domingo, 3 de febrero de 2019

Una antología de Élie-Charles Flamand

Aunque publicada, en La Lucarne Ovale, hace tres años y medio, y señalada aquí en dos ocasiones, llamo la atención hoy especialmente sobre esta antología poética de Élie-Charles Flamand, Braise de l’unité. Un poeta como Flamand debería leerse en su totalidad –unos treinta cuadernos–, pero este volumen asume características especiales, ya que, por una parte, la selección fue hecha por Obéline Flamand (de quien es la viñeta de portada) con el visto bueno del escritor, y, por otra, la enmarcan dos textos magníficos sobre su poesía, a cargo de Gwen Garnier-Duguy y Marc Kober.
Se cubre un período que va nada menos que de 1957 a 2014, y se comienza, como era de esperar, con À un oiseau de houille perché sur la plus haute branche du feu, el legendario poema dedicado a André Breton e ilustrado por Toyen.
En su prefacio, “La palabra de Élie-Charles Flamand”, Garnier-Duguy calibra su poesía como “una de las más bellas y más potentes de nuestro tiempo”. Su “lengua única”, su “mirada única”, las ve como opuestas “a las fuerzas de muerte que hoy contaminan la superficie del globo, enfangado en los mecanismos de deshumanización absoluta”.
Marc Kober, en “El tesoro de Élie-Charles Flamand”, diserta sobre su “periplo espiralado” y describe la antología como una serie de cortes en los filones de una mina poética. La poesía de Flamand –llena de metáforas soberbias– es “iniciación y alquimia”, “diario de a bordo de un viaje del interior”, “búsqueda amorosa que tomaría por objeto el secreto del universo”.
Marc Kober señala la proximidad gráfica de la poesía de Flamand con la obra de Toyen, lo que me ha llevado a reproducir aquí su poema “En proie à leurs regards”, incluido en La lune feuillée (1968), junto a la pintura de Toyen que lo inspiró.

“En proie à leurs regards

À Toyen

Une pluie d’yeux en fusion
Strie la falaise de givre où s’émousse le biseau des reflets
Vitrifie la brume cendreuse qui noyait nos plus secrètes ruines
Calcine l’ombre portée de nos masques

Illuminés au plus bas de notre fondrière
Riches d’un long coeur avec les filons
Nous les vigiles
Nous pouvons lever nos paupières lourdes de limon
Et ceints du diadème de nos larmes
Briser les serrures de l’ultime ouragan

Toyen, En proie à leurs regards, 1957