domingo, 19 de mayo de 2019

“Cahiers Charles Fourier”, n. 29

André Breton, Nueva York, 1945

Tras el n. 27, reseñado aquí, apareció en el n. 29 de los Cahiers Charles Fourier, correspondiente al año 2018, la continuación del dosier “En la órbita del surrealismo. Charles Fourier redescubierto”. De nuevo presentan y coordinan Florent Perrier y Gérard Roche, quienes han pretendido mostrar –y lo han logrado– cómo “el universo de Charles Fourier se inscribe duraderamente en los modos de pensar de André Breton”.
Tras la reproducción de los pasajes de las Entretiens en que Breton habla del “soñador sublime”, un inventario de su presencia en la biblioteca bretoniana, la correspondencia Breton-Pierre Naville y Breton-George Sirot (coleccionista de fotos que le descubre a Breton un retrato decimonónico de Fourier pintado sobre metal) y las reseñas que dedicaron Bataille y Victor Crastre a la Oda a Charle Fourier (menos conocida, y magnífica, la del segundo, poniendo en el mismo caldero el moralismo de la Iglesia, de la Universidad y del PCF), pasamos a palabras mayores con la excepcional correspondencia de Breton y Jean Gaulmier.
Gaulmier, autor de la magnífica edición comentada de la Oda –un hito ineludible en la bibliografía bretoniana–, es óptimamente presentado por Florient Perrier, y tanto de la semblanza que le hace como de las cartas a Breton emerge un personaje de la máxima calidad humana. Este es un raro ejemplo de correspondencia valiosa e inteligente, sin ganga chismosa ni anecdótica, a diferencia de lo que ocurre con la de Émile Lehouck, servida para patético contraste tras la de Gaulmier. Hay apreciaciones interesantísimas no solo sobre la Oda sino también sobre Pez soluble, además de apuntes sobre los amerindios y su “impresionante dignidad”, como siempre realzando a los pueblo. Breton se muestra exactamente como lo conocemos, y muy reticente a la hora de volver sobre lo que ha hecho hace años. Poco a poco percibe la finura y la nobleza de Gaulmier, quien, pese a su difícil condición profesoral, ha admirado y seguido el surrealismo desde sus orígenes. Esta correspondencia eleva este número al alto nivel del anterior, y además viene acompañada de una conferencia inédita que Gaulmier profirió en Belgrado sobre la Oda.
En cambio Breton no le debió haber abierto la puerta a Émile Lehouck, cuyo temple es completamente asurrealista. “Mis encuentros con André Breton” es un tedioso recuento, en que no faltan los tópicos antibretonianos, recordándome un poco, salvadas las distancias, la triste “evocación” del fundador del surrealismo que hizo Desmond Morris en Arcane 17. A lodestar for the 21 century, cuyos chismes siempre me he preguntado si no los tomaba de aquella maldiciente biografía de Marc Polizotti, ya que presente no estuvo en nada de lo que cuenta.
Tras tres páginas de jeremiadas del anciano Vaneigem, remontamos vuelo con un nuevo cuaderno de ilustraciones, en que descuellan los “écartelages” de Pierre Faucheux (próximamente nos ocuparemos de ellos), y en particular su Retrato armónico de Charle Fourier, y el bellísimo homenaje “mágico” de Gaston Puel a Fourier ofrecido en 1948 a Breton, y al que al final de esta nota remitimos. Son en total diez páginas las de este cuaderno, con todas las ilustraciones muy bien comentadas.
En el número intermedio –27, pues– hay también un estudio de Jerôme Duwa sobre las “apropiaciones fourieristas por la última ola de los surrealistas”. No dudo de que Duwa haya hecho un buen estudio, pero el sic que habría que ponerle a su título apunta al hecho conmiserativo de que siga evidenciando no haber visto el mar surrealista directamente en su vida.
Como este número no se obtiene ya a través de los Cahiers, damos el enlace de la librería que lo difunde: