La obra maestra de André Thirion –y un libro clave de la literatura erótica–, acaba de ser traducida al castellano, en la colección “Érotas” de La Página.
El gran ordinario, esbozado en sus años de plena adhesión al surrealismo, solo se publicó en 1943, anónimamente y con la fecha de 1934 para engañar a la censura de Vichy. La tirada fue de 121 ejemplares. Tan celebrada como la obra son las ilustraciones de Óscar Domínguez, donde aparece varias veces el siniestro mariscal Pétain. En esta edición, y es una pena, no vienen los pies de los dibujos ni el que encabezaba la primera edición:
De Le grand ordinaire dijo Jose Pierre en una nota de Coupure, con motivo de su reedición en 1971: “El libro quizás más libre que conozco. El autor, que lo compuso en sus tiempos de ocio, lleva en él la desenvoltura hasta tirar a la papelera los episodios en el instante preciso en que amenazan tomar consistencia, volverse enjundiosos. Un libro que se debería enseñar a los literatos para que se desprendan de las facilidades de la literatura. Y que concluye con un diálogo de hambre tan abrupto como la cuchilla de la guillotina”.
Por su parte, Sarane Alexandrian escribe en su Historia de la literatura erótica (1989): “André Thirion, en El gran ordinario, crónica novelesca discontinua, evoca en el principio a los perversos habitantes de un castillo sin escalera; luego, la aventura del virgen Jean con la bonita costurera Claire, en una escena turbia. Los capítulos siguientes alternan conversaciones con amigos: el obseso sexual Mochélès, el coronel Cod, relatos de un viaje por Francia, especialmente por Périgueux, en cuyo hotel Mataguerre, con aspecto de torre, la dama del 12 es violada por un grupo de cazadores. Luego se asiste al diálogo entre don Juan y Casanova, que intercambian confidencias, y también al episodio más divertido del libro, el té en casa de la doctora, donde el narrador ve al amigo de esta, Wilfrid, que come mermelada untada sobre el cuerpo desnudo de aquella. La mezcla de detalles insólitos y hechos realistas, el tono distraído, despreocupado del relato, hacen de El gran ordinario un libro bastante extraordinario”.
Así que más de extraordinario que de ordinario en esta obra que ya era hora de ver traducida al español.