contenido manifiesto de los sueños, aquello que se nos clava en la mirada, representa por analogía lo mismo que la utopía para el mundo de las ideas”, y que “la minusvaloración del contenido manifiesto no es más que la misma minusvaloración que la poesía tiene en nuestras sociedades capitalistas”. Sobre esto último, aunque en sus páginas Julio Monteverde alude, es evidente, a las culturas “primitivas”, sería bueno bucear en obras fascinantes como Un art à l’état brut de Karel Kupka (que llevó prólogo de André Breton), Le temps du rêve. La mémoire du peuple aborigène australien de Ciryl Havecker o (pese al repulsivo prefacio de una antropóloga brasileña) A arte dos sonhos. Uma iconografia ameríndia de Aristóteles Barcelos Neto.
La portada del libro es de Vicente Gutiérrez Escudero, otro nombre familiar para los lectores de Salamandra, y a quien, ya que estamos hablando de los sueños, se debe un trabajo también de notable interés, publicado en el n. 17-18 de la revista: “Hacia una experiencia colectiva del dormir no enajenado”.
De la materia del sueño aparece en una de las pocas editoriales españolas especializadas en obras de crítica social radical y de revuelta poética: Pepitas de Calabaza. Ya saludamos en ella, hace un par de meses, la edición de Para ver, cierra los ojos, de Jan Svankmajer, y el propio Julio Monteverde ha prologado allí un relato del gran Oscar Panizza: Diario de un perro. Recordemos asimismo los libros que han antologado textos de los grupos surrealistas de Madrid y de Chicago. Y hace unos días concluimos la lectura de un magnífico Libro negro del deporte, ese siniestro fenómeno cuyas tintas nos parecen incluso más negras que las mostradas por la obra. De ahí que su lectura deba completarse con la visión de los 14 demoledores minutos de los Juegos viriles del citado Svankmajer.
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Y ahora, a propósito, algunas citas sobre el sueño, incluidas en mi libro Cabina de barlovento:
Jamás se sueña lo suficiente. Hans Arp
Durante el sueño suelen venirnos las visiones más poderosas; no son simplemente sueños, pues son mucho más reales y poderosas. Alce Negro
Puedes quitármelo todo, pero mis sueños no te los doy. Radovan Ivsic
Como uno hace su sueño, hace su vida. Víctor Hugo
No existimos más que nuestros sueños. Teixeira de Pascoaes
Yo empleo así mi tiempo: una mitad durmiendo y la otra soñando. Cuando sueño, nunca duermo, eso sería lamentable; dormir es el colmo del genio. Sören Kierkegaard
Los que sueñan de día tendrán siempre alguna cosa más que los que sólo sueñan de noche. Edgar Allan Poe
Aprender a soñar es el primer grado de la sabiduría. La vida exterior da la inteligencia; la sabiduría fluye del sueño. Gustav Meyrink
Despertar ya es una llamada al sueño. François Leperlier
Cuando soñamos con un lugar lejano, nuestro espíritu está en ese lugar. Chamán kwakiutl
Mi sueño más bello es aquel / en que una mujer desnuda se va quedando / transparente como un farol tocado de ateísmo. Pedro García Cabrera
El sueño no es sólo el estado más poderoso, sino incluso el más lúcido del pensamiento. Charles Nodier
Los hombres han tenido siempre miedo del sueño y de la inspiración también. Victor Brauner
Me enorgullezco de una cosa: haber realizado todos mis sueños en mi vida. Con excepción de uno solo: sueño con matar a un misionero. Jean Benoît
Mis ojos exigen que se les lance siempre un alimento. Lo tragan con una avidez brutal. Y por la noche, durante el sueño, lo digieren. Jindrich Styrsky
Haz que tu sueño sea más largo que la noche. Maurice Henry
A veces el sueño se hace realidad. Ese fenómeno es conocido con el nombre de polución nocturna. Eric Chevillard
Manejo el sueño al igual que un sombrero. Enrique Gómez-Correa
El sueño es la verdad. Zora Neale Hurston
El horror del día siguiente / basta para sostener el sueño. Georges Henein
La imaginación puede compararse al sueño de Adán, quien al despertar se encontró con que era verdadero. John Keats
La huella de un sueño no es menos real que la de un paso. Georges Duby
Un sueño sin estrella es un sueño olvidado. Benjamin Péret y Paul Éluard
Para soñar en colores, pon un camaleón bajo la almohada.
La barricada de nuestros sueños sorprende por su movilidad perpetua.
Siempre habrá una pala al viento en los arenales del sueño. André Breton