jueves, 31 de mayo de 2018

Alain Joubert y el cine

Pierre-André Sauvageot, collage
Le cinéma des surréalistes, de Alain Joubert, pasa a formar parte de la más selecta bibliografía sobre el surrealismo y el cine. Se trata de un bello volumen, en capa dura, que editan al alimón las Éditions Maurice Nadeau y La Cinémathèque de Toulouse.
De nuevo, como en Ado Kyrou y otras obras de menor entidad que la de Kyrou y esta de que hoy nos ocupamos, no se trata del surrealismo realizado por los surrealistas (libro por hacer, fascinante, pero que sin duda ofrecerá enormes dificultades, dado el carácter recóndito de gran parte de ese cine), sino del cine amado por los surrealistas, y en este caso por Alain Joubert, cinéfilo empedernido y colaborador asiduo de la mejor revista de cine que ha habido, o sea Positif. Esto quiere decir que encontraremos aquí muchas obras (la gran mayoría) aclamadas de modo más o menos general (y hasta a veces unánime) por los surrealistas, pero también otras cuya elección resultará más polémica.
He nombrado a Ado Kyrou, y es que, además, Joubert lo toma como “brújula” de su libro y a él se lo dedica, no sin olvidar la también “amistosa complicidad póstuma” de Gérard Legrand y sobre todo de Robert Benayoun, al que alude muchas veces.
A lo largo de más de doscientas páginas, siempre dirigiéndose familiarmente al lector/espectador –Joubert escribe para sus “cómplices”, excepto cuando no lo hace, temiblemente, contra los impostores–, se van desgranando las “virtudes esenciales” que “hacen cortejo” a la “trilogía cardinal” del surrealismo –amor, poesía, libertad–, a saber la revuelta (individual o colectiva), la subversión, el amor loco, la pasión, lo maravilloso, el onirismo, el inconsciente, el mito, lo sagrado no religioso, el erotismo, el humor negro y el nonsense. Cada uno de estos doce capítulos es ejemplificado, a la manera de lo que sería un ciclo soberbio como los que había antaño, por una docena de películas de los que Joubert nos da una sinopsis y un comentario siempre incisivo y atinado, aparte, como es de esperar en él, salpicado de ideas sugerentes –sobre la utopía, el feminismo, el “octubre rojo”, el cine mudo y el hablado, el espectador cinematográfico, los “turistas” del surrealismo, etc., etc. En este desfile de películas que conforman su “palmarés”, la mayoría son bien conocidas y los amantes del cine y del surrealismo las guardamos rozagantes en la memoria, pero otras son rarezas que Joubert invita a descubrir o, en ocasiones, redescubrir.
Aún se incluyen diferentes ensayos en el volumen. El primero es una rememoración del parisino cine Royal Monceau, donde en la infancia se le desveló el gran misterio cinematográfico. El segundo se ocupa de John Huston, rebatiendo el tópico que lo ve como mitólogo del fracaso. El tercero, de Jacques Tourneur y el cine de aventuras. El cuarto es un ensayo sobre diez fotogramas de Antonioni (cuyo cine ya interesó mucho a un antiguo compañero suyo del grupo surrealista de París, Georges Sebbag). El quinto se detiene en Sternberg.
Pierre-André Sauvageot, collage
Pero Joubert nos reserva al final una sorpresa, que no es otra cosa que un guion fílmico, titulado Diferencia horaria, “azar en tres tiempos” ubicado en París, Nueva York y de nuevo un París que, si antes era fantasmal, ahora es el escenario de un delirio vegetalista.
Enriquecen decisivamente este volumen los collages de Pierre-André Sauvageot, y no conozco quien hubiera llevado a cabo esta misión de un modo más adecuado y satisfactorio. Cada capítulo se abre con un collage en que se reúnen, con la fuerza del encuentro surrealista, motivos de algunos de los filmes tratados, y el resultado es una auténtica delicia visual. Logro absoluto es también el septeto de imágenes que ilustra Diferencia horaria, desde la primera, en que la protagonista femenina sale desnuda a la calle, hasta la última, con el apartamento de la Rue Paradis desbordando hasta la calle sus plantas y flores, del mismo modo que este libro desborda hasta nosotros tantas fascinantes películas, proyectadas por la entusiasta cámara de Alain Joubert.